Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 4:

~~~~Nick🎸

La universidad olía a café barato, a desinfectante y a ansiedad. Tres cosas que no me afectaban en lo absoluto porque yo, Nick Tyler, ya sobreviví al examen más duro de todos: cantar en vivo con fiebre de 39°.

Y créanme, eso sí que fue un infierno.

—Recuerda, capucha siempre bien puesta —murmuré, ajustándome la sudadera mientras cargaba una de las cajas de Cherry.

Mis chicos me seguían en modo ninja, cada uno tapado hasta las orejas. Éramos Midnight Noise, pero esa mañana parecíamos un grupo de sospechosos camino a un atraco.

La estrella del día, sin embargo, era Cherry.

La señorita había decidido mudarse al campus, como si no tuviéramos un apartamento gigante con todas las comodidades y cero vecinos ruidosos. ¿La razón? Todavía no estaba muy clara. Yo apostaba mi guitarra favorita a que lo hacía porque aquí tenía público asegurado: fans, fotógrafos improvisados y algún que otro decano dispuesto a lustrarle los zapatos si se lo pedía.

El decano, de hecho, casi se arrodilla cuando nos vio.

—Por favor, tómense su tiempo. Cerraremos el edificio para que puedan instalarse tranquilos —dijo con una sonrisa que me dio un poquito de miedo.

Genial. Un edificio entero bloqueado… solo para que Cherry pudiera colgar sus pósters de bateristas legendarios.

Mientras subíamos cajas, noté un alboroto en el pasillo. Y no, no eran fans gritando mi nombre. Esta vez era…

Ella.

La chica del vodka con frambuesa.

La chica del vestido púrpura.

La chica de la risa más bonita del mundo.

Estaba discutiendo con un guardia de seguridad, los brazos cruzados, el ceño fruncido y esa mirada que podría derretir acero.

—Señorita, se lo repito, no puede salir... Hay protocolos de seguridad —dijo el hombre, cruzándose de brazos.

—¡Usted no lo entiende! ¡Necesito comprar mis libros! —rebatió.

No sé por qué, pero verla enojada era mejor que cualquier programa de stand-up.

Me acerqué y puse mi mejor sonrisa de rockstar arrepentido.

—Déjala salir, amigo. Está conmigo.

El guardia abrió la boca, titubeó, y al final me dejó pasar a su lado como si yo hubiera dicho las palabras mágicas.

—Oh, a él no le dices nada, ¿verdad? —Bee dio un paso hacia el hombre, como si pudiera hacer algo con su mínima altura y la detuve.

—Está haciendo su trabajo, Bee. Deja al pobre hombre en paz —me reí.

Ella clavó sus ojos en mi, y alzó una ceja.

—¿Y tú que haces aquí?

—Qué curioso... Te iba a hacer la misma pregunta a ti —me metí las manos en el bolsillo, ignorando cómo comenzaban a sudar con su presencia.

—Pues... vivo aquí —sonrió sarcasticamente y señaló la puerta del dormitorio del que acababa de salir.

—Eso quiere decir que somos vecinos ahora, guapa —le guiñé un ojo.

—¿Qué dices? Si ni siquiera estudias aquí...

—¿Y tú como sabes eso? —di un paso hacia ella, notando su nerviosismo, me divertía demasiado.

—Eh... es que... Lisa me lo dijo —se encogió de hombros, jugando con un brazalete.

—Cierto, tu amiga la fan, debí suponerlo —me apoyé en el umbral de la puerta.

—En fin... fue bueno hablar contigo, pero, si me disculpas... —comenzó a caminar hacia el elevador y la seguí.

—Oh no, señorita, no te escaparás de mi como la última vez.

Bee suspiró y presionó el botón del elevador, antes de volverse hacía mi.

—Tengo cosas que hacer, Nick, cosas que no pude hacer en toda la mañana porque el decano decidió cerrar todo el edificio por la mudanza de tu amiga.

No lo pude evitar, me acerqué un poco más, sentía su esencia en mis fosas nasales, estaba de espaldas a mi, y se tensó ligeramente cuando volví a inclinarme para hablarle al oído.

—Estás mucho más gruñona que de costumbre hoy... ¿qué puedo hacer para cambiarlo?

—Nada —bufó, entrando al elevador—. Tengo que comprar mis libros.

Me deslicé dentro en el último segundo, cuando las puertas estaban a punto de cerrarse.

—Bueno... yo podría pedirle a los guardias de seguridad que nos dejen salir por la puerta trasera... si lo pides con amabilidad.

Bee rodó los ojos.

—¿Eso es todo? —coloqué una mano dramáticamente sobre mi pecho— ¿No me vas a agradecer? ¿No vas a decir: Oh gracias por ayudarme, Nick. ¡Eres tan cool, increíble y guapo! ¡Por favor, sálvame de esta prisión educativa!

Y entonces... ella soltó una pequeña risita.

Lo que causó que mi corazón comenzará a latir aceleradamente. Porque ese sonido fue el mejor sonido que había escuchado en todo el día.

—Ahí está, ¿ves? ¿Era tan difícil?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.