~~~~Bee♡
Si existía un manual titulado “Cómo arruinar tu primera cita elegante en menos de diez minutos”, yo acababa de escribir el prólogo.
Llegué tarde. Muy tarde.
No cinco minutos tarde, tipo “ay, qué distraída”. No.
Tarde nivel “el mozo ya pensaba regalarle la mesa a otra pareja”.
Corrí —con tacones, error número uno— mientras intentaba no tropezar con el vestido rojo que Lisa me había convencido de comprar ese mismo día. “Te verás como una diosa griega”, me había dicho.
Mentira. Me veía como una diosa griega que llegó tarde al Olimpo.
Klaus estaba allí, impecable, esperándome en la puerta del restaurante.
Traje gris, corbata, gafas rectangulares que brillaban bajo las luces. Parecía sacado de una película francesa sobre amores imposibles y buenas decisiones financieras.
Yo, en cambio, parecía un comercial de perfume que salió mal.
—Bee —dijo él, sonriendo apenas, con ese tono paciente que solo los profesores de Historia dominan—. Pensé que te habías arrepentido.
—Yo jamás me arrepentiría de comer gratis. —sonreí nerviosa, intentando sonar graciosa.
Él soltó una leve risa incómoda y me ofreció su brazo.
—Vamos. Nuestra mesa nos espera.
El lugar era precioso.
Luces tenues, manteles blancos, velas diminutas que parecían respirar. En el aire flotaba ese aroma a vino caro y mantequilla que te hace sentir más sofisticada de lo que eres.
Una camarera con moño bajo nos guió hasta una mesa junto a la ventana.
Klaus esperó a que me sentara y luego dijo, con esa calma suya de quien tiene el control:
—Este restaurante intenta emular un auténtico bistró francés.
—Oh... —asentí— qué genial...
—Los mozos y la carta estan en francés —sonrió—. Puedo traducir los platillos para ti, si quieres.
—No, no te preocupes, sé hablar francés —respondí, mirando la lista de platos sofisticados en la carta.
—¿De verdad? —se levantó las gafas, alzando ambas cejas— Sorpréndeme entonces, ordena para los dos. ¡Y sin trampas! No vale señalar un platillo de la lista.
—Bien, bien, acepto el reto —sonreí divertida.
Él le hizo un gesto al mozo, quien se acercó con una mano detrás de su espalda y una botella de vino en la otra.
Me aclaré la garganta, dirigiéndome al hombre con una sonrisa.
—Bonsoir, monsieur, excusez-moi —ladeé la cabeza—. Quelle est la spécialité de la maison?
—Esta noche recomendamos el boeuf bourguignon, señorita. Es carne de res cocida lentamente en vino de Borgoña, con cebollas caramelizadas y tocino.
—Suena delicioso... y sofisticado —miré a Klaus, quien parecía demasiado atónito como para hablar—. Bien, quiero dos, por favor.
—En seguida, mademoiselle —el mozo sonrió amablemente, rellenando nuestras copas de vino para después marcharse hacia la cocina.
—Woah... C'est parfait... —musitó— Tu francés es perfecto, Bee. Estás llena de sorpresas.
—Oh ya sabes, tengo muchos trucos bajo la manga —le guiñé un ojo, dándole un pequeño sorbo a la copa de vino—. Es que tuve homeschool los últimos dos años de preparatoria, y para mis padres era muy importante que yo aprendiera muchos idiomas. Puedo hablar inglés, español, francés, hindi e italiano.
—Espera, espera, un momento... —parpadeó varias veces— Me estás diciendo que no sólo eres guapísima, inteligente, divertida... Si no que también, ¡¿eres poliglota?!
Me reí, encogiéndome de hombros.
—Eres increíble, te lo juro... Me sorprendes cada vez más —negó con la cabeza, sonriendo ampliamente—. Así que... ¿aprendiste hindi por una razón en particular?
—Pues... mis padres tienen un estilo de vida muy libre —respondí—. Ellos aman viajar por el mundo, y cuando yo tenia dieciséis... nos mudamos a India, a Rishikesh.
—Rishikesh, ¿eh? ¿No es una de las ciudades más espirituales de la India? —Se inclinó hacia delante, apoyando la barbilla en la mano, como si estuviera genuinamente interesado en mi historia. —He oído hablar de ashrams, meditación y retiros de yoga... Namaste y todo eso... —se rió levemente.
Asentí.
—Es un lugar precioso, si aprendes a vivir ahí —sonreí ligeramente al recordar mis mañanas de meditación.
—Es increíble... tienes tanto conocimiento para la joven edad que tienes... —negó con la cabeza, mirándome con incredulidad— Entonces, a ver si adivino... ¿también eres instructora de yoga certificada o algo así?
—No, pero mi madre sí.
—Oh, por supuesto —se cruzó de brazos—. Muy bien, Bee Carter... tú ganas. Eres oficialmente la persona más fascinante que he conocido. Y pensar que todo este tiempo pensé que yo era interesante porque podía nombrar a todos los emperadores romanos en orden cronológico...
Me volví a reír, escondiendo mi sonrojo al darle un sorbo a la copa de vino.