Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 9:

~~~~Bee♡

Hay algo que nadie te dice sobre las mejores amigas:
a veces son peores que un despertador con ansiedad.

—¡Vamos, Bee, LEVÁNTATE! ¡Nos vamos a quedar sin buenos lugares! —gritó Lisa, descorriendo las cortinas con la violencia de la señora de la fotocopiadora cada mañana.

—¿Qué hora es? —murmuré, aún enterrada en mis sábanas como una larva en evolución.

—Hora de que dejes de dormir y empieces a vivir. ¡Hoy canta Midnight Noise!

A eso no supe si responder con entusiasmo o con pánico.

Habían pasado apenas unos días desde que habíamos acordado con Nick que habrían "mejores noches", y desde entonces mi cerebro se había convertido en un campo de batalla entre la razón y el corazón.

Y ahora, la guerra tenía banda sonora.

Un nuevo parque de diversiones se inauguraba en la ciudad, el más grande hasta el momento. Durante la primera semana, habían organizado un festival para celebrar su inauguración, habría bandas, fuegos artificiales y stands de maquillaje y peinados.

Y por supuesto que Midnight Noise se presentaría la primera noche.

—Lisa, el concierto empieza a las seis de la tarde. Son las nueve de la mañana. —Me senté, despeinada, y tomé el primer sorbo de café que encontré sobre el escritorio. Hice una mueca de asco al notar que estaba rancio, ¿cuándo lo había olvidado ahí?

—Por eso mismo. Si queremos estar en primera fila, tenemos que llegar antes que las fans histéricas —dijo mientras se maquillaba con la concentración de una cirujana—. Y además, ¡te prometí que íbamos a tomarnos una foto para tu nuevo Instagram!

Ah, sí. Mi recién estrenada cuenta de Instagram.

La había creado aquella noche después del concierto, con la idea de sentirme un poco más normal en un mundo de universitarios cibernéticos.

Quizás no había sido una buena idea contárselo a Lisa, desde que lo supo que no había dejado de insistir en que “no podías ser una joven adulta funcional sin un feed decente”.

—Está bien, está bien —cedí, poniéndome un short de mezclilla y una camiseta blanca—. Pero prométeme que no vas a subir una historia gritando si Nick aparece.

Lisa me miró con una sonrisa diabólica.

—No puedo prometerte eso.

Afortunadamente, logré convencerla de darme una hora de estudio y un buen desayuno en Starbucks antes de emprender viaje al parque de diversiones.

El lugar estaba decorado con luces de colores y puestos de comida que olían a algodón de azúcar, hamburguesas y adrenalina.

Era como si la infancia y el caos hubieran tenido un hijo hiperactivo.

Lisa me arrastró hasta una zona frente al escenario.

—¡Este es el lugar perfecto! —dijo, desplegando su manta de picnic como si estuviéramos colonizando territorio enemigo.

—No me digas que trajiste un mantel.

—Obvio. Instagram, Bee. Estética ante todo.

Suspiré.

Nos tomamos una foto frente al escenario: ella poniendo su sonrisa más grande, yo intentando parecer natural (fallando, como siempre).
A los cinco segundos, ya estaba publicada: “Con mi mejor amiga esperando a Midnight Noise 💖✨ #BeeAndLisa #FestivalNight”.

Genial. Oficialmente, el mundo sabía que existía.

Estaba revisando la foto cuando lo vi.

Nick.

Con su guitarra al hombro, gafas oscuras y esa sonrisa que parecía un desafío.

Caminaba junto a Cherry y Scott, rodeado de técnicos con cables y equipos.

No lo pensé.
Corrí.

—¡Nick! ¡Nick, espera!

Se detuvo, sorprendido.

—Bee —dijo, sonriendo—. No esperaba verte tan temprano.

—Yo tampoco… —jadeé—, pero necesitaba hablar contigo. Cinco minutos.

—No tenemos cinco minutos —nos interrumpió Cherry—. Tenemos que hacer un ensayo más antes de la presentación.

—Lo sé, pero... sera rápido, lo juro —respondí tímidamente.

—Aún así... no creo que...

—Cherry —Nick bufó— ¿Por qué no vas a revisar si los instrumentos fueron trasladados en buen estado?

Su compañera de banda abrió la boca para protestar, pero ante la mirada seria de Nick, decidió darse la vuelta y marcharse refunfuñando.

Y ahí estábamos.

Yo, tratando de recordar cómo se hablaba.
Él, esperándome con esa paciencia que era puro fuego disfrazado de calma.

—¿Qué pasa, Carter? —preguntó, medio divertido.

—Estuve pensando. Mucho. —Me crucé de brazos, nerviosa—. E… hice una lista mental de las cosas que me gustan y no me gustan de ti.

Alzó una ceja.

—¿Una lista? ¿Debo preocuparme?

—Tal vez.




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