Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 15:

~~~~Bee♡

Había pasado tres semanas desde que Nick volvió a mi vida como si fuera un huracán amable que, en lugar de destruir cosas, las ordenaba.

No sabía cómo había sucedido, pero de pronto tenía algo parecido a una rutina:

1. Paseos con Nick.

2. Café con Lisa.

3. Estudiar hasta que mi cerebro derretido pedía auxilio.

Y, por primera vez en meses, sentía que mi vida no estaba cayéndose a pedazos.

Podía respirar.
Podía reír.
Podía disfrutar de… nosotros.

Era extraño. Y lindo. Y un poco aterrador, pero de ese tipo de miedo que te acelera el corazón de forma agradable.

Estaba caminando por el pasillo largo del edificio, pensando en qué película veríamos más tarde, cuando escuché dos voces familiares.

Y no precisamente porque quisiera escucharlas.

Klaus y… Martina Vega.

Fantástico.

Intenté darme media vuelta como un ninja profesional, pero mis llaves se me resbalaron de la mano e hicieron un “cling” estruendoso contra el piso.

Ambos se giraron.

Perfecto. Adiós sigilo. Hola incomodidad social.

—Phoebe Carter —dijo Martina con una sonrisa que no era una sonrisa, sino más bien un arma blanca—. Qué sorpresa.

—Hola… —sonreí solo porque la diplomacia universitaria lo exigía—. ¿Cómo están?

Martina cruzó los brazos.

—Te busqué durante semanas para la nota de Midnight Noise. No entiendo por qué no contestaste mis mensajes.

Yo sí entendía. Los ignoré. Con dedicación.

—Martina, lo siento, pero no tengo interés en participar en el periódico —respondí, lo más amable posible.

Ella entrecerró los ojos, dolida en su ego profesional.

—Hubieras podido decirlo desde el principio.

—Sí… —parpadeé— bueno, tienes razón.

Soltó un “ajá” cargado de juicio y se marchó, dejando un olor a perfume caro y frustración.

Me quedé sola con Klaus.

Él me dedicó una sonrisa tímida.

—Pensé que habías desaparecido —dijo—. Ni siquiera te vi por el campus estos días...

—¿Qué? No… —me reí incómoda— bueno, sí, un poco.

Nos quedamos en silencio, sólo podía sentir el peso del remordimiento. Porque había hecho algo impensado: Ghostear a un buen muchacho.

—¿Hice algo mal aquella noche? —preguntó, rascándose la nuca— Porque no volviste a contestarme.

Oh...

Bueno, ahora mi culpa se multiplicó por cien.

—No, Klaus, tú no hiciste nada mal —respondí sinceramente—. Yo estuve muy ocupada y… bueno… —respiré hondo— La cita fue maravillosa, no es tu culpa es que... —hice una pausa— estoy conociendo a alguien más.

Él asintió despacio, con esa sonrisa suave que siempre tenía.

—Lo siento, de verdad —me mordí el labio—. Debí habértelo dicho, Klaus, debí haber...

—Está bien, Bee —me interrumpió tranquilamente—. No tienes que disculparte. No me debes nada.

Qué persona tan sana emocionalmente. Ojalá yo pudiera tener su templanza. Y eso que viví en Rishikesh.

Antes de que pudiera decir algo más, escuché un golpe fuerte en una de las puertas del fondo.

Los dos miramos hacia allá.

Nick.

Mi novio-no-novio, parado con los brazos cruzados frente a la puerta de Cherry, mirándome como si me hubiera atrapado vendiendo secretos al enemigo.

Nuestro contacto visual fue de unos cuatro segundos intensísimos, cargados de “¿por qué estás hablando con él?” y también de “no me voy a poner celoso, no me voy a poner celoso, no me voy a poner celoso…”.

Luego, Cherry abrió la puerta y él desapareció adentro como un gato ofendido.

Suspiré.

Genial. Celos.

Volví la mirada a Klaus, que parecía un poco confundido por la escena.

—¿Quieres… tomar un café? —le pregunté— Para compensarte por haber desaparecido del mapa.

Sonrió.

—Seguro.

Pasamos una tarde tranquila en una cafetería cerca del campus. Hablamos de música, del documental que él estaba viendo, y de cómo las clases parecían consumir nuestro tiempo vital como si se alimentaran de él.

En algún punto mencioné que tenía que entregar un ensayo sobre un hecho periodístico de los 70.

Klaus, entusiasmado como si le hubiera hablado del mejor tema del universo, dijo:

—Yo puedo ayudarte. Es una de mis décadas favoritas en la historia contemporánea.

Yo le creí. La verdad, no tenía espíritu para cuestionarlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.