~~~~Bee♡
Desperté antes que Nick.
No sé si era la felicidad, la ansiedad o el hecho de que él dormía tan profundamente que me daban ganas de despertarlo solo para ver su reacción… pero ahí estaba yo: observándolo.
Tenía un brazo sobre su cabeza, el pelo un poco revuelto y una expresión de paz que jamás le había visto en ninguna foto de internet. El verdadero Nick Tyler no era la estrella del rock que posaba con cara seria en las revistas.
El verdadero Nick Tyler dormía como si alguien lo hubiera noqueado con una almohada.
Me acerqué despacio y le di un beso en el hombro.
Otro.
Y otro.
—Hmm… —murmuró, todavía en un sueño borroso.
Sonreí. Perfecto. Ya era hora de usar mi arma secreta: las cosquillas.
Le ataqué los costados y él se incorporó de golpe.
—¡Bee! —rió, intentando atraparme— No, no, no, no— ¡AH!
En un movimiento digno de un atleta olímpico (o alguien que ha practicado mucho pelear por espacio en habitaciones de hotel), me giró y terminó encima de mí, riendo, con la mirada tan tierna que me derretí instantáneamente.
—Siempre ganas —bufé, fingiendo indignación.
—Porque te distraes —susurró, inclinándose para besarme.
Lo habría besado durante horas si no fuera por—
TOC, TOC, TOC.
Los dos nos quedamos congelados.
—¿Esperas a alguien? —susurró Nick.
—No —susurré yo también, porque al parecer hablar bajito hacía que las visitas inesperadas desaparecieran.
TOC TOC TOC.
Y entonces escuché la voz.
—¿Bee? ¡Amor, somos nosotros!
Mis padres.
MIS. PADRES.
De Rishikesh.
Del espíritu libre.
Del yoga extremo.
De la filosofía de “las puertas solo son una ilusión material”.
—Oh no —susurré— ¡Nick, rápido! Tienes dos opciones: enfrentar a mis padres… o esconderte en el baño.
Él se puso pálido como una pared recién pintada.
—¿Con tus padres te refieres a... —hizo una pausa, parpadeando varias veces— tus padres?
—MIS. PADRES.
No dudó ni un segundo.
—Baño.
Corrió hacia allí, pero antes de cerrar la puerta me di cuenta:
—¡Tu camiseta! ¡Nick, tu camiseta!
La miró tirada en el piso.
Miró la puerta.
Miró la camiseta.
Miró la puerta de nuevo.
Y desapareció dentro del baño sin ella.
—Perfecto —me masajeé las sienes—. Maravilloso. Esto es exactamente lo que quería para mi viernes.
Respiré hondo, me puse una sudadera gigante y abrí la puerta.
Ahí estaban:
Mi mamá, con su vestido de lino y sus pulseras infinitas. Mi papá, con una bufanda hecha a mano y una sonrisa del tamaño de la India.
—¡Bee! —mi madre me abrazó con energía espiritual— ¡Sorpresa!
—¿Sor... sorpresa? —tartamudeé.
—Decidimos venir una semana a visitarte —dijo mi padre—. Te extrañamos.
Me quedé un momento en shock. Una parte de mí estaba feliz… y la otra parte estaba rezándole al universo para que Nick no estornudara dentro del baño o decidiera “asomarse un segundo”.
—¡Qué lindo! —sonreí tensa— Pero… quizá hoy es un mal día porque tengo muchos exámenes. ¿Por qué no descansan en su hotel y mañana...
—¿Qué es eso? —me interrumpió mi mamá, señalando algo detrás de mí.
Miré.
La camiseta de Nick.
Tirada a medio metro, como evidencia de un crimen.
Me lancé sobre ella con la velocidad de un ninja y la escondí detrás de mi espalda.
—¿Esto? Nada. Una… prenda. Genérica.
—Creo que es una camiseta —dijo mi padre, sospechando absolutamente nada.
—¿Qué les parece si les doy un tour por mi universidad? —Intenté sacarlos del cuarto como si estuviera guiando a dos patos despistados que no entienden la dirección.
—Veo que estás nerviosa —dijo mi madre, sospechándolo todo—. ¿Pasa algo?
—¿Algo? No, nada, cero, todo bien, la vida es hermosa, Rishikesh, chakras, paz interior, ¿vamos?
Los llevé al pasillo, esperando que allí estuviera a salvo, pero mi padre se detuvo fascinado frente a la máquina expendedora.
—¡Increíble, Bee! ¡Da bebidas con solo presionar un botón! La tecnología estadounidense es verdaderamente sorprendente.
—Papá, eso existe desde antes de que yo naciera.
—¡Pero no en el ashram!