Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 24:

~~~~Nick🎸

A veces la vida te da la vuelta como si fueras ropa dentro de una secadora industrial. La gira mundial había sido eso: luces, aviones, gritos, aplausos, entrevistas, premios, postales que no tuve tiempo de mirar… y un vacío constante en el pecho que no se callaba nunca.

El último concierto había terminado esa noche. En el Club 88, en el lugar que nos vio nacer, en la ciudad que nos vio nacer.

El último.

O al menos eso creía yo, hasta que Dean se apareció en el camarín con una sonrisa enorme y el entusiasmo de alguien que claramente quería arruinarme el descanso.

—Chicos, tengo excelentes noticias —anunció, levantando una carpeta como si fuera una carta de Hogwarts—. Es muy probable que se extienda la gira. ¡Lo vamos a anunciar como sorpresa para los fans!

Yo estaba demasiado agotado para decir “maldición”, demasiado amargado para decir “genial”, y demasiado confundido para decidir qué quería sentir, pero asentí.

Así que sólo respondí con un pulgar arriba y una sonrisa falsa que seguramente daba miedo.

Scott y Patrick celebraron. Cherry gritó un “¡LO SABÍA!” que me perforó un tímpano.

Yo solo quería aire. Era irónico.

Podía estar frente a setenta mil personas sin perder la respiración… pero el camarín lleno de perfume, sudor y gritos me estaba asfixiando.

Así que salí por la puerta trasera. El callejón estaba frío y silencioso. Justo lo que necesitaba.

Me apoyé en la pared, bajé la cabeza… y escuché una voz muy familiar.

—Oh. Hola.

Levanté la mirada.

Lisa.

Lisa, con un vestido azul, un bolso cruzado y el teléfono en la mano, de pie al lado de unos contenedores mientras esperaba un Uber.

Mi corazón dio un giro brusco. Porque si Lisa estaba ahí, eso significaba que Bee… quizás...

—Hola —logré decir, intentando sonar normal—. ¿Qué haces aquí?

—Vine al concierto —respondió con una sonrisa amable—. Era el último. Una chica del campus tenía entradas y me invitó.

Asentí, incómodo en mis propios huesos.

—Te dejaste el cabello más corto —dije, porque al parecer mi cerebro decidió que ese era un comentario útil.

—Sí —se rió—. Era eso o teñirlo de fucsia. Elegí la opción más cuerda.

Hubo un silencio pequeño. No incómodo. Solo… cargado.

Y yo no pude aguantar más.

—Lisa, ¿cómo está Bee?

Ella parpadeó. Bajó la mirada. Dio un pequeño suspiro.

—Terminó el año —me dijo—. Sacó notas buenísimas… y después se fue a Rishikesh por las vacaciones.

Sentí una punzada. Un golpe directo debajo de las costillas. Y de repente, toda la esperanza que tenía de verla esa noche, de volver a verla siquiera... se había desvanecido.

—Ah —respiré hondo—. ¿Y… va a volver?

—No lo sé. —Se acomodó el bolso—. Ver tu rostro por todas partes le dolía mucho. Estabas en posters, en videos, en todas las redes… Era como si el mundo entero le recordara que tenía que olvidarte… cuando claramente no podía.

Me quedé quieto. Igual que un imbécil que acababa de recibir un puñetazo emocional.

Lisa me miró con ojos sinceros, sin rencor.

—¿La extrañas?

Solté una risa débil. Una risa rota.

—Todo el tiempo. —Levanté la vista hacia el cielo oscuro—. No la he olvidado ni un solo día. Ni un solo concierto. Ni un solo avión. Todo lo que me pasó este año… hubiera sido mejor con ella ahí.

Ella sonrió con ternura.

—Entonces díselo.

—¿Cómo? —pregunté—. ¿Qué se supone que diga? ¿"Hola, sé que te fuiste del país para no verme, pero sigo existiendo"? Además… fue ella quien terminó conmigo.

Lisa resopló con frustración.

—Bee no te dejó porque quiso, Nick. Te dejó porque Cherry la convenció. Le dijo que tenía que “hacer lo correcto” y no interponerse en tu camino. Que si seguías con ella ibas a arruinar tus sueños. Pero ella realmente estaba enamorada de ti...

Me quedé helado.

—¿Qué? —mi voz salió más grave de lo que esperaba—. ¿Cherry le dijo qué?

—Eso mismo —asintió—. Y Bee lo creyó. Estaba vulnerable, asustada, y Cherry aprovechó. La manipuló para que diera un paso al costado.

Mi mente ardía.
Mi respiración se aceleró.

Cherry.

Otra vez Cherry metiendo las manos donde no debía.

La muchacha me puso la mano en el hombro.

—Aún te queda un gran acto de amor por hacer. —Sonrió—. Como en las películas.

Su Uber llegó. Ella subió, pero antes de cerrar la puerta me dijo:

—Ve por ella, Nick.




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