Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 27:

~~~~Bee♡

Nunca pensé que una reunión de exalumnos podría ponerme tan nerviosa.

Y eso que había sobrevivido a paparazzis, giras mundiales indirectas y al corazón roto más intenso de mi vida. Pero ahí estaba yo, parada frente a la puerta del gimnasio de mi vieja preparatoria, respirando hondo como si estuviera a punto de rendir un examen final de física cuántica.

Empujé la puerta. Y el olor a desinfectante barato, nostalgia y bocaditos de jamón me dio la bienvenida.

Tracy me vio y gritó mi nombre como si no hubiera hablado conmigo el día anterior.

—¡BEEE! —corrió a abrazarme— ¡Por fin llegaste! Te ves idéntica, pero más adulta, pero igual, pero distinta… ¡ay, no sé explicarlo, te ves bien!

—Hola, Tracy —reí—. Tú también te ves… igual que siempre. O quizá más neón. ¿Tu vestido brilla?

—Es reflectivo. Por si se va la luz —bromeó.

La reunión estaba llena de caras conocidas. Algunos habían cambiado, otros parecían congelados en el tiempo.

Pasé casi una hora charlando entre pequeños grupos; que si se casaron, que si tienen hijos, que si abrieron un negocio que cerró, que si volvieron a abrir otro que también cerró.

Era… agradable.
Nostálgico.
Normal.

Hasta que la puerta del gimnasio se abrió otra vez.

Y entró Nick.

Nick.
NICK.

Con jeans oscuros, camiseta negra, su chaqueta favorita… y esa forma de caminar como si no tuviera idea de que era famoso, pero al mismo tiempo pareciera que nació bajo un reflector.

Todo el mundo se quedó en silencio.
Algunos se empujaron entre sí.
Una chica dejó caer su vaso de ponche púrpura. Jason, el quarterback idiota, abrió la boca como si fuera a atrapar una mosca.

Y yo…

Mi corazón simplemente olvidó cómo latir por un momento.

Seis meses sin verlo.
Seis meses sin escucharlo cerca.
Seis meses sin esa sonrisa suave que siempre me derretía.

Y ahora estaba ahí.
Mirándome a mí.

Caminó directo hacia donde yo estaba.
Ni una mirada a nadie más.

Yo tragué saliva. Él sonrió.

—Hola, Bee —me dijo, con esa voz que todavía me sabía de memoria.

Pero antes de que yo pudiera hablar, Tracy apareció como una burbuja explosiva entre nosotros.

Se acomodó el cabello, se puso seria y dijo:

—Mmm… lo siento, pero aquí debe haber un error. Nosotros no contratamos cantantes para la reunión. Esto es una reunión de exalumnos, no un meet & greet. —ella habló con voz melosa, colocando una mano sobre su hombro.

Nick sonrió encantadoramente.

—No hubo ninguna confusión, guapa —dijo con tranquilidad—. Yo también soy un exalumno.

Tracy frunció el ceño.

—¿Perdón?

Nick apoyó las manos en los bolsillos.

—Sí, Tracy. En la preparatoria tú solías reírte de mí y llamarme “cuatro ojos”, ¿ya te has olvidado?

El silencio que cayó en el gimnasio fue histórico.

Yo me quedé congelada.
¿CUATRO QUÉ?

Tracy abrió la boca, horrorizada.

Y entonces escuché la voz del idiota más idiota de los idiotas de mi generación:

—Un momento… —dijo Jason, entrecerrando los ojos—. ¿Tú eres… Nicholas Hayes? ¿El nerd fans de los cómics?

Él se volvió a Jason como si estuviera a punto de darle un puñetazo en el rostro, pero asintió con la cabeza.

—El mismo.

Y el gimnasio explotó en murmullos.

Nicholas Hayes.

El chico tímido.
Delgadito.
Con brackets.
Con lentes gruesos.
El que dibujaba increíble.
El que se sentaba dos bancas detrás de mí en historia.
El que me pasaba la tarea de matemáticas.
El que me hacía reír con sus tonterías y chistes.

Nicholas.
Nick.

Mi Nick.
Había sido él todo este tiempo.

Mi cabeza se llenó de imágenes de la preparatoria como diapositivas rotas.
Y no podía creerlo.
No podía CREERLO.

Algunas personas comenzaron a reírse.
De él.
Recordando su época “nerd”.
Como si fuera gracioso.

"¿Este es el que se la pasaba en la biblioteca?"
"¿Lo recuerdas? Siempre nos reíamos de su ropa..."
"Sus anteojos eran ridículos..."

Y eso fue lo que me encendió.

Me adelanté un paso.
Mi voz salió firme, más firme de lo que esperaba.

—¿De qué se ríen? —pregunté, mirando a todos—. ¿En serio? Mientras ustedes siguen atascados en los mismos trabajos aburridos, él no puso atención a sus burlas y cumplió su sueño.

Hubo un silencio incómodo.




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