Las canciones que no te dediqué

CAPÍTULO 28:

~~~~Nick🎸

Hay cosas que uno no puede volver a vivir dos veces sin destruirse.

Como un corazón roto.

Como dejar ir a la persona que amas sin pelear por ella.

Así que cuando Bee y yo salimos de ese gimnasio lleno de bocaditos de jamón, yo tenía una idea muy clara:

No dejaría que esto terminara como la última vez.

Ni de chiste.

—¿Podemos caminar un rato? —pregunté, todavía con el pulso acelerado por todo lo que acababa de pasar.

Ella asintió.

Y comenzamos a caminar en silencio por la costa, como si estuviéramos intentando recordar cómo se hacía eso: existir cerca el uno del otro sin rompernos.

Encontramos un carrito de helados.
Bee pidió uno de frutilla-limón, muy típico de ella.

Yo pedí chocolate con más chocolate, porque me considero una criatura simple.

Caminamos un tramo en silencio, hasta que no pude aguantarme más.

—Los seis meses de gira fueron horribles —solté, directo, sin filtro—. Tocaba frente a cincuenta mil personas y aun así me sentía… vacío. Te extrañé como un desgraciado.

Ella bajó la mirada.

—Para mí también fue horrible —dijo con voz baja—. No dejaba de pensar en ti. Todo el tiempo… incluso cuando no quería.

No sé qué me afectó más: su voz rota o el hecho de que también hubiera sufrido.

De cualquier forma, quise acercarme.
Quise tomarle la mano.
Quise… todo.

Pero sabía que tenía otra cosa que sacar del pecho antes.

—Bee —respiré hondo—. Sé lo que te dijo Cherry.

Levantó la mirada.

—¿Lo sabes?

Asentí.

—Sí. Y… nunca debiste escucharla. Ella estaba celosa, confundida y… —me pasé una mano por el cabello— me pasé seis meses enojado conmigo mismo por no haber dicho nada aquella noche en la biblioteca... Decidí que esta vez va a ser diferente y... ya me enfrenté a ella.

Bee parpadeó un par de veces, sorprendida.

—¿Qué… qué hiciste?

—Le dije que no pienso seguir en una banda con alguien que intenta manipular a la persona que amo.

Ella se quedó congelada. Y juro por mi guitarra favorita que el corazón se me detuvo.

—Nick… tu banda es importante. Midnight Noise es tu sueño. No puedes dejarla por algo así.

—Quizá no debería —respondí—. Pero estoy muy enojado. Y no pienso permitir que vuelva a lastimarte.

Ella suspiró, pero no insistió.
Sabía que no iba a cambiar de opinión en ese momento.

Pasamos el resto de la tarde caminando, hablando de cosas tontas y profundas al mismo tiempo. Como siempre.

Hasta que oscureció.

—No deberías volver al campus sola... —murmuré.

—No te preocupes, puedo pedir un taxi.

Negué con la cabeza.

—Me gustaría acompañarte, pero... —me rasqué la nuca— no sé si será bueno por los paparazzi... No quiero causarte más problemas...

—No te preocupes —ella se volvió hacia mi, con esa sonrisa que tanto extrañaba—. Siempre podemos salir corriendo.

—Buen punto —le devolví la sonrisa.

La acompañé hasta la puerta de su habitación. Y por primera vez en meses me sentí torpe alrededor de ella.

No sabía si abrazarla, si despedirme con un beso en la mejilla, si meterme en una caja y enviarle mi corazón por correo postal.

Por suerte ella era más valiente que yo.

Se acercó.
Me tomó del cuello de la chaqueta.
Y me besó.

Dulce.
Suave.
Familiar.

Cuando se separó, yo tenía la sonrisa más idiota del hemisferio.

—Buenas noches, Nick —susurró.

—Sí… sí, eso. Buenas noches —logré decir.

Caminé por el pasillo sintiéndome como si hubiera ganado la lotería emocional.

Mi teléfono vibraba como loco.
Dean.
Otra vez.

Suspiré.
Me apoyé contra una pared.
Y finalmente presioné el botón verde.

—¿Qué quieres ahora? —pregunté, sin paciencia.

—Hablar. Ven a la oficina del sello —ordenó con voz seria.

—No hasta que Cherry se disculpe con Bee —gruñí—. Y no pienso extender la gira ni hacer nada hasta que…

—Nick —interrumpió—. No es por la gira.

Eso me hizo fruncir el ceño.

—¿Entonces?

—Ven. Necesito decirte esto en persona.

Genial.

El típico tono de “vamos a arruinarte la vida pero con café gratis”.




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