Las canciones que no te dediqué

Epílogo:

~~~~Nick🎸

Habían sido meses… intensos.
Brillantes.
Exhaustivos.
Y también un poquito solitarios.

Italia me había tratado bien.
Muy bien, en realidad.

El productor, Giovanni Bellini —que era exactamente lo que uno se imagina cuando piensa en un productor italiano: elegante, dramático, con más bufandas que días del mes— me exprimió creativamente hasta sacarme música que ni sabía que tenía dentro. Y, para mi sorpresa, funcionó: hicimos canciones increíbles. Del tipo que te hace pensar: Okay, tal vez sí soy bueno en esto.

Pero aun así… extrañaba a Bee.

Y eso no se arreglaba con gelatto ni pasta, aunque intenté ambas cosas.

Video llamadas todos los días, mensajes interminables, chistes malos, fotos de helados, audios larguísimos en los que ella me contaba todo lo que estudiaba como si de verdad creyera que yo entendía algo de Teoría de la Comunicación… todo eso ayudaba.

Pero nada reemplazaba verla ahí, en persona, siendo Bee.

La única, inigualable, misma Phoebe Carter que hacía que yo compusiera como un maníaco y que me enamorara más que el día anterior.

Solucioné mis problemas con Cherry.

Tardó, sí, y la mitad de la conversación fue ella diciendo “no admito que me equivoqué” mientras lo admitía con cada gesto de su rostro, pero finalmente se disculpó conmigo. Y —con bastante menos glamour— también con Bee. A regañadientes, claro, porque Cherry jamás iba a ser cálida ni suave, pero al menos ya no teníamos un elefante rosa y venenoso entre nosotros.

Eso significaba que cuando volviera a Los Ángeles, Midnight Noise estaría de nuevo en marcha.

Y yo también.

Entero, ordenado… y con canciones nuevas.

Pero, obvio, el universo tenía otros planes.

Justo cuando estaba por volver a mi país, me confirmaron una fecha en un teatro enorme en Roma. Mi primer concierto solista.

Mi nombre iluminado en la marquesina.
Gente haciendo cola para escuchar mis canciones.

La oportunidad de mi vida.

Y la cosa que más me apretaba el estómago desde que tenía dieciséis años.

Porque significaba un mes más lejos de Bee.

Scott intentó animarme con su clásico repertorio de bromas absurdas.

—Bro, piensa que estás en Italia. ¿Sabes cuántas pizzas más puedes comer?

—No me funciona —respondí, revisando mi guitarra por décima vez.

—¿Quieres que te haga la coreografía de “She Laughed” con la toalla?

—Dios, no.

—¿Quieres llorar en mi pecho, como hombres?

—Scott, por favor detente.

Nada funcionaba.

No porque no quisiera estar allí… sino porque quería estar allí con Bee.

Así que, unas horas después, estaba en mi camarín, preparado para mi debut solista, mientras afuera la multitud rugía mi nombre.
Las cortinas estaban a punto de abrirse.
El corazón me palpitaba en los dientes.
Y yo, guitarra en mano, solo pensaba en ella.

Respiré profundo.

El encargado gritó desde el otro lado:

—¡Nick Tyler, en treinta segundos! ¿Listo?

—Sí —mentí.

Me acomodé la correa de la guitarra, me froté las manos y di un paso hacia el telón.

Y entonces la puerta del camarín contiguo al mío —el de Scott, quién me había acompañado a mi viaje como el amigo de soporte emocional—, se abrió.

Su olor fue lo primero que sentí.

Ese aroma a flores y lluvia que reconocería incluso dormido.

—¿Te vas a ir a tocar sin saludarme? —dijo una voz que casi me derribó.

Me giré.

Y ahí estaba.

Bee.

De pie frente a mí con una pequeña mochila, el pelo revuelto por el viaje, y la sonrisa más bonita que vi en toda mi vida.

—B… Bee… —balbuceé, genuinamente aturdido—. ¿Qué…? ¿Cómo…? ¿Cuándo…?

—Te extrañaba —dijo, como si fuera la explicación más simple del mundo.

Me lancé hacia ella sin pensar, la abracé tan fuerte que casi lancé la guitarra.

La levanté del suelo, literalmente.

Ella rió y envolvió sus brazos alrededor de mi cuello.

—¿Estás aquí? —pregunté contra su frente, sin poder creerlo.

—Aprobé todos mis exámenes —dijo—, así que pude hacerme un espacio para venir.

—¿Un… espacio?

—Sí.

—¿De cuántos días? —pregunté, preparado para sufrir.

Ella sonrió. De esa forma que me dejaba sin aire.

—Compré solo pasaje de ida.

Mi corazón directamente explotó.




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