Ema Charles:
Pues creo que pasaron alrededor de una hora y 30 minutos, cuando al fin reconocimos el lugar donde se realizaría la actividad del instituto. Para mi gusto estaba demasiado lejos.
Tiempo donde Eliot y Lara durmieron muy a gusto la mayor parte, y murmuraban entre ellos el resto. Tiempo en donde Asher se ganaba miradas mías que descubre con más facilidad cada vez, donde de fondo nos acompañaba I guess i'm in love porque James era el encargado de la música y él sí tiene buenos gustos musicales.
No sé porque siento que me está tratando de decir algo con esta canción. Podría descartar su mirada fija en mí, y esa sonrisa que piensa que esconde muy bien, y creo que podría aparentar que solo es mi imaginación.
Bueno, en fin.
Debería de dejar de ilusionarme sola, o esto tendrá resultados desastrosos.
Los chicos bajaron primero. Asher y yo lo hicimos luego de murmurar un par de cosas.
—Recuerda... Aquí somos una pareja ¿Okey?—. Le quise recordar.
—Okey.
—Y nos queremos con locura.
—Anotado, Ema.
Me dijo que esperara y cuando lo vi salir, cruzar frente el auto de Liam ya estacionado, supe que cruzaba por su mente. Por su sucia y llena de rarezas.
Abrió la puerta a mi lado como todo el caballero, que no es. Pues eso de llevar una doble vida como un famoso anónimo y una persona que suele pasar desprevenida ya le había otorgado dones de actuación sorprendentes.
—Lo que sea por mi novia.
—Si aja—. Puse los ojos en blancos antes de salir.
Y todo afuera era tan movido, y ruidoso, y brusco. El campo que se extendía hasta más allá de donde mi vista lograba captar, estaba lleno de árboles, césped verde y brillante con un toque artificial, esto debido a la línea de autos estacionados.
El silencio había desaparecido, aun se podía respirar el dulce sabor de la naturaleza, pero con mayor dificultas, todo era diferente. Había venido cada año desde que entre al instituto de Insane, pero esta vez todo se sentía extraño.
—¿Seguimos a los chicos?—. Asher deslizó su mano sobre mi dorso hasta que ambas quedarán entrelazadas.
Me está empezando a latir el corazón.
Calma Ema. Te buscaste esto.
No te quejes. Calmada.
Me esforcé todo lo que me era posible para darle una sonrisa.
—Me parece genial—. Busca a los chicos, no lo mires.
No pienses en nada.
Le hice caso a la voz de mi cabeza y localicé a ambos, Lara y Eliot, colocando una manta sobre unos de los árboles más grandes.
Las hojas danzaban al ritmo de una música que desconocía. Bueno, al menos ya no estoy pensando en nada. Tenía más centrada a cabeza en las hojas entre café, amarillo y rojo que gritaban que el otoño estaba llegando.
Asher y yo avanzamos de la mano los pocos metros que nos separaban de los chicos. Eso fue suficiente para ganar algunas miradas, algunos susurros y generar preguntas.
Justo lo que queríamos. O ese pensé, aunque Asher lucia mas que nada tenso al tener tanta atención, y yo simplemente me sentía inquieta.
Fui la primera que se sentó cuando llegamos a ellos, lo necesitaba. Ya habían acomodado las mantas, y Lara incluso servía los 4 platos, mientras que Eliot sacaba algunas bebidas del pequeño frigorífico con el que apareció esta mañana.
No tengo una idea de donde diablos saco esa cosa.
—Como que me asusta los serviciales que están ustedes dos hoy—. Y sí que asustaba un poco.
—Bueno es que necesitamos al...
Lara le cubrió bruscamente la boca al pelinegro. Quién se empezó a quejar sin que se le entendiera una sola de sus palabras. Eso para nada le impidió seguir balbuceando entre su mano.
—Asher ven aquí—. Golpeé el lugar a mi lado, quería que mi novio falso se uniera al ambiente amistoso.
Él con una sonrisa en el rostro se sentó donde le dije. Cerca mío, muy cerca, demasiado. Y me arrepentí de no haberlo dejado parado como un idiota.
—Van a pedirnos una estupidez ¿Verdad?
—Tan perspicaz como siempre—. Eliot parpadeo varias veces y de manera exagerada.
Sus ojos me miraban. Su mano se alzó frente a mí, y mando quién sabe cuántos escalofríos a mi cuerpo cuando pasó algunos mechones de mi cabello revuelto detrás de mi oreja. Creo que no escucho si quiera lo que acabo de decir.
No lo culpo, hasta yo lo he olvidado.
—Parecía incomodarte—. No dije nada.
No con palabras al menos.
Pero Eliot y Lara intercambiaron una mirada que por supuesto era de todo menos inocente.
A veces creo que decimos más de lo que queremos. Nos delatan las miradas que morimos por ocultar, los suspiros con los que insistimos en contener la respiración, nos delatan las palabras que mueren por salir y se mueren en algún lugar de la garganta.