¿Quién dijo despedirse? Habían pasado dos días y la incertidumbre de qué había pasado con la pequeña Kitty la tenía en ascuas, sumado a que no había podido dejar de pensar en esos ojos azules; lo había soñado, haciendo que despertara con una sensación en el pecho de angustia, de necesidad de verlo; sin embargo, no tenía explicación para cómo se sentía, Sabía que era absurdo y algo irracional, pero así era y no podía hacer nada en contra de cómo se sentía.
—Hola amor ¿Cómo estás? Disculpa que recién te contacte—Ni siquiera había visto el nombre de contacto cuando la llamaron, solo atino a responder y como siempre, saber de su dichosa prometida, tenía menos emoción que un buen café por las mañanas.
—Tranquila, no te preocupes, yo estoy bien ¿Cómo van los negocios?
—Cariño, sabes qué.
—Tienes razón, cuanto menos sepa mucho mejor.
—¿Qué estuviste haciendo en tu aventura?
—Caminar, respirar aire puro, tiempo para mí misma, lo necesitaba. —Obviando claramente, hablarle sobre aquel episodio con el rubio, con esas pequeñas bellezas; no quería hacerlo, pero algo le gritaba que no debía decirlo; era como si fuera otra parte de su vida, una que Lana, no debía saber.
—Te extraño nena, me hubiera gustado tomarme ese tiempo para estar ahí contigo, tomar tu mano y besarla, ver más allá del horizonte.
Lana, se había puesto modo romántico, cuando Eva, solo quería que dejara de hablar, continuar su viaje y tal vez volver a verlo, movía la cabeza, por esas ideas, pensamientos, por primera vez desde que despertó del coma, se sentía ahogada, saturada, pero también sentía que algo más la unía a ella, podía ser agradecimiento, después de todo Lana, era lo único que ella tenía, no había un pasado donde recurrir, donde abrazar algún recuerdo.
—Claro yo también quiero verte.
—Bueno preciosa, te dejo, nos vemos pronto y por cierto, te deje sin seguridad, para que veas que confió en ti, eres mi vida Eva, por favor nunca lo olvides, por ti hago lo que sea.
Cortó la llamada y Eva, se sintió más aliviada; no quería ser mala, pero cuando Lana, se ponía en ese plan, realmente la aburría, así que cortar la llamada, era como si le quitaran un peso de encima; una sonrisa sarcástica se forma en su cara.
—¿Por qué no la puedo amar? Siempre se preocupa por mí, es atenta, cariñosa, procura darme todo lo que necesito, pero mi corazón no puede amarla; es como si la sintiera lejana y cercana a la vez. Han pasado años y me sigo sintiendo de la misma manera; simplemente es como si algo gritara de mí que no debo y no puedo. Debería amarla, pero no puedo, simplemente, no puedo hacerlo.
“Como una mejor amiga” Rondaba ese pensamiento en su cabeza, la sensación en su pecho, aquella frase que volaba como una nube, dejando un dolor punzante, como si en su cabeza, hubiera una guerra, tuvo que sostenerse de una de las paredes, estaba ahí otra vez, ese dolor, como si alguien quisiera abrir una puerta con un hacha y en esos momentos los ojos de aquel rubio bonito la invadieron, trayéndole una corriente de aire, de alivio.
—¡Wow! Eso fue —Se decía a sí misma, como si no creyera como se sentía, el rubio bonito fue la medicina para ese tipo de episodios.
Sin darse cuenta, termino, en el camino, rumbo a la veterinaria no había puesto la dirección, solo sus pensamientos más profundos se materializaron y la llevaron a donde no debería, aún así finalmente lo hizo.
—Señorita, Evangelina que gusto verla aquí—era el veterinario que vio antes, este se secaba las manos, ante el nerviosismo de estar ante una mujer tan hermosa, tan perfecta, ante la diosa del nuevo milenio como la habían apodado, en aquella revista que tenía guardada en una de las gavetas de su escritorio.
—Buenas tardes, quería saber cómo sigue la pequeña Kitty, ¿La recuerda? no debería, pero realmente estoy preocupada por la pequeña.
—Normalmente la información se le da al tutor, pero por siendo usted, hare una excepción, la pequeña esta fuera de cualquier peligro, se la llevaron anoche, aunque el joven estaba preocupado por en donde podía hacer que ella descanse, le recomendé un hotel donde dejaban entrar mascotas supongo que está ahí.
Algo que había aprendido es la coquetería ligera, no le quedo de otra, que acariciar el brazo de aquel hombre para poder conseguir lo que necesitaba, no demoro mucho en darle la información necesaria, sin embargo, se preguntaba con qué excusa iría a ese lugar. Lo investigo por internet y pudo ver que tenía una enorme piscina, tal vez debía detenerse ahí, no buscar la oportunidad, pero era más fuerte que ella, no podía evitarlo.
…
Él estaba cuidando a su pequeña Kitty, dejando que ella descanse, mientras que Arnulfa, se paseaba por aquella habitación, ronroneando, frotando su cuerpo en cada una de las parees, para luego subir a la cama y pasar su cola por el hocico de la pobre perra desvalida.
—Deja de molestar a tu hermana, eres terca gata traviesa—La tomo entre sus brazos, la acaricio y la dejo en su canasta, debía aprender a respetar a su familia.
decidió dar un paseo, caminar por los alrededores, amaba a sus pequeñas, pero necesitaba convivir con otros seres humanos, tenía los anteojos puestos, había un sol radiante, por lo que decidió caminar por la piscina, de pronto como si fuera una aparición divina, un ángel caído del cielo, ahí estaba ella, hermosa, exuberante, saliendo del agua, como si fuera alguna modelo de comercial de televisión. No pudo evitar, que sus ojos vayan desde sus pies, subiendo a sus hermosas piernas, esa pequeña cintura, ese traje de baño de una piensa, dejando que su cuerpo se viera casi perfecto.