—No está bien, esto no está bien —expresaba ella de manera frenética y errática, una y otra vez.
—Es extraño —se repetía él, mientras tocaba sus labios. Al separarse de ella, esa sensación, esas emociones, no tenían explicación.
—Yo no me siento bien, creo que mejor me voy.
Quería correr, escapar; ese beso, esa emoción que sentía, era tan apabullante, la sobrepasaba, ella se iba, tocando algunas columnas; era como si el aire le faltara, mientras que Sebas se quedaba en su lugar, como tratando de asimilar que no fue un simple beso, no fue solo un roce de sus labios con los de ella, era la unión de sus bocas, de sus latidos. De dos corazones que se reconocían, pero de pensamientos que no se enteraban.
—¿Por qué esa cara? Se fue corriendo la mujer bonita.
—Creo que tengo miedo —dijo para luego buscar dónde sentarse; sentía que era demasiado, que eran tantas emociones, que le era difícil mantener el equilibrio.
—A ver, rubio, ¿eres un estafador, un ladrón, o algo parecido? Te lo dije, ella hubiera querido que hicieras tu vida; no eres el mismo payaso que conocí aquel día. Te lo dije y te lo repito. Tu deber para honrar su memoria es seguir adelante, te lo vuelvo a decir. Tengo un presentimiento con ella, que no sé ni cómo explicarlo.
—Ella era perfecta, maravillosa, no puedo traicionarla de esta forma, no merezco sentir esto, debo sufrir todos los días de mi vida a causa de lo que provoque, está mal, necesito aire.
—Detente, ¡basta!
—¡No puedo! —¡¿Entiendes?! —Franklin intentaba detenerlo, pero sus lágrimas eran claro signo de lo mal que estaba; lo lamentaba terriblemente, no era justo, él ahora era su amigo y lo apreciaba mucho; cuando alguien quiere a otra persona, siempre anhela lo mejor y eso era lo que quería para Sebas, que se dé otra oportunidad, que se dé cuenta de que el mundo no se había acabado con la atrocidad que había cometido ese monstruo.
—Amor, ¿qué sucedió con Sebas ?
—Tiene como una lucha interna en este preciso momento, tiene que darse cuenta.
—Me hubiera gustado conocer a Evelyn, debió amarla tanto. —entendiendo claramente las palabras de Franklin.
—Ella también estaba loca por ese rubio feo.
—Lamento mucho lo que ha sucedido y lo sabes, pero dime, ¿dónde está Eva? Quería decirle que sea mi dama de honor.
—¿Dama de honor? Recién la conoces; bueno, yo también. No sé qué tiene ella, que ha movido el mundo de todos.
—¿Yo muevo tu mundo, amor? —preguntó ella, tomando de la cintura a su prometido.
—Tú eres mi universo.
—Eres tan dulce —dándose un tierno beso. Mientras que, a la espalda de aquel lugar, una mujer sumamente nerviosa trataba de recuperar la compostura, respirando profundo, recordando las clases de meditación, cómo respirar para calmar sus nervios y angustia.
—Muy bien, Eva, así, respira profundo, no puedes dejar que esto te consuma, que te atormente, pero ¿por qué tengo tanto miedo? Siento que tiemblo, que sus brazos eran como brasas, que me consumían, que me hacían arder.
—Hola, guapa, ¿por qué tan solita? Ven que hace frío y yo te doy calor. —Un tipo de aspecto desagradable y olor nauseabundo, intentó tocarla; estaba tan distraída con sus pensamientos que no se había dado cuenta hasta que estuvo muy cerca. —¿Por qué tiemblas? Ah, claro, es que soy todo un partido, pero tranquila, muñeca, va a ser rápido y nunca lo vas a olvidar.
Ella cerró fuertemente los ojos; el miedo la paralizó, sentía su aliento a alcohol, quería llorar, de repente sintió una corriente de aire, como si le hubieran quitado un peso de encima.
—A ver si con eso se te quitan las ganas de molestar a mujeres que se ven solas.
—Eres un idiota. —Intentó devolverle el golpe, pero estaba tan ebrio que enredó con sus propios pies, cayendo de bruces contra el suelo.
—Vamos, párate, si puedes, imbécil —empezó a patearlo, tenía tanta rabia; solo salió porque sentía que se ahogaba y ahí estaba ese sujeto, acorralándola. Ella temblaba y tenía los ojos cerrados; una fuerza desconocida lo orilló a moverse rápido y no lo soportó.
Él se fue casi arrastrando, con la hombría herida y el ego aplastado, aunque estaba invadido de alcohol. Nunca iba a olvidar esa cara; nadie lo humillaba de esa forma.
—¿Estás bien? —¿Te hizo algo? —revisaba su rostro. Ella seguía con los ojos cerrados hasta que su voz, su dulce voz, la trajo de regreso a la realidad. No pudo evitar abrirlos y abrazarlo. Como si su vida dependiera de ello, lloraba como una niña, Él se detuvo un instante, con sus manos a centímetros de su espalda, sin saber qué hacer, pero no pudo; era más fuerte que esas ganas de detenerse, La reconfortó, le brindó ese calor que la hacía sentir segura.
—Sácame de aquí, por favor. —dijo ella en tono suplicante. Él la soltó, para luego abrazarla de lado y sacarla de ahí. Estiró la mano para tomar un taxi; luego de eso le dio una dirección al taxista, sin soltarla un instante. Ella empezó a sentir calma y paz, al punto que se iba quedando dormida como una niña que encuentra su lugar feliz.
Él no entendía por qué no se detenía, por qué no paraba la situación, por qué no la alejaba finalmente; sin embargo, ni siquiera se dio cuenta de cuándo había llegado a su refugio.
—Aquí es, muchas gracias. —Le entregó un billete, se giró para decirle que habían llegado. Cuando se dio cuenta de que estaba profundamente dormida, no tenía corazón para despertarla. Después de lo que había pasado, la cargó y subió con ella cinco pisos hasta el lugar indicado, su lugar feliz.
AÑOS ATRÁS
—Tienes a tu disposición, decenas de propiedades, departamentos de lujo, de última generación, zonas privilegiadas; no puedes preferir ese lugar.
—Hermano, no lo entenderías nunca, ese es mi lugar feliz, mi casa, su casa, ¿quieres que esté bien? ¿Qué aleje a mis demonios? me lo has dicho tantas veces, que debe ser verdad ¿ me equivoco?