Las Caras ¿del Amor?

PARTE 12

No era una imagen, no era una escena, eran voces en su mente, un sueño profundo, la voz de su inconsciente, la voz de su memoria.

—Hola princesa, despierta.

—Príncipe, es tarde. ¿Por qué no me despertaste antes? No debo dormir tanto.

—es que te veías como un ángel dormido.

—Tú me ves con amor, solo es eso.

—Yo te veo con todo el amor del mundo, princesa hermosa, eres demasiado perfecta, te he extrañado demasiado. ¿Por qué tardaste tanto?

—Solo dormí, ¿por qué hablas como si me hubiera ido? ¿Por qué lloras, príncipe?

Fue lo último que oyó; de repente sentía como si el aire regresara a sus pulmones, las lágrimas aparecieron solas, el temblor en su boca y aquel dolor que consumía su pecho.

—Ya no llores, Eva, tranquila, no estás sola —podía verlo. Ahí estaba el rubio; sintió que respiraba, que volvía a vivir, abrió por completo los brazos para lanzarse a los suyos, como si solo él la pudiera calmar.

—Tengo miedo, por favor, no me dejes sola.

—¿Por qué tienes miedo? —preguntó él.

—Solo abrázame y no me sueltes, por favor. —respondió ella, con la voz entrecortada y las lágrimas invadiendo sus ojos.

—No quiero soltarte, pero yo también tengo miedo.

—¿Miedo tú? —Separándose de él, secándose las lágrimas. Él tomó de sus manos y miró a sus ojos, acarició su rostro y le dijo.

—No quiero traicionarla, su recuerdo me persigue. Le hice daño a la mujer que amaba y siento que debería estar solo toda mi vida; por eso tengo miedo, porque merezco estar solo. Las personas como yo no merecen ser felices.

—¿Quién dice? No importa lo que hayas hecho, no mereces estar solo; seguro que ella no hubiera querido eso. —Ahora ella era quien acariciaba su rostro, secaba sus lágrimas con las yemas de sus dedos. —No sé por qué te voy a decir esto, pero lo voy a hacer, Cuando uno ama a alguien, quiere que sea feliz; el amor debe ser desprendido y desinteresado, ser puro al punto de que, sin importar si no están juntos, mientras la otra persona sea feliz, tú lo serás.

—Son muy distintas, sin embargo, a veces suenas como ella.

—Entonces debió ser muy inteligente, con un corazón enorme; háblame de ella —sonriendo, para poder calmarlo. Lo veía afectado; no era fácil para él sacar eso de su pecho.

—¿Estás segura? Es extraño, hace mucho que no lo hago en realidad. Mejor no lo hago.

—Mírame, no soy una mujer insegura de mí misma, no tengo miedo, contigo, no tengo miedo, eres como si fueras mi luz.

—Y tú la mía. —No puedo evitarlo, ese calor, esa sensación de que las viejas heridas se estuvieran cerrando, pegando su frente a la de ella, sonriendo como un bobo, como un enfermo que encontró su medicina.

—Entonces, confía en mí —le dijo ella.

—Dame tiempo.

—Está bien, dime, ¿dónde estoy? Se siente muy calientito —tomando una de las almohadas y abrazándola como si fuera un oso de peluche, sintiendo de pronto un olor familiar, como una ráfaga de aire puro directo a sus pulmones, una sensación de familiaridad, de nostalgia.

—¿te encuentras bien?

—No me hagas caso, no tiene importancia.

—Ven, baja, y te enseño; esta era la casa de ella, su lugar feliz, como le decía. —la tomo de la mano y la ayudo a bajar de la cama, Se puso unas pantuflas algo descoloridas y miró hacia abajo, atrayendo imágenes a su mente; sin embargo, estas estaban tan iluminadas, que no veía con claridad, Sintió un ligero mareo, sujetando más fuerte de lo normal la mano de Sebas; él la miró, como preguntando qué sucedía.

—te dije que estoy bien, muéstrame la casa.

Al atravesar la puerta, ese papel tapiz, unas marcas de arañones en la puerta, una mancha en la pared, acarició aquella marca, como si su mente la estuviera recordando; se negaba, debía alejar pensamientos tontos e inútiles.

—¿Y esto? —tomando un enorme oso de felpa que yacía en una esquina, le faltaba un ojo.

, era gracioso, como un oso tuerto.

—Yo se lo regalé, pero tuve que pelear con Kitty para recuperarlo; decía que cuando no dormía conmigo abrazaba a ese oso y pensaba que era yo.

—Ella te amaba mucho.

—No he cambiado nada de este lugar, todo está tal cual ella lo dejó, no he podido irme de aquí. Es ridículo, evidentemente.

—Es tu lugar feliz. Lo entiendo perfectamente. Te dije que no tengo miedo de que me cuentes; a decir verdad, yo tampoco te he contado de mí, pero eso lo haré también después.

—¿Por qué te separaste de tu novia? —tratando de cambiar el tema.

—Porque no la amaba, solo sentía gratitud; ella me importaba mucho como para hacerle eso. Ella hizo mucho por mí, era lo único que tenía, por eso seguía a su lado, pero después que te conocí, no pude seguir a su lado, me estaba ahogando. Lana, merece encontrar a alguien que la ame de verdad, que la entienda y ame cada parte de su ser.

—Tú crees que, por más daño que las personas hayamos hecho, ¿merecemos el amor?



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En el texto hay: redención, perdon, amor

Editado: 06.12.2025

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