Viernes 6 de septiembre del 2019
Ramiro Torres Cepeda:
Fuiste mi abuelito. Formaste parte de las pocas personas a las que considero familiar. Siempre me trataste como debía de ser; nunca me hiciste a un lado y te aseguraste de que supiera que contigo tenía un hogar.
Ahora que no estás, comienzo a odiar profundamente ser mejor escribiendo que hablando. Si hubiera nacido con esa habilidad o si tan sólo la hubiera desarrollado no estaría lamentándome por no haberte dicho esto cuando tenía la oportunidad.
Si lo publico es porque siento que así me podrás escuchar. Es algo raro, lo sé.
Me dolió muchísimo verte sufrir estos últimos meses. Fuiste una persona sumamente bondadosa y querida, no merecías pasar tus últimos momentos de vida en agonía. Aunque suene muy cruel decirlo saber que te has ido me hace sentir mejor, me reconforta saber que ya no estás pasando por eso.
Todo el dolor por fin ha cesado, Vito.
Nunca llegaste a leer un escrito mío y, aun así, jamás dudaste en creer que era una buena escritora. Te aseguraste de que no dudara de mi potencial, de lo que era capaz de hacer en este momento y de lo que sería capaz de hacer cuando creciera. Resguardaste los sueños de una pequeña niña.
Recuerdo perfectamente haberte dicho que quería publicar muchos libros. Me dijiste que todo lo que me propusiera lo podía lograr. Que sin importar cuanto me costaría nunca me rindiera; porque el camino siempre será difícil, pero más difícil será vivir sabiendo que podía lograrlo y no haberlo intentado.
Te prometí dedicarte mi primer libro en físico. Desde mi perspectiva tener un libro publicado es una de las mejores cosas que un escritor puede poseer. Eso simbolizas tú. Desgraciadamente te has ido y no pude cumplir la promesa a tiempo. Te aseguro que no la abandonaré, la tendré presente en todo momento.
Te agradezco de todo corazón por permitirme conocerte a fondo. Tus valores e intenciones se han impregnado en mí.
En todas mis palabras estarás presente y serás el motor para crear cada una de mis historias.
Te amo, siempre te amaré.
Sin más que decir, Vito, me despido de ti.
Tu nieta y escritora favorita…
Jenny Sanjuanita