Domingo 6 de septiembre del 2020
Vito:
Me gusta creer que cada que alguien lee lo que te he escrito me ayuda a llevarte mis palabras hasta el cielo. Aquí va mi carta.
Hoy, hace un año, me desperté tarde. Tenía clases de inglés, debía apurarme si quería llegar a tiempo, pero no lo hice. Ciertamente me preparé lo más lento posible, incluso salí de la casa y volví a los pocos segundos para perder tiempo y no tener ninguna oportunidad de llegar a la clase. Esperando el camión, vi la hora y lo supe, todo lo que hice dio resultado. Demasiado tarde para llegar a la escuela. Pensé en ir a verte por el día libre que descaradamente me regalé, pero decidí regresar a casa.
Estando en mi cuarto mi papá marcó y después de dos minutos de respuestas cortantes llorando me lo confesó.
Muerto, estabas muerto.
No lo dijo directamente, eras su padre, te amaba, intentar si quiera decir “tu abuelo” le era muy doloroso.
“Tu abuelito ya no está…”, sollozó, “…se ha ido”, dolió.
Ahí entendí la razón por la que momentos antes algo me dijo que no asistiera a la escuela, ese algo eras tú yéndote, muriéndote mientras yo despertaba.
Nunca me despedí. Sabía que pronto morirías, pero, aun así, era absurdo preparar una despedida porque eras mi abuelito y te quería para toda la vida. Pero lo hiciste, moriste y nadie podía tener control sobre eso.
Sí, fue horrible.
Hoy, un año después, puedo decirte que estoy bien a pesar de lo vivido. No hablaré por los demás porque no me corresponde. Al menos puedo asegurarte de que lo estoy.
Yo, estoy bien.
No lo negaré, me sigue afectando; mi papá marca, atiendo la llamada e inconscientemente revivo el momento en el que me dio la noticia.
Ahora lo agradezco. No tu muerte, eso jamás. Agradezco lo que me dejaste antes y después de ella.
Siempre dijiste y confiaste en que llegaría en que sería mejor escritora de lo que ahora soy. Estoy trabajando en ello por ti.
En un inicio me enseñaste a escribir con miedo y valentía, a cerrar los ojos y arriesgarse a escribir sobre aquello que nadie se atreve a escribir para demostrar lo diferente y especial que hay en mí. Después de tu partida me enseñaste a escribir sobre el dolor, la tristeza y sobre cómo no puedes revertir aquello que te provoca esas dos emociones.
Como siempre, eres mi principal inspiración.
Gracias a ti puedo presumir de mi primer libro con orgullo. El que me hayas ayudado a escribirlo después de tu desaparición física en mi vida fue y será lo mejor que me pudiste regalar.
Te seguiré extrañando, te seguiré queriendo, te seguiré pensando, te seguiré escribiendo.
Entre mis palabras e historias siempre permanecerás.
Te amo, Vito.
Tu nieta y escritora favorita…
Jenny Sanjuanita