Las cartas con las que me despido

Carta V

Domingo 13 de diciembre del 2020

Vito:

Te regañaron por haberme cargado. Me había quedado dormida en la camioneta. Tú como buen abuelo fuiste a sacarme de ella y me trasladaste a una cama. Cuando desperté me sentí culpable, te dijeron que, a pesar de ser una niña con peso liviano, era demasiado para que me cargaras. Te molestaste por la duda que depositaron en tus capacidades. Dijiste que podías cargarme. Y así era, tú podías manejar el peso de una niña con peso liviano…

Pensé en aquello ese día.

Cuando llegué a tu casa me dijeron que mi papá te estaba afeitando, por lo que me pidieron que esperara a que acabara para pasar a verte. Hice caso a la petición sin cuestionar. Minutos después alguien entró a la habitación y a los pocos segundos se fue dejando la puerta abierta.

Estabas acostado en la cama, inmóvil. Nunca supe si la falta de movimiento se debía a tu cansancio o porque para ese punto eras incapaz de moverte siquiera. Mi papá estaba sentado a tu lado. Lo miré y entendí todo. Te vi muerto cuando todos los demás seguían esperanzados en tu recuperación. Mi papá estaba serio, callado, pensativo; en sus manos sostenía un vaso con el que te daba de beber y me pregunté si lo sabía, si el reconocía que pronto te irías.

Pediste que te cambiara de posición y mi papá se alisto para hacerlo. Te cargo para cambiarte de posición en la cama porque tú ya no eras capaz de hacerlo y mi mente se vio bloqueada por aquel recuerdo.

“¿En qué momento pasó todo esto? ¿En qué momento pasé de ser cargada en tus brazos a presenciarte incapaz de moverte en tu propia cama?”

Quise llorar, pero me contuve.

Lo confesaré, pedí que te murieras. Recuerdo perfectamente haber girado la cabeza por la vergüenza al reconocer mi petición y haber pedido mentalmente que te murieras.

“¡Muérete ya, por favor!”

No tuve esperanza, al verte en aquella situación te di por perdido.

Ahora no dejo de sentirme culpable por eso.

“¡Muérete ya, por favor!”

Me convencí de que lo solicitaba por compasión, incluso en mis escritos te perdonaba por si al día siguiente decidías abandonarme…

“Si hoy te vas juro que no me enojaré.
Si hoy te vas juro que lo entenderé.
Sin importar que pueda pasar,
es tu elección y la respetaré.

[…]

Mientras tu ataúd baje, arrojaré una flor y recordaré todas las veces que tomaste mi mano y me hiciste saber que contigo significaba estar en hogar.”

Escribí alguna vez.

“¡Muérete ya, por favor!”

Pedí muchas veces en ese momento.

Hoy, después de un año y un par de meses después de tu muerte, cambio mi petición.

Perdóname, por favor.

Jenny Sanjuanita



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En el texto hay: jennysanjuanita, jenny, sanjuanita

Editado: 03.03.2021

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