Las Cartas -Dorsetshire 1

Capítulo 1

Condado de Dorsetshire, Inglaterra

1854

Josephine Lawrence estaba buscando donde quedaba el baño en la casa de los Greybooks, cuando por casualidad escuchó la conversación que Chloe y Alice mantenían.

-¿No vas a contestar la carta?- preguntó Alice a Chloe.

-¡Claro que no! – se escandalizó ésta.

-Pero creí que Leonard te gustaba...

-Sí, claro, por eso le envíe una postal en Navidad, ¿pero leíste esa carta Ali? Es horrible, quiero decir todo eso de la guerra, y no puedo soportarlo, según lo que cuenta es posible que él ni siquiera regrese.

-¡Chloe Greybooks! – la reprendió la muchacha.

-En verdad, no sé qué decirle, así que no le contestaré. Además , Anthony Doyle vino al baile –dio por finalizada la charla y luego se sintieron los pasos de ambas al irse.

Josephine, había escuchado tras una puerta, no había sido su intención, sólo había sucedido. Afortunadamente ninguna de las dos jóvenes había notado su presencia. Salió para regresar al salón del baile y al pasar por la estancia en la que habían estado las dos muchachas vio un bollo de papel tirado en un rincón, se acercó a recogerlo, lo estiró con sus propias manos y lo leyó. Era la carta del Capitán Leonard Knigth.

Señorita Chloe Greybooks

Condado de Dorsetshire, Inglaterra.

10 de Marzo de 1854

Querida Chloe:

Me hizo muy feliz recibir su tarjeta postal para Navidad, fue una alegría inmensa recibir noticias de casa. Tener aquella postal en mis manos fue un recordatorio de que Dorsetshire aún existe en algún lugar de este mundo, de que los lugares y personas que conozco son una realidad y no un invento de mi confundida mente.

En medio de la guerra uno pierde todas las certezas. Lo único palpable es la muerte, la sangre, los cuerpos caídos. Estar tan lejos parece provocar que todo lo demás se borre, difícilmente puedo recordar los días despreocupados, los bailes, la primavera en el condado. A veces tengo la sensación de que incluso yo mismo estoy lejos de lo que una vez fui. Nadie puede salir indemne de la guerra, no después de ver el horror que ocasiona, todas mis ideas se encuentran revueltas, porque dudo que haya una causa que merezca que las personas se maten unas a otras. Estoy asustado de que esto llegue a parecerme algo normal, de acostumbrarme.

Sé que no nos conocemos mucho y que tal vez esto que voy a pedirle es demasiado, pero ,¿podría escribirme y contarme cosas de casa?

Lamento sonar tan patético, pero realmente necesitaba contarle a alguien como me siento, perdóneme si la he molestado, pero esta noche necesitaba encontrar un vínculo con Dorsetshire y he recordado que aún le debía una respuesta por sus saludos.

Suyo, Leonard Knigth.

Cuando Josephine acabó de leer la carta , las lágrimas le caían por el rostro y en forma torpe se pasó la manga del vestido por la cara para limpiarse. Ella recordaba claramente a Leonard Knight, era difícil olvidarlo, era uno de los jóvenes más apuestos del lugar, tenía un aire risueño y seguro, que enloquecía a todas las jóvenes, sin embargo Josephine, sentía que el hombre que había escrito aquella carta era muy diferente al joven que había sido antes de vivir los horrores de la guerra. Y sin poder evitarlo, se guardó la carta porque él necesitaba que alguien le respondiera.

Volvió al baile para encontrarse con la mirada de su madre, Josephine no necesitó mucho para darse cuenta de que estaba disgustada con ella.

-¿Se puede saber dónde te metiste? – le preguntó con ansiedad.

-Sólo salí un momento ,madre.

-Querida sabes que no es recomendable que una joven ande sola por allí y mucho menos que desaparezcas del salón, podría ser comprometedor.

-Madre, sería comprometedor si no tuviera ya veintitrés años y ningún prospecto de matrimonio en mi futuro cercano. Además, estoy segura que un escándalo que me comprometiera, no te molestaría tanto.

-Josephine Lawrence, ¿qué haré contigo? – preguntó en forma retórica y la joven le sonrió, luego le agarró del brazo, sabiendo que el enojo materno no duraría mucho. Su madre casi se había dado por vencida con ella. Y en el fondo, era algo que la joven agradecía.

Hacía tiempo que Josephine había pasado la edad casadera , por suerte sus padres eran muy permisivos y dado que había logrado casar bien a su hermana , un año menor que ella, su madre se había resignado a que ella fuera una solterona. Además tenía una hermana pequeña de dieciséis que demandaba toda la capacidad de casamentera de la señora Lawrence, por lo que Josephine podía dedicar su tiempo a sus lecturas, sus paseos y las tareas del hogar, sin preocuparse por cazar un marido. Y tanto su hermano mayor como su padre eran sus aliados. Su madre solía decir que su problema era su inteligencia.

"Sí es bueno que los otros tres sean descerebrados, qué castigo que nos haya tocado una hija con inteligencia" respondía su padre burlándose y la señora se enfadaba.

"Sabes bien que no me refiero a eso y los cuatro son inteligentes, sólo que Josephine..bueno, es Josephine" respondía la mujer como si aquello lo explicara todo.

Y tal vez lo explicara. Josephine no era una gran belleza, aunque tampoco era fea, sus rasgos eran armoniosos, pero no había nada de ella que destacara demasiado. Era esbelta, con cabello oscuro que siempre llevaba recogido en unas trenzas que cruzaba sobre su cabeza y aunque tenía unos maravillosos ojos color verde oscuro, estaban ocultos tras unas gafas para la miopía. Y sin dudas estaba más interesada en las últimas novedades literarias y en las recientes noticias de los diarios que en la última prenda de moda, prefería ser tutora antes que ir a reuniones de té y costura, y sin dudas optaba vagar por la naturaleza antes que estar encerrada en un salón riendo tontamente y agitando sus pestañas.




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