Josephine llevó los dulces a los pequeños Marshall y fueron ellos quienes mencionaron la invitación de Leonard.
-De hecho me lo crucé cuando venía hacia aquí, y me dijo que puedo llevarlos mañana, si a su madre le parece bien, claro está- aclaró ella.
-¿Podemos mamá? –pidió Malcom mirando a su madre y haciendo uso de todo su encanto
-Incluso invitó a Excalibur, ¿podemos mamá?-reforzó su hermana con un aire tan angelical que solo era desmentido por sus dedos y boca llenos de crema.
-Claro que sí, el señor Knigth me parece un buen hombre, además Josephine irá con ustedes, así que me parece bien.-los autorizó y quedó establecido el paseo del día siguiente.
Aquella noche a Jo le costó dormir, estaba ansiosa por el encuentro con Leonard, se recordó mil veces que solo acompañaría a los niños , pero aún así le fue difícil conciliar el sueño.
Pasó a buscar a los Marshall después del almuerzo y se encaminaron hacia la propiedad Cuthbert que ahora pertenecía al Leonard.
El lugar iba cambiando poco a poco, ya las cercas no estaban más, había limpiado el camino de ingreso a la casa, pero el jardín seguía tan desordenado y salvaje como antes.
Así como salían brotes nuevos, parecía que la casa también iba floreciendo.
Leonard estaba esperándolos .
-¡Bienvenidos! – dijo a los niños que corrieron a saludarlo. Josephine lo saludó desde atrás de ellos con un breve gesto.
-Tengo varias cosas para mostrarles, por eso esperaba que vinieran pronto. Hola , Excalibur – saludó al animalito que asomaba desde el bolso de Millie- Hay varias cosas que quiero mostrarles, la primera es por allí, apenas entrando al bosque- anunció Leonard.
-¿Qué es?- preguntó Malcom entusiasmado.
-Deben acompañarme para averiguarlo, esa es la esencia de una sorpresa- explicó él y los guió. Los niños y Jo lo siguieron.
Cruzaron las primeras líneas de árboles que rodeaban la casa y que luego empezaban a mezclarse con el bosquecillo natural y entonces lo vieron. Entre árboles antiguos había un joven manzano , cargado de frutos.
-¡Manzanas!- exclamó Millie alegremente.
-Es maravilloso, inesperado y maravilloso. No pareciera pertenecer aquí ,sin embargo, es esplendido –comentó Josephine.
-Ciertamente, es inesperado y eso lo hace mucho más valioso, además ha sobrevivido, florecido y dado frutos. Y aquí está, aún cuando no se suponía que estuviera. Un manzano salvaje que decidió escapar a los huertos y ser parte del bosque – comentó él .
-¿Podemos comer alguna? – preguntó Millicent.
-¡Claro!- respondió él y se acercó a la niña, la levantó sobre sus hombros y la acercó al árbol para que tomara una fruta. Luego hizo lo mismo con Malcom.
-¿Josephine? preguntó y ella negó con la cabeza, temía que también la levantara por los aires. Leonard pareció adivinar su pensamiento, pues le sonrió y luego fue él quien cortó una manzana y se la dio.
-Gracias- la aceptó ella y le dio un mordisco, era demasiado tentadora.
-Son dulces – exclamó el niño.
-Sí, quizás más que las otras manzanas, quizás porque se escondió para crecer a su gusto- comentó Leonard al pasar y Jo pensó que era un pensamiento demasiado profundo para un árbol, pero coincidía.
-¿Hay más sorpresas?-preguntó Malcom.
-Sí, y no muy lejos, en aquel árbol, señaló y los niños corrieron hacia allí.
-¿Más manzanas? – preguntó Josephine.
-No, más promesas – respondió él y cuando llegaron hasta donde había señalado , le señaló a los niños un nido.
-¿Y hay pajaritos? – preguntó Millicent
-No, pero los habrá pronto- respondió y la volvió a alzar para que viera los pequeños huevos , eran azules.
-¡Son muy bonitos!- exclamó la niña. Su hermano también los contempló encantado, Malcom tenía una fascinación por los animales y prometió investigar de qué pájaro eran.
Luego volvieron hacia la casa y justo en uno de los árboles que la rodeaba, Leonard volvió a detenerse.
-Hay otro nido allí – dijo Leonard señalándoles el lugar, era demasiado alto para que pudieran observar.- También planté especies de plantas que me dijeron atraen a las mariposas, así que cuando llegue la primavera esto estará lleno de vida- contó entusiasmado.
-¿Es por la guerra? – preguntó Malcom astutamente.
-¡Malcom!- lo regañó Jo.
-Está bien, es verdad - le respondió al niño- Es por la guerra, vi tanta muerte que ahora quiero ver vida, pájaros volando, mariposas, flores.
-Jo dice que las guerras son malas- intervino la niña.
-Lo son, ella tiene razón.
-¿Entonces por qué peleaste en una? – preguntó el niño haciendo caso omiso a las miradas implorantes de su tutora para que dejara de indagar.
-Es una pregunta para la que no tengo respuesta, ni siquiera para mí mismo – respondió él con la misma seriedad con que le había preguntado el niño.