Aquella tarde, Leonard había pasado a buscar a Josephine y su vagabundeo juntos había finalizado en el jardín desordenado de la casa de los Cuthbert.
-¿Jo, te gusta la casa? – preguntó él de pronto mientras estaban sentados en un banco del exterior.
-Por supuesto, sabes que sí- contestó ella sin pensarlo demasiado. Estar allí con las flores, la luz del sol y Leonard a su lado la tenía en un estado de completa calma.
-Sé que te gusta, y que amas el jardín, a lo que me refiero es si te gusta para que sea nuestra casa cuando nos casemos, asumí que sí, pero quizás quieres vivir en otro lado, o soñabas otro tipo de casa –aclaró.
-Leonard Knigth, esta y ninguna otra es la casa de mis sueños. Hasta imaginé como decorarla un par de veces.-le respondió más entusiasta.
-¿De verdad?
-Sí, y estaba bastante molesta pensar que alguna otra pudiera ser su dueña- confesó casi divertida, era increíble como cuando los malos momentos quedaban atrás uno podía verlos de otra manera. Ahora estaba convencida del amor de Leonard, pero había temido que terminara casándose con alguien más.
-Tú eres su dueña, si así lo deseas. La compré para ti, porque aquel día cuando te encontré aquí durmiendo junto a los narcisos, pensé que pertenecías a este lugar.
-¿La compraste por mí?
-Sí, Josephine, imaginé que si algún día me aceptabas viviríamos felices aquí. Y casi que el jardín era un soborno para que me aceptaras, por eso puse tanto empeño en que fuera de tu gusto.
-Creo que incluso este lugar esperó por nosotros- reflexionó en voz alta, porque de verdad aquella casa parecía haber sido sacada de sus fantasías. Una casa cómodo, pero no muy grande, con un jardín salvaje. Apartada de los vecinos como para darles privacidad pero que no quedaba a trasmano del pueblo. Aquello que habían ido tejiendo en sus cartas parecía materializarse ahora en ese lugar, como si ambos hubieran hecho un largo viaje, y ahora, al fin, llegaran a casa.
-Ven, hay algo que quiero enseñarte – dijo Leonard sacándola de sus pensamientos. La tomó de la mano y la llevó al interior de la casa. En uno de los salones, había instalado una enorme biblioteca, aunque aún estaba vacía- ¿Qué te parece? ¿Nos alcanzará? ¿Cuántos quieres? – preguntó entusiasmado y ella sonrió encantada, además le hacía gracia que solo ellos pudieran pensar en cuántos libros iban a tener en lugar de hablar de hijos como otras parejas. Aunque también imaginaba de esos, sabía que Leonard sería un gran padre.
-Quiero muchos, y el lugar es tan perfecto. Podremos leer junto a esas ventanas, y necesitamos una alfombra para ser absolutamente escandalosos y tirarnos allí con los libros a holgazanear cuando no haya buen clima para salir al jardín- expresó soñadora como si viera ese futuro del que hablaba-Aunque he decidido que solo traeré los libros que más amo a nuestra casa.
-Es una buena idea- dijo él abrazándola por la espalda y apoyando la cabeza en su hombro, como si así pudiera visualizar lo que ella imaginaba para su nuevo hogar-Solo traeremos libros amados, tus libros favoritos y los míos para nuestra nueva biblioteca. E iremos sumando más- dijo él y Josephine asintió. Imaginó que pronto llevaría allí los libros que contenían las flores prensadas que Leonard le había enviado, casi como pequeñas deidades del amor que custodiarían sus días juntos. Sonrió.
Luego ambos siguieron recorriendo la casa vacía imaginando en voz alta y haciendo planes, terminaron su cita comiendo pasteles en el jardín.
Ya cuando el sol comenzaba a ocultarse, caminaron tomados de la mano de regreso hacia la casa de Josephine. Ambos eran conscientes que su comportamiento era el comentario de gran parte de Dorsetshire, e intentaban ser discretos, tanto como les era posible, pero contaban con la suerte de que los padres de ambos estaban tan contentos por su compromiso que habían descartado la etiqueta.
Sin embargo muchos vecinos, seguían haciendo comentarios punzantes cada tanto.
-Ayer me encontré a la señora Flint en el mercado y me dijo que se me notaba "demasiado enamorada"-comentó Jo.
-¿De verdad? – preguntó Leonard entusiasmado.
-Leo, no lo dijo como un elogio precisamente.
-No me importa, para ella puede ser algo que criticar, a mi me hace muy feliz que a la señorita Josephine Lawrence se la note demasiado enamorada de mí.
-Eso porque tú escuchas solo una parte de lo que escucho yo.
-Lo siento, Jo. ¿Pero de verdad preferirías un prometido que te visite una vez a la semana y se siente a tomar el té en el salón mientras tienen una charla aburrida?
-Tú ganas. Prefiero a mi prometido con quien puedo reírme, charlar horas sin aburrirme y vagabundear por los bosques de Dorsetshire aunque seamos el chisme de todo el condado.Me temo que he descubierto que nací para ser escandalosa- acotó divertida.
-Si no nos estuvieran criticando, me preocuparía, sentiría que no estamos llevando este romance como es debido- le respondió seriamente y ella rio.
Era cierto que muchas personas hablaban de ellos, les había resultado demasiado sorpresivo el compromiso, sumado a la decepción de muchas madres que pretendían a Leonard como futuro yerno y el hecho de que se los notara verdaderamente enamorados, los había convertido en blanco de críticas. Pero las personas que en verdad los querían estaban tan felices como ellos, y eso era lo único que les importaba a ambos. Josephine estaba orgullosa del estoicismo de su madre que contestaba inteligentemente cada vez que alguien le decía lo inapropiado que era que ella y Leonard pasaran tanto tiempo juntos y a solas , antes de casarse.
También le alegraba que en su familia trataran a Leonard como uno más de ellos y era una extra de suerte que se hubiera hecho amigo de su futuro cuñado, quizás había una conexión entre los hombres que se enamoraban de las Lawrence. Así mismo, los padres de él la aceptaban y le demostraban su cariño cada vez que se encontraban. Jo aún recordaba que en su primer encuentro formal con la madre de Leonard, la señora Knigth la había abrazado llorando.