Las cartas que no debí escribirte

Carta Tres

Yo no escribo libros por escribir, yo escribo libros para sanar…

Cuando comencé a escribir historias pequeñas no sabía que lo hacía para sanar viejos traumas que seguramente aun no recuerdo del todo, pero había una constante en las palabras que siempre dejaba en todas las páginas de libretas que pasaron por mis manos y aunque estoy segura de que muchas de las historias que escribía relataban historias de amor, muchas otras de manera inconsciente relataban soledad, tristeza y eventos que de otra forma me llevaron a momentos oscuros de mi vida.

Tan oscuros como para pensar en quitarme la vida, lastimarme, golpearme y herir de cada una de las formas conscientes e inconscientes mi cuerpo, mi mente y mis penas. Así que sí, estoy rota, tan rota como tú o un poco más, pero eso no importa porque la cantidad de heridas tangibles o no, no miden lo roto de un alma a nada de perderse.

Perderse en penas que no tienen control de sí y te inundan de todas las formas posibles e imposibles.

Pero, en fin, estar rota significó para mí el preámbulo para nombrar la tristeza mi musa, mi inspiración para que con palabras y personajes de mundos no existentes se curaran de cierta manera y que de una forma muy lenta curaban mi alma. Un alma algo maltrecha gracias a palabras hirientes de personas que siempre debieron darme amor.

Pero ¿qué pasa si tienes un alma y espíritu que al ver, escuchar y leer historias de amor se ilusiona?

Simple, creas a alguien sensible a los sentimientos, las miradas, el tacto, las ilusiones y las expectativas que marcan el romanticismo. Creas a alguien imaginativo que desea vivir aventuras llenas de acción, temor e incluso amor; y es ahí en donde encontramos la palabra clave. Amor.

Ser sensible de alma y espíritu nos hace receptivos a muchas sensaciones y emociones que si bien a veces nos ayudan otras nos hunden pues no nos deja ser objetivos; pero de nuevo aquí un, pero, yo no tuve la oportunidad de solo ser sensible de alma y de espíritu y a su vez pasarla bien, pues también me volvieron alguien insensible porque uno no puede seguir dejando que lo lastimen cuando haya la mínima oportunidad. la mínima oportunidad.

Así que creo en el amor, pero a la vez creo que el amor no cree en mí porque quien pudiera amar a alguien que siente miedo hasta de su sombra muchas veces. Cómo se puede amar a alguien que lastimó su cuerpo con cortes, golpes y reproches tras reproches sobre cuan insuficiente se es tras por años de escuchar que si no eras delgada no valías, si no eras hermosa no valías, que tu valor se reducía a apodos como “negra”, “africana”, “vaca”, “gorda”, “fea”, “vaca recién parida”, “puta”, “rogona”, “cualquiera”.

Cuando lo único que representabas para los que te rodeaban era el objeto de una apuesta a modo de novatada. Sí apostaron mis sentimientos, mi debilidad, mi ilusa creencia de la bondad.

Entonces dime, cómo creces teniendo sentimientos bonitos, creyendo en el amor y en el romance y la ilusión de que un día lograras encontrar a la persona correcta y que mereces todo lo bueno del mundo y que lo puedes todo cuando lo único a lo que resumieron tu presencia fue a reproches, apodos y llamados hirientes que lo único que hicieron fue destrozar, desgarrar y minimizar tus sentimientos, enojos, molestias, incomodidades y tu presencia a casi nada.

Así que no escribo libros por escribir, escribo las heridas que me causaron por años, personas que debieron amarme incondicionalmente sin condicionar mi existencia a un número, a un peso, a un estándar de belleza. Por lo tanto, creo que por ahora comprenderás un poco porque soy reservada con lo que digo, con lo que siento y cómo trato a las personas con distancia, porque solo con palabras escritas aun en la actualidad creo que solo así soy digna de que me amen.

Palabras que me dan fuerza, palabras que me sanan, pero que al final no significan nada




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