Las Cartas Robadas de Analise

Poesía Celeste

I.

El atardecer se cierne sobre mi. El viento fresco mueve las hojas de los árboles, cierro los ojos por un segundo y respiro hondo llenando mis pulmones de oxígeno. Lo siguiente fue levantarme lo más rápido posible de mi silla en el pórtico e ir como una bala hacia la cocina por el olor a quemado que de repente olfatee y solo podía ser obra de mi infortunio al cocinar pollo en el horno.

El pobre pollo ahora no era más que carbón. Siempre era lo mismo. Nunca podía preparar nada, todo y absolutamente todo quedaba como carbón.

Torcí los labios y tomé la bandeja para echarla en la basura y tomar un pay de limón que había comprado hace no se cuanto tiempo en el supermercado, del refrigerador. Lo coloque en un lindo recipiente de cerámica azul y lo deje sobre la mesita del salón para ir a retocar un poco mi maquillaje.

Tome el pay, salí de mi casa y crucé la calle para tocar el timbre de la casa verde frente a la mía.

 

— ¡Llegó la diversión! —aludi apenas Brenda abrió la puerta y sin dejar que hablase me metí y le di mi abrigo.

 

— ¡Ramsey, aún no son las ocho! —grito desde el vestíbulo pero yo ya me encontraba adentrándome a la cocina.

 

— Que tal, Fred. ¿Cómo te va? —le pregunté al ojiazul que estaba tomando té en la mesa de la cocina.

 

— Ramsey, Ramsey, Ramsey —negaba divertido— ¿De nuevo quemaste tu comida? —preguntó sarcástico.

 

Oh, viejo cascarrabias, sabía que diría algo como eso y lo empeora al alzar la ceja que por poco le llega a media calva.

 

— Yo no he quemado nada. —me defiendo. — ¿Acaso no puedo ir a cenar con mis amigos y vecinos favoritos?

 

— Antes que nada, tu amiga es Brenda, yo no y segundo, desde hace muchos años has usado esa vieja excusa y lo peor es que siempre traes el mismo pay de limon caducado de hace mil años.

 

— Hieres mi corazón al decir eso. — le digo dramática sujetando mi pecho. 

 

— Aja, si claro. 

 

— Ramsey, ¿qué haces aquí? — pregunta Brenda llegando a la cocina— Acordamos de que llegarías con los demás a las ocho, no a las siete.

 

Me hago la loca dejando el pay en el refrigerador y tomando asiento a la izquierda de Fred quien es directo a la hora de mover su silla más a la derecha para no estar junto a mi promoviendo su disgusto hacia mi, se que en el fondo me ama y le contraataco con mala cara. Así nos demostramos cariño, siendo eternos enemigos.


 

A las ocho y cinco, el timbre suena trayendo la opresión en mi pecho al ver como Brenda se levanta del sofá y va hacia la puerta. En mi cabeza todo ocurre en cámara lenta, me como las uñas recargada en la silla con la vista fija en la puerta de madera.

 

Se abre y deja ver a las dos chicas y al chico que entra con la mirada fría y llena de dagas que siento como si me fueran lanzadas y perforadas en mi cuando su mirada se posa en mi y recorre mi anatomía.

 

— Ramsey. — Habla distante y frío <<como lo suponía>>

 

— Joe. — le contesto sin querer de la misma forma.

 

Se crea una burbuja de incomodidad en el ambiente y Lindsay es quien la rompe al acercarse a mí con una gran sonrisa y abrazarme. Reacciono y a lo medio respondo ganándome una mala mirada por parte de Joe.

 

— Bueno, vayamos al comedor, la cena ya está lista. — comenta entusiasta Brenda.

 

Lindsay se queda a la derecha de Joe, su cabello ya cambio del azul al rojo y puedo notar un pendiente en su oreja. Elizabeth quien no ha dicho palabra alguna está a la izquierda dejándome de frente con Joe, quien no para de observarme cauteloso. Él sigue igual, su traje negro, corbata gris y cabello peinado hacia atras sin ninguna hebra azabache fuera de su lugar.

 

Dejando de un lado el momento incómodo, la cena transcurre divertida gracias a Lindsay y a Elizabeth que no paran de contar chistes y aventuras que han tenido (al cabo de un rato Elizabeth dejó su semblante serio y su personalidad juguetona salió a la luz). Mi querido Joe solo rueda los ojos cada que Linday habla, ella no para de parlotear, el calvito se ríe solo cuando su esposa hace un chiste (muy malos tengo que reconocer) pero me alegro tanto por ella cuando noto como Fred mira a su esposa. 

 

<<¿Será que alguien me miró a mí así como Fred mira a su esposa?>>

 

Alejo la pregunta de mi cabeza, me levanto y voy por mi famoso pay, pero Brenda llega y me lo arrebata antes de siquiera poder cortarlo.

 

— ¡Oye! ¿qué sucede contigo? — le pongo cara de reproche mientras ella como un ser sin sentimientos lo tira a la basura.

 

— Ramsey, ¿desde hace cuánto tiempo está eso en tu refrigerador? — inquiere con pose de jarras— Si no nos morimos por tu casa que está en constante incendio moriremos por ese pay que ya hasta hongos tiene.

 

Fred reprime la carcajada y le pongo mala cara. Elizabeth no se aguanta y ríe sin temor alentando al calvo a reir tambien.

 

No le contesto y corro hacia el bote mirando con un puchero al delicioso pay que esperaba a ser comido por mi.

 

— ¡¿Sabes que tirar comida es pecado?!—le digo dramática.

 

— No cuando tiene todo un ecosistema sobre él.

 

— Pero solo podías dejar de lado esa parte y saborear al resto.


 

La noche estrellada no se hace esperar y en un abrir y cerrar de ojos ya me encuentro en mi casa mirándome con fijeza en el espejo del tocador. Bueno no con tanta fijeza ya que siento y veo como mi cabeza da vueltas. El vino siempre ha sido mi debilidad desde hace ya mucho tiempo, no me considero una persona alcohólica pero el vino es como un vaso de agua que no se le puede negar a nadie y menos si se trata de mi.



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En el texto hay: romance, almasgmelas, novelajuenil

Editado: 19.03.2023

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