Las Cartas Robadas de Analise

Esta Noche

V.     El aire fresco se cuela por la ventana tirando los papeles del escritorio al piso. Soplo el mechón de cabello que cae de mi cara y me paro a recogerlos antes de que el viento los estropee. 

 

La mañana ha estado tranquila, el clima es bueno, me siento entusiasmada (aunque todavía no se el porqué) todo va de maravilla hasta que el llanto del nuevo bebé se hace presente. 

 

Adiós paz y tranquilidad.

 

Tan pronto como el bebé parlotea con sus lloriqueos, escucho como mis padres salen de su cuarto a verificar que todo se encuentre en orden, el llanto no cesa pasados unos minutos y hace que en la habitación de alado, se abra la puerta de manera furiosa; se escucha como la madera rechina a los pasos enfurecidos de Anna quien como cada mañana se detiene en la escalera para decirles a mis padres y a mi nueva hermana Elizabeth que moderen su ruido. De una manera no muy amistosa que digamos.  Salgo de mi habitación y Anna pasa por mi lado diciendo un montón de cosas que son inaudibles por la rapidez en que las dice. 

 

Bajando por las escaleras veo como papá va de un lado para otro llevando cosas a mamá quien también está de un lado para otro meciendo al bebé para calmarla. 

 

Si, esto es pan de cada dia. Solo falta … un estruendo de un vaso al caer y llenar de pequeños fragmentos de cristal en el piso no se hace esperar, y esto era lo único que faltaba para que la mañana empezase de una buena manera para nuestra familia.

 

El grito ahogado de la rubia llega y papá que está recogiendo el vaso rueda los ojos y deja su tarea para ir a controlar al pequeño duende gruñón que tiene como hija. 

 

— Buenos días Anne.— me dice papá con un beso en la frente para luego subir.

 

Le sonrío de vuelta y terminó de bajar los escalones.

 

— ¡Lissy! — me llama mamá. — ¿Puedes cuidarla un momento por favor?

 

Asiento recibiendo a Elizabeth con su cara roja por el llanto. No deja de mirarme con sus espesas pestañas húmedas, roso mi nariz con la suya haciendo una mueca graciosa. Ríe olvidando el llanto de hace un rato y sacude sus pequeños brazos dando tanta ternura que hago lo mismo para sacarle una carcajada.

 

La observo y es la viva imagen de mi madre, con los mismos ojos y cabello marrones, mientras que Anna es como mi padre que se carga con un iris verde y cabello rubio envidiable. Por otro lado, yo soy una mezcla de ambos llevando el cabello marrón y unas pequeñas pecas apenas visibles de mi madre, las mismas facciones de mi padre y en mi iris una mezcla de ambos al tenerlos verdosos con algunas pequeñas motitas marrones en ellos.

 

— ¡Vengan a desayunar! — nos llama mamá.

 

Me dirijo a la cocina y cuando estoy apunto de pasar el pasillo de las escaleras me detengo y sostengo con fuerza al bebé ya que papá bajó a toda velocidad con Anna riendo en su hombro. Llegó a la cocina y miro con mala cara a papá.

 

— ¿Qué pasa?— me pregunta con la boca llena de pan.

 

— Tan divertidos bajaron que no se dieron cuenta que yo estaba ahí ¡Y casi me hace tumbar a la bebé!— les refuto a ambos.

 

— No seas tan enojona Ramsey y mejor relajate que te va a salir una arruga de tanto fruncir el ceño—.  me dice la rubia de lo más relajada comiendo fresas.

 

— Mira quien lo dice, la niña anticristo.

 

Anna quita la sonrisa que tenía y se pone en seriedad absoluta mirándome con una cara que en cualquier momento me matará. Traté de aguantarsela pero falle desviandola a otro lado.

Esta niña podrá tener solo doce años y pinta de un ángel pero, por dentro es todo lo contrario heredando el muy mal genio del abuelo y sobre todo la mirada escalofriante que dan cuando algo no les parece. Sin mencionar que el rencor y la venganza son sus segundos nombres. 

 

— ¡Ramsey Analise Rose! no vuelvas a llamar a tu hermana de esa forma. — me regaña mamá.

 

— Pero ella…

 

— Ni una palabra más— me mira y me siento indignada, alzó la mirada a Anna y esta solo saca la lengua— Anna tú también compórtate por favor y no le digas a tu hermana arrugada.

 

Al momento en que dice mi propia madre que soy una arrugada abro la boca ofendidisima, Anna rie.

 

— ¡Mamá!— le refuto.

 

La miro y solo ríe, miro a papá en busca de ayuda y él también muere por reírse acompañando a las otras dos.

 

— Mira ahí está de nuevo—  señala Anna mi entrecejo y le saco la lengua.

 

Después de la humillante mañana que pasé junto a las personas que dicen ser mi familia, ayudar a recoger la mesa, hacer mis deberes de la escuela y de llevar a la tonta de Anna con su amiga. Regreso a la casa, tomé una ducha ya que una capa ligera de sudor se había apoderado de mí, me pongo ropa cómoda y salgo de la casa tomando mi bicicleta turquesa que papá me regaló hace un año.

 

Antes de emprender camino a con mis amigas recojo mi cabello en una alta coleta, aseguro mi mochila y con el sol sofocante de los últimos días de verano salgo colina abajo hasta llegar al pueblo que ya está empezando a tener color y adornos gracias a la gran fiesta que se da al llegar el ultimo dia de verano. Lo llamamos “El dia sin retorno” algo que al analizarlo se me hace un tanto triste ese nombre pero ya se a hecho una costumbre entre nosotros donde por la calle principal se llena de puestos con deliciosa comida, bailes con vestidos coloridos y lo más bonito que es cuando llegan las doce de la noche cada persona le lleva una flor a su persona querida o amada; esto lo hacen entre amigos, parejas, hermanos, padres y cualquier persona que ame.

 

Yo lo he visto y recibido cientos de veces, donde mi padre le regala su flor favorita a mi madre y ella a él.

 

Llegó al pequeño callejón que está entre la iglesia y la tienda de abarrotes, me aseguro de que nadie mire cuando me adentro en el. Las grandes copas de los árboles crean una gran sombra refrescante, unas cuantas pequeñas flores también lo adornan. Sigo el camino de piedras hasta llegar con mis mejores amigas de toda la vida. Zoey, Mariana y Jazmin.



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En el texto hay: romance, almasgmelas, novelajuenil

Editado: 19.03.2023

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