Una vez en el primer piso Beatriz reviso el cuarto donde se encontraba la escalera en forma de oruga. A lo mejor en esa habitación había alguna trampilla que permitiera bajar hacia los dos supuestos sótanos que debería haber en el castillo. Pero después de buscar y buscar no logro encontrar nada, así que decidió salir de la habitación.
< ¿Debería preguntarle al señor Devorador de Almas si conoce la entrada?>
La niña lo medito un momento esa pregunta. Lo más probable era que su amigo si conociera tal entrada, pero preguntarle podría llevarlo a dudar y finalmente a enterarse de que había perdido el libro que le había dado.
-No mejor lo buscare yo misma>
Tal entrada no debería ser muy difícil de encontrar, ya que después de todo debía estar si o si en el tercer piso.
-En la sala del trono no debe estar-
Mientras decía eso Beatriz recordaba todas las veces que estuvo en la sala con el gran hoyo, si alguna entrada estuviera ahí ella de seguro la hubiera encontrado.
Dándose media vuelta miro al pasillo con puertas que conectaba la sala del trono con el patio de la entrada.
-Debe estar detrás de una de estas puertas-
Y con su cara cubierta de determinación la niña comenzó a buscar. Primero reviso la puerta a la izquierda de la puerta donde se encontraba la escalera por la que había bajado. Esa puerta era la que más dañada estaba a comparación de las otras, así que abrirla no sería un problema.
Una vez que la puerta se abrió la joven miro en su interior. Solo era un pequeño armario en el cual había una vieja escoba, unos barriles que parecían contener en su interior algún líquido y en unos estantes algo de frutas y verduras aunque estas parecían estar ya muy podridas.
-Mmmmm-
La niña observo con detenimiento el interior del armario y pensó si enserio habría alguna entrada oculta allí, pero luego desecho la idea.
-Aquí seguro no hay nada-
Volviendo a cerrar la puerta se dirigió corriendo a la siguiente habitación y al abrir la puerta vio que ese era el primer lugar al que había entrado. Casi no había diferencia con la primera vez que la había visto, solo que en esta ocasión los cadáveres tirados en el piso se encontraban más podridos y llenos de moscas a su alrededor.
En ese momento Beatriz se había dado cuenta de algo, al parecer ella ya se había acostumbrado al olor a putrefacción y le parecía como parte del aire normal que respiraba. Si eso era algo bueno o malo quedaría para pensarlo en otro momento, ahora debía seguir buscando la entrada así que se dirigió a la siguiente puerta.
La puerta que tenía en frente era de madera pero se encontraba reforzada con hierro, además de poseer un candado en la cerradura.
-Esta será difícil de abrir-
Al principio ella empujo la puerta con toda la fuerza que tenía pero el candado no se sometía, así que tomo aire y volvió a intentar solo que esta vez saco energía de donde no tenía y empujo todavía más fuerte. Ella pensaba con un poco de fuerza el oxidado candado se caería pero ese resulto no ser el caso.
-Auch-
Beatriz se tocó el brazo con el que quería empujar la puerta, este le dolía mucho. Pero eso no la detuvo, ella enserio quería recuperar el libro que su amigo le había dado y de pronto recordó algo. En su mente apareció la figura de una mujer adulta, la niña no la reconoció pero sabía que ella era su madre, y en ese momento la figura movió sus labios y le hablo “La tercera vez siempre es la vencida”. Era una frase que su madre solía decir mucho.
-Debo….Intentarlo….Una….Vez….Mas-
Mientras decía esas palabras la niña empujaba la puerta. Y algo extraño le ocurrió, sus ojos los cuales era verdes como esmeraldas se tornaron de un color rojo, rojo como la sangre que sale de un cuerpo recién herido.
Y como por arte de magia logro destrozar el candado y la puerta se abrió frente a ella. El interior de esa habitación era pequeño con un piso de piedra diferente al piso del pasillo y las demás habitaciones y en el centro había una trampilla de metal. Pero el candado que se aseguraba de mantenerla cerrada se encontraba roto, ¿dañado por la explosión de alguna manera tal vez?
La niña salto de alegría al ver el interior y sus ojos retomaron su color original.
-Yay, este si se encuentra abierta-
Abriendo la trampilla y mirando por su interior Beatriz vio que todo estaba muy oscuro, pero no había remedio, en el interior debía encontrarse el libro que ella había perdido así que valientemente comenzó a bajar las escaleras por suerte los extraños dibujos en su ropa le alumbraban un poco.
La bajar por las escaleras ella se agarraba de la pared para evitar caerse y bajo y bajo hasta que en un momento su mano toco algo que no se sentía como la pared, era una puerta.
<Yo sentí que el libro cayo dos pisos, este sería el primero y las escaleras no terminaron aun. Mejor sigo bajando>
Ignorando lo que podría haber en el interior de esa puerta la niña siguió bajando hasta que sus pies dejaron de sentir escalones y en cambio sentían un piso plano.