Eran las 8:00, en esa cálida mañana de febrero una dulce melodía embargo mi habitación, abrí mis pesados parpados como siempre sin ser consciente que algo cambiario dentro de mí y mi castillo al fin se derrumbaría por completo.
Las manecillas estaban alineadas con una exactitud tan pulcra que me mareaba, los pobres rayos de aquel sol artificial que nos mantenían calientes me daban directo en la cara obligándome a cerrar los parpados de nuevo y todo el bullicio que lograba traspasar mis paredes solo me recordaba que pronto sería el día, pronto llegaría el día que me bendeciría pero que también condenaría mi vida para siempre y no había nada que pudiera hacer para cambiar eso. Saque mis perezosas piernas de su refugio, las balancee un poco en el aire antes de dejarme caer en ese blanco mármol recién pulido, su frialdad recorrió las plantas de mis pies como una caricia. Aunque afuera había un ruido ensordecedor, dentro de mí se albergaba un silencio casi asfixiante, tal vez ese silencio era mejor que las dudas que me habían acompañado durante mis casi 18 años.
Un suave golpe en la puerta me trajo de regreso a la realidad, antes de que mi mente se perdiera en sus oscuras lagunas llenas de dudas a las que nunca conseguía respuestas, un sonido extraño salió desde lo profundo de mi garganta y mi nana entro.
—Cariño debes bajar a desayunar, tu clase de defensa personal empieza en 30 minutos
—Hoy no voy a desayunar, no quiero perder tiempo
Su cara me dijo que no me creía, ella me conocía mejor que yo misma, ella me había criado pero ni siquiera eso le daba el derecho de contradecirme, para eso había sido traída del exterior, para servirme sin rechistar y por más desalmado que se escuchara esa era mi realidad, esa era su realidad.
—No son salvajes, no las necesito, ellos son como tú ¿verdad?
Aunque sus labios estuvieran sellados ante ese tipo de preguntas, a largo de los años yo había aprendido a leer sus respuestas en sus ojos, decían que los ojos eran la ventana del alma ¿no?, algo así había leído en un viejo libro cuando era pequeña. La transparencia en ellos me daba la respuesta que necesitaba, ellos no eran salvajes, los salvajes éramos nosotros, pero aun sabiendo eso debía tomarlas, debía mantener a mi familia feliz, debía ser el ejemplo, al final mi bisabuelo no era un don nadie y yo no podía manchar su nombre. Tome una larga ducha y me prepare para el día que me esperaba sin emoción, ¿Qué tenía de emocionante algo que ya había sido planeado por alguien más?, solo tenía que cumplir todo lo que ese fino brazalete me ordenaba al pie de la letra y todo estaría bien, al igual que toda mi vida, obedecer y callar.
Cuando salí de la mansión un carro ya estaba esperándome para llevarme a los límites de la gran ciudad, en donde todos los adolescente de 14 a 18 años entrenábamos, debíamos estar preparados por si una invasión ocurría, nunca sabíamos que era lo que allá afuera estarían planeando y como decía toda mi familia “era el deber de las nuevas generaciones proteger todo lo que habían construido”
Unas voces se comenzaron a escuchar por los parlantes del automóvil y cuando comenzaron a adular a mi familia mi mente se perdió en el borrón que se creaba del paisaje al pasar a esa velocidad por las calles de la gran ciudad, los rascacielos se alzaban en una grandeza que podría dejarte sin respiración y las personas hablaban en las calles aparentemente felices, pero eso no era lo que cristalizaba mis ojos, sino las hermosas aves que los acompañaban, eran magnificentes y sin querer mire mi muñeca donde una bellísima ave estaba plasmada.
Pronto nacerás y ya no estaré sola nunca más, tú eres todo lo real que tengo.
Pronto dejamos atrás toda la civilización y la naturaleza nos invadió, a lo lejos logré visualizar aquella construcción que más que un centro de entrenamiento parecía una gran fortaleza con todos sus muros grises y sus puertas blindadas, la primera vez había estado maravillada ante ella, incluso un poco asustada pero ahora… ahora solo me cansaba verla, todo me recordaba mi inminente futuro. Llegamos a las grandes puertas y estas se abrieron de inmediato al escanear la placa del automóvil, todos estaban reunidos en el patio central en lugar de sus salones, estábamos divididos por grupos y nunca estábamos juntos, mi ceño se frunció, eso no era buena señal, baje del automóvil y todos los murmullos cesaron, mi apellido no solo me daba beneficios, imponía miedo.
Una de las maestras hizo una reverencia en mi dirección y yo me adelante para buscar con la mirada a mi mejor amiga, en cuanto nuestras miradas chocaron ella corrió a mi lugar, su cara me lo decía todo, fuera lo que fuera no me gustaría para nada lo que tenía por decirme.
—Trajeron a uno
La sangre comenzó a bombear en mis oídos y mi corazón golpeaba fuertemente contra mi pecho, no, no podía ser cierto.
Sus labios se fruncieron y mis manos comenzaron a temblar, sabía que me arrepentiría pero debía saberlo.
—Solo dime
—6 o 7 como mucho
Tuve que sostenerme de una pared y ella se adelantó a cubrirme, no podía mostrar debilidad, no me podía dar ese lujo pero los recuerdos comenzaron a atormentarme sin permiso y solo alcance a cerrar fuertemente mis ojos.