Las Chicas Perfectas

DOS

Estaba en una habitación estrecha cuya única ventana pequeña se situaba cerca del techo por donde se filtraba una débil y pálida luz del día.

Sara se encontraba atada a la cama por sus muñecas y tobillos. Su boca seguía tapada por la cinta plateada. Por más que forcejeaba, intentando soltarse no lograba conseguirlo.

Aquello la desesperaba a más no poder, pero ni gritar le era posible ya que cada grito que lanzaba moría en su garganta debido a la cinta que tapaba su boca.

Cada tanto entraba un enfermero a inyectarle vitaminas y drogas para evitarle la desidratación.

Sara ignoraba cuánto tiempo llevaba allí, solo sabía que empezaba a enloquecer de la desesperante sensiación que la invadía. Pero en un momento determimado entró Katty, la directora.

Su mirada parecía querer traspasarla y desnudarla, empezó a acariciar su entrepierna con sensual interés.

Se humedeció los labios con su lengua, al detener su mano sobre su vagina para acaricarla con mayor intensidad.

- En verdad eres muy apetitosa....doncella - dijo la peliroja arrastrando las palabras - Me gustaría conservarte solo para mí, pero la agencia tiene grandes esperanzas financieras contigo.

Sara respiraba emtrecortado sin dejar de llorar de la desesperación. Katty le bajó los pantalones, para colocarle un cinturón de castidad con dos candados que se abrían y cerraban con una misma llave que solo la peliroja conservará.

Luego le subió otra vez los pantalones al tiempo que decía:
- Listo hermosa doncella, a partir de este momento si deseas satisfaccer tus necesidades fisiológicas tendrás que esforzarte en todo lo que te solicite.

Katty se fue y entró un guardia que la liberó permitiéndole incorporarse y salir de la cama. En verdad aquel cinturón de castidad era muy incomodo pero nada podría hacer para evitar llevarlo puesto.

Fue conducida fuera de la celda en cuestión, hacia una ducha donde debía bañarse con el cinturón puesto. Luego, sin vestirse debía tomar su primera lección. Caminar con sensualidad femenina.

Cada vez que se equivocaba debía volver a empezar, mientras el guardia anotaba todo en una libreta. Al acabar aquello recién podía vestirse e ir a otro salón donde tendría clases teóricas sobre cómo debía ser la doncella perfecta.

Por supuesto que debía aguantarse, al tener necesidades fisiológicas la desesperación la invadía intensificando su dolor de estómago. Pero nada debía decir.

Cuando estalló de la desesperación recibió latigazos en su espalda. Al caer la noche Katty se negó a quitarle el cinturón de castidad al ver sus errores del día.

Las clases iban sucediendose junto a los golpes y torturas. Había días que debía pasar encerrada en aquella celda amarrada a la cama, soportando ser manoseada por Katty y los guardias, quienes argumentaban que toda doncella debía adapartarse a ser tocada de esa forma.

Luego de dos semanas, la.peliroja le quitó el conturón de castidad usandolo como amenaza para doblegarla. Sara se resistía a aceptar lo que le enseñaban debido a su personalidad, ésto le traía grandes problemas.

-¡Nunca haré lo que dicen! ¡No lo acepto! - rugía Sara a quienes le decían cómo debía prostituirse.

Pero dos guaridas la sujetaron y la arrastraron hacia la habitación del calor donde la amarraron a una camilla con gruesos grilletes a sus muñecas y tobillos.

Se llamaba así porque estaba conectada a grandes hornos, cuyo objetivo era mantener el intenso calor en el lugar. Allí la tuvieron una semana, entrando cada tanto a humedecerle los labios unicamente.

Sara respiraba entrecortado, sudaba por cada poro de su piel y apenas podía mantener la consciencia. Una voz metálica resonaba en el lugar todo el tiempo.

Eres una doncella no una persona, no eres dueña de tu vida. Debes ser callada, obediente, sensual, sumisa, fiel a tu esposo, leal a tu dueño. No puedes hablar a menos que tu dueño te autorice a hacerlo....

- Maldita sea....no....no haré tales cosas....no...¡No! ¡Nunca lo haré!

Callada, obediente, sensual, sumisa, leal....

-No....nunca....no....

No eres dueña de tu vida ya que le perteneces a tu varón, tu esposo. Obediente, callada y sumisa.

Para cuando acabó su castigo, Sara estaba inconciente y desidratada. Fue encerrada y atada a la cama de su celda, donde un doctor la atendió para que se recuperase.

Las palabras que la voz metálica le dijo durante todo su confinamiento resonaban en su mente pero ella seguía resistiendose ya que murmuraba aún estando inconsciente.

-No....no es así...nunca lo haré...no seré así...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.