Las Chicas Perfectas

CINCO

Sara había sido arreglada para ser enviada a sus nuevos dueños. Los Archer. Vestía un elegante y fino vestido negro con una pasmina blanca. Sus negros cabellos estaban perfectamente peinados cayendo por su espalda como cascada. Sus zapatos tacos altos eran negros también.

Perfumada y limpia, Sara era conducida hacia la mansión Archer, ya que el pago había sido realizado. La pelinegra no se imaginaba otro tipo de vida.

Fuera hacía frío, mucho frío, pero Sara estaba vestida perfectamente hermosa sin ropa abrigada. No importaba que sienta frío ni nada de sus necesidades.

Cuando llegaron el señor Archer los aguardaba. Fueron conducidos a la sala de visitas donde acabaron con las cuestiones técnicas del papeleo. Finalmente sus secuestradores se fueron dejando a Sara allí.

- Bienvenida seas Sara. Soy el señor Archer y serás la chica de mi hijo que tiene tu edad. Sigueme por favor.

Sara fue conducida por esa lujosa mansión hacia la biblioteca donde el hijo del señor Archer se encontraba.

-Nick, feliz cumpleaños hijo 
- ¡Papá! - el joven, de dorada cabellera y ojos celestes como el cielo en una tarde de verano, corrió a los brazos de su padre feliz - ¡Gracias! 
- Te compre un regalo hijo.
- Papá sabes que el mejor regalo que puedes darme eres tú.

Pero el rubio enmudeció al ver a Sara allí parada frente suyo. Casi al instante enrojeció hasta la raíz de sus dorados cabellos. Sara estaba más hermosa que nunca. Sus labios rojo escarlata, sus ojos violeta oscuro y su blanca piel contrastaba con sus negros cabellos.

-¿Sara? ¿Qué haces aquí? 
- Es tu regalo de cumpleaños hijo - dijo su padre

- ¿Qué dijiste padre?
- La doncella Sara es tu regalo. La compre en la agencia Las Chicas Perfectas. 
- ¿Que hiciste qué?

Nick fue retrocediendo, ya que no daba credito a lo que escuchaba y veía.

-¿Desde cuándo Sara estaba a la venta? - al oír aquello la pelinegro cerró lo ojos con pesar ya que acababa de acordarse de ese rubio.

Durante los primeros años de secundario iban a la misma escuela, él no era millonario y Archer no era su apellido sino Acosta.

Además solo sabía seguirla a donde sea que Sara fuera. Era un buen amigo, pero la muchacha en esa época solía ser alguien diferente y no estaba interesada en cuestiones del corazón. 

Cómo cambian las cosas, ahora ese rubio no solo tenía un nuevo apellido sino también mucho dinero y era su dueño.

Nick era millonario y Sara era la chica perfecta perteneciéndole a ese rubio, quien podía hacerle lo que quiera sin que ella pueda protestar siquiera.

Cuando sus miradas se cruzaron otra vez, Nick vio el vacío en los hermosos ojos de Sara, comprobando que ya no era aquella compañera del colegio del pasado.

Pero poco a poco fue tomando consciencia de lo que en verdad le sucedió a esa tan hermosa chica. Miró a su padre con dolor.

- ¿Nick? ¿Hijo? ¿Qué sucede?
- Sara fue aquella chica que siempre me gustó papá. Pero la mataron.

El señor Archer miró a los jovenes asombrado, algo tenía que hacer.
- Nick, no sabía nada de nada de eso.
- Nunca se lo dije a nadie papá. 
- En ese caso tienes la posibilidad de revivirla ¿cierto?

Nick miraba a Sara sintiendo cómo su amor por ella estaba intacto. Seguía gustandole a más no poder. Y pese a sí mismo en verdad era perfecta. Las palabras de su padre tenían sentido.

- Si, es cierto papá. 
- Eres muy sensible hijo, tu podrás lograrlo. Suerte con eso Nick. Me retiro.

Así su padre los dejó solos, y se alejó para seguir trabajando. Fue cuando Nick abrazó a Sara y notó el frío de su cuerpo.

- Sara ¿tienes frío?
- Si
- Debiste decirlo
- No
-¿No?

- Una perfecta chica nunca....nunca...dice nada ¿verdad?
-No, no es verdad. Por dios Sara ¿qué....qué te hicieron?

Pero Sara no respondió a esa pregunta. Nick la llevó a su habitación donde le prestó ropas. Luego se la llevó a comprarle ropas nuevas. Sin embargo Sara no mostró emoción alguna por nada, dejando que sea Nick quien elija por ella. Incluso usó las ropas que el rubio le dijo que usara.

Acabaron en una confitería tomando algo, el rubio no paraba de reír y hablar, pero la pelinegra se limitaba a callar y responder solo cuando el rubio le preguntaba.  Muy a su pesar, Sara actuaba como le fue enseñado por sus secuestradores.

Callada, obediente, leal, solo hablar cuando su dueño así se lo ordene.

Aquello retumbaba en su mente desesperándola, ya que no soportaba haberse convertido en alguien así.

Encima ahora le pertenecía ese rubio que lo hubo conocido hace tiempo. Cuando ella aún era una persona y no como ahora, que era una ente vacía y sin vida.

Nick sujetó las manos de Sara con suavidad, al tiempo que decía:

- Sara te juro que te ayudaré, lo último que quiero es....es....es que ellos hayan ganado. Por favor confía en mi. ¿Entiendes lo que te digo?

Con intensa frialdad y sin mover un músculo, Sara miraba a su dueño. Instantes después respondió con una voz sin vida:
- Yeas, my lord.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.