Las Chicas Perfectas

OCHO

A partir de lo sucedido aquella tarde, Sara se dedicó a ser la amante perfecta centrándose en complacer a Nick sexualmente, logrando así que el rubio disfrute a más no poder.

Solo así la joven se aseguraba su estadía en esa mansión lejos de las garras de la agencia, manteniéndolos contentos. El criado no paraba de acosarla, haciéndole saber que seguía vigiládola en todo momento.

Sara solo hablaba si Nick se lo permitía preguntándole algo, procuraba estar siempre sensual. Hacía una dieta estricta, y por supuesto frecuentaba el gimnasio para mantener su cuerpo deseable y apetitoso.

A su vez se ocupaba de cultivar su cerebro estudiando las artes y las ciencias. Callada, obediente, leal, deseable y perfectamente atractiva.

Así debía ser Sara debido a que era una chica y en exceso sexy. Para ello solo tenía que ocultar sus sentimientos y verdadero ser. Solo así podría soportarlo.

Sin embargo tener sexo con Nick no era tan espantoso para Sara, más bien llegaba a disfrutarlo a veces. Pero por desgracia no podía mostrarse tan cual ella era, y cómo en verdad se sentía.

Ya lo hubo intentado, y lo único que logró fue que Nick casi la devuelva a la agencia por inútil, y que el espía de dicha agencia la golpee.

Además la tenía amenazada con secuestrarla y llevarsela de regreso al mismísimo infierno, si su dueño dorado volvía a sentirse decepcionado de su persona.

Por tal razón Sara, incluso ya no lloraba ni demostraba su intensa desesperación. No obstante, Nick seguía intentando llegar a ella sin éxito alguno.

Al principio el rubio disfrutaba a más no poder, pero con el paso de los días comenzó a sentirse insatisfecho, debido a que el sexo no le bastaba.

Nick anhelaba el corazón de Sara. Deseaba su amor con locura, pero no lo tenía ya que ella había construído un duro e indestructible muro a su alrededor.

Esa noche cenaban los tres, ya que el señor Archer se había dado tiempo para disfrutar de su hijo. Sara era testigo del intenso amor paternal que Nick y su padre tenían. Le recordaba a ella y su familia cuando aún vivían, se querían ya que todos eran muy unidos.

Apretó con fuerza los cubiertos, mientras miraba la comida de su plato. La angustia la estaba asfixiando a más no poder, pero se esforzaba sobremanera para conservar la máscara de frialdad indiferente, siendo así la doncella perfecta.

Mientras Nick y su amado padre intercambiaban cariño al contarse lo que hicieron durante el día riendo como lo felices que eran, la muchacha solo podía fingir perfección.

Sara veía al espía de la agencia rondar de forma continua donde sea que ella se encuentre. Amor era algo que ella perdió cuando quedó huerfana.

Cuando Nick quiso hacerla partícipe de la charla, Sara se limitó a dar buenas respuestas pero sin involucrarse sentimentalmente.

El señor Archer admiraba el grado de perfección que Sara tenía como chica, pero a su vez sabía cuanto la amaba su hijo y cuanto dolor le causaba aquella fría perfección de la muchacha

- Oye Sara ¿qué es lo que más te gusta hacer? 
- Lo que tú digas Nick.
- ¿Qué? Jajaja hablo en serio Sara ¿qué deporte te gusta si es que te gustan? ¿Qué tipo de arte prefieres? 
- El que a tí te resulte mejor para mí está bien

Fue la sumisa y vacía respuesta de ella, aquello en verdad molestó al rubio, ya que sentía que estaba hablando con un autómata en vez de hacerlo con su amada.

Esa actitud de Sara lo despedazaba por dentro en verdad.

- Quizás para otros seas la chica perfecta Sara pero no para mí. Yo en verdad deseo tu amor y tu confianza, pero veo que es imposible maldita sea.

Inmediatamente se levantó de la mesa y se alejó, dirigiéndose hacia su habitación furioso. Sara lo miró, y las lágrimas junto al terror la invadieron. Comenzó a temblar.

- ¡Nick! - gritó, pero el rubio no se inmutó siquiera alejándose del lujoso comedor. Sara miró al señor Archer, quien por primera vez veía a la verdadera Sara - Por dios digale a Nick que me esforzaré mucho más, solo denme otra oportunidad.

- Sara, tranquilo - dijo el señor Archer - Deja que Nick se calme, se le pasará. 
- Pero...pero....no se qué espera...de mí...le juro que me esfuerzo para ser perfecta, le juro....

- Sí Sara, lo sé y mi hijo también lo sabe. Ese es el problema, te esfuerzas en parecer alguien que no eres. Es por eso que Nick reaccionó así.

- No lo entiendo
- Mi hijo desea que seas aquella que él conoció en el pasado, la chica del que se enamoró.

Sara bajó sumisamente la mirada resignándose a su suerte. 
- Ve Sara, haz lo que quieras y relajate. Te aseguro que mi hijo volverá a tí. Te ama demasiado, ya deberías haberte dado cuenta de eso.

La joven no quería quedarse sola, ya que sabía que corría un gran peligro, pero nada podía hacer para evitarlo ya que el padre de Nick se alejó del lugar.

Sara intentó llegar a donde estaba Nick, pero el espía de la agencia la interceptó en el camino, golpeandola duramente con odio intenso.

-Eres una verdadera inútil maldita.
- Tú otra vez - Sara se sujetó su adolorida mejilla intentando controlarse - Estoy haciendo todo lo que ustedes quieren y como verán no funciona.

- Hiciste bien en guardar silencio - el criado la sujetó de sus negros cabellos haciendole la cabeza hacia atrás con violencia intensa - Recuerda callada, obediente y leal.

El criado la arrojó al suelo una vez más con intenso odio mientras le decía con desprecio:

- Maldita prostituta, no mereces vivir pero la agencia se benefició a tu costa. Te cuento que me iré de ésta mansión, pero no lo celebres fenomeno, te advierto que aquí hay varios criados que son de la agencia. Te estarán vigilando todo el tiempo.

Luego se alejó del lugar dejando a Sara desbastada. Tras colocarse de pie se dirigió a la habitación donde Nick se encontraba.

Odiaba ser así de sumisa pero ¿qué más podía hacer? Nick no le brindaba protección alguna. Solo estaba encaprichado con su persona.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.