Las Chicas Perfectas

CATORCE

Nick buscó a Sara revolviendo cielo y tierra, sin lograr nada de nada. La agencia había desaparecido como si de niebla se tratara. Los años fueron pasando y su bella y amada esposa jamás volvió.

Siete años después, los mellizos se hicieron unos niños preciosos que parecían muñecos vivientes. Nick era un papá muy posesivo, en especial con su niña que era igualita a su hermanito y por ende a él mismo, en versión mujer, quien tenía la misma personalidad de su mamá Sara.

El rubio nunca se rendiría en la busqueda de su esposa, pero luego de tantos años sus esperanzas iban mermando. Sin embargo no descansaría hasta haber acabado con esa maldita agencia que le arrebató su corazón.

Su padre había muerto de cáncer hacía tan solo seis meses, quedando solo Nick con sus hijitos.

Por supuesto que sus amigos más allegados jamás lo abandonaron, apoyándolo en todo lo necesario. Así fue que Nick pudo sobrevivir luego del secuestro y desaparición de Sara y la muerte de su querido padre. Sus hijitos y sus queridos amigos lo sostuvieron durante todos esos años.

No obstante la depresión se había hospedado en el alma del rubio y planeaba quedarse allí. Esa noche veía a sus hijitos dormir en sus camas, cuando su celular sonó.

Era su amigo Gay quien lo llamaba desde la puerta de un burdel, lugar que cada tanto el pelirojo solía frecuentar con sus amigos de los suburbios avivando así su lado más siniestro algunos veces.

Nick salió de la habitación para atender. Gay se oía alterado y angustiado.

- Por dios Nick, soy yo....Gay.
-¿Gay? ¿Qué ocurre amigo?

- Debes venir pronto Nick.
-¿A dónde? ¿Qué pasa?
- Es Sara

-¿Sara? ¿Cómo que Sara? ¿A qué te refieres?
- Está aquí, en el burdel donde ahora me encuentro.

Ante aquella información, el rubio empalideció al oírlo. Luego de tantos años al fin aparecía y en un lugar muy inesperado.

El pelirrojo le dió la dirección, y él tras anotarla colgó, para llamar a su amigo Shaco para que vaya a su mansión a cuidar a los mellizos.

Cuando éste llegó, el rubio salió y se dirigió al burdel donde Gay le dijo. El pelirrojo lo aguardaba ansioso.

Cuando el rubio pudo llegar al fin, Gay lo llevó dentro de ese lugar de mala muerte impregnado por mujeres y hombres que se prostituían.

Algunos estaban conscientes, mientras que otros estaban tan drogados que no tenían idea sobre dónde se encontraban siquiera.

Exparcidos por doquier, mujeres, hombres y sus clientes estaban en diversos sitios del burdel. Gay y Nick se fueron adentrando hacia el corazón de ese oscuro y sucio sitio de mala muerte, hasta llegar a una sala donde había puertas transparentes alrededor.

Eran siete en total y tras cada una de esas puertas se encontraba una joven completamente desnuda, encadenada del cuello a una argolla ubicada en el suelo.

Luces rojas y azules alumbraban cada habitación. Aquellas chicas prisioneras tenían la mirada perdida, era más que evidente que se habían desconectado con la realidad que las rodeaban.

Nick miró aquel lugar asombrado, pero su amigo lo condujo frente de la puerta de vidrio donde se encontraba Sara. El corazón del rubio se disparó a mil latidos por segundo.

Se desesperó a más no poder. Colocó sus manos sobre el vidrio golpeandolo al tiempo que decía:
-Sara....¡Sara!

Pero la muchacha lo miraba sin ver, con la mirada perdida moviendose sobre el asiento donde se encontraba de forma en extremo sensual. Parecía una muñeca sin vida, una autómata.

Gay miraba a su alrededor, sabiendo que en cualquier momento llegarían los guardias con alguien para hacer negocio.

Pero Nick se hubo olvidado del lugar para centrar toda su atención en Sara, quien estaba prisionera del otro lado de la puerta ignorandolo todo. Ni siquiera era consciente del sitio donde ahora se encontraba.

-Por dios mi amor ¿qué fue lo que te hicieron esos monstruos? - susurraba el rubio llorando con intensa desesperación - Sara ¡Sara!


 




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