Las Chicas Perfectas

TREINTA Y CINCO

En la comisaría, Ana estaba en una de las salas de interrogatorios sola, mientras aguardaba ser interrogada por algún detective junto a sus padres.

Aparentaba estar tranquila y sin inconveniente alguno, respiraba y se movía con sensual maestría provocando en todo aquel que la viera intensos deseos sexuales y anhelos de poseerla.

El policía que debía vigilarla en la sala sentía que con cada segundo que pasaba le costaba más mantener su máscara de frialdad, debido a la intena sensualidad de la joven prisionera.

En su mente la violó incontables veces, la torturó y volvió a abusar de ella con mayor lujuria. Aquela jovencita era exquisita en verdad, y muy consciente de los estragos que su persona ocasionaba sobre los hombres y mujeres por igual.

Ana empezó a desplegar sus encantos con ese policía, quien sudaba frío. Le sonrió con sensual interés al tiempo que apartaba sus dorados cabellos de su rostro de forma sexy respirando profundo.

Cuando sus miradas se cruzaron, la puerta se abrió dejando pasar a sus padres seguidos de un detective. El policía se retiró más excitado que nunca.

Nick se sentó a su derecha mientras que Sara a su izquierda y el detective frente de Ana. La jovencita dorada miró al oficial de la ley con indiferencia.

Cuando las preguntas arrancaron, ella nada dijo limitandose a observar a su interrogador en total silencio segur de sí misma al menos en apariencia.

Al cabo de quince minutos sin lograr arrancarle una sola palabra, los nervios se alteraron allí, en especial en el detective.

- ¡Maldita sea Ana Archer! ¡Responde de una vez! - el detective golpeó la mesa con su mano derecha ocasionandole una singular sonrisa a la doncella dorada - Dejate de jueguitos maldita mocosa promiscua...ramera....

- Cuidado detective - intervino Nick - Como abogado, debo advertirle que no es buena idea amenazar y mucho menos insultar a mi cliente.

- En ese caso dígale a su clienta que coopere o se las verá muy mal abogado - contestó el detective frustrado por la actitud de Ana.

- Detective - expresó casi en un susurro Ana moviendose con gracia y elegancia en la silla - Debería dejar de intentar inmiscuirse en asuntos que no le concierne. Podría hacer enfadar a personas peligrosas. Y ambos sabenos que eso no sería nada bueno para usted.

— ¿Acaso es una amenaza?
— No, solo es una advertencia detective. Ellos se molestarán si sigue indagando.

-¿Quiénes? ¿De quiénes hablas mocosa? ¿De los que te secuestraron?

-No se quiénes me secuestraron. No los ví
-Mentira, habla o te acusaremos de complice.
- No lo sé, me vendaron los ojos.

- Bien - dijo el detective indignado con Ana ya que lo empezaba a excitar y eso lo enfurecía - De víctima pasarás a ser considerado cómplice de Adam.

Nick empezó a ejercer sus encantos de abogado siendo el mejor de todos. Así logró voltear la situación a favor de su hija y cliente Ana.

-Mi cliente es inocente, no estuvo junto a Adam durante cuatro años por gusto. Fue en contra de su voluntad.

- Necesito al menos una prueba que me demuestre que eso es cierto, abogado.

Sara intervino en esos momentos al decir:
- Detective no tiene suficientes pruebas para acusar a nuestra hija ¿verdad?

- No, pero las tendré.
- Le aconsejo que investigue a Adam, él es el culpable de todo, no Ana - prosiguió Sara.

- Como aún no hay nada contra mi cliente nos vamos - finalizó Nick y se marcharon los tres.

Ana nada dijo durante el trayecto hasta llegar a casa, aunque una vez en la mansión siguió en silencio. Anthony la abrazó con fuerza dandole la bienvenida.

No estás sucia hermana, nada fue tu culpa. Te ayudaré, ya lo verás Ana.

La doncella dorada lo abrazó también sin sentir asco ni temor. Después de todo Anthony era su gemelo. Cerró los ojos embriagándose del aroma de su gemelo, hacía tiempo que no lo tenía cerca.

Anthony...ayúdame hermano....

Aquí estamos todos para hacerlo Ana.

No, nuestros padres no. Ellos nunca entenderían nada....

Cuando se apartaron los gritos alegres del pequeño Ismael resonaron en el lugar. El niño corrió a los brazos de Ana felíz. La joven doncella abrazó a su pequeño hermanito también.

Sus hermanos jamás lo lastimarían, pero no podía confiar en nadie como tampoco le era permitido traicionar a Adam. Solo debía callar tal como él se lo hubo ordenado.

Sara llevó a Nick aparte dejando a los chicos solos. Haría que Ana se relaje y baje la guardia, para poder hacerla hablar.

Como Nick no entendía nada, Sara le explicaría todo en la habitación de ambos.

En tanto Ana era conducida por sus hermanos a la sala de arte donde podrían estar solos. Era lo que la doncella dorada necesitaba.

Ana, hermana, todo estará bien. Solo confía en nosotros una vez más.

En tí y en Ismael siempre, pero en nuestros padres jamás. Ellos son perfectos en cambio yo estoy sucia.

No es cierto

Anthony abrazó a su gemela, mientras Ismael dibujaba en su cuaderno con sus lápices de colores.

- Respira Ana - le susurró Anthony - Estás a salvo aquí.

Junto a sus hermanos la doncella dorada volvía a ser ella misma sin problemas. 


 




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