Las Chicas Perfectas

CUARENTA Y DOS

Ana era una gran y estupenda mamá ya que el bebe de su amado la seguía a donde sea que ésta vaya. Nada podía hacer más feliz a Kaspy, sentía que tocó el cielo con las manos.

Amaba tanto a Ana que era capaz de hacer cualquier cosa por su bella esposa dorada.

La doncella dorada no sentía ningún orgullo ni se mostraba prepotente a la hora de tratar a los demás. Su amabilidad y dulzura despertaba el cariño en quienes la rodeaban.

Pero dicha felicidad llegó a su fin cuando Ana fue descubierta por Javier, quien le contó a Sara. Una tarde de invierno, Ana salía con el bebe de su esposo en el coche rumbo al almacen en busca de vívieres cuando Sara se le acercó.

La palidez de la joven dorada fue notoria, su nerviosismo la hizo temblar. No quería volver a esa lujosa prisión donde se encontraba. No soportaría aquello. No ahora que al fin era feliz.

— Ana, llevas meses desaparecida hija — decía Sara con dureza.
—Mamá....¿qué demonios haces aquí?

— Vine por tí
—No...no....¡No! ¡Déjenme en paz!
— Sabes que eso no pasará hija. Vendrás conmigo de regreso a casa donde perteneces.

Sin pensar en nada más, Ana sujetó al bebe que por entonces tenía un año de edad y salió corriendo, pero Javier le cortó el paso.
—No escaparás esta vez Ana — dijo el pelirojo Javier
— ¡Maldita sea!

Ana giró para huir por otro lado, cruzó la calle sin fijarse que el semáforo estaba en luz verde dándole paso a los autos. Y así le fue. Un auto la golpeó arrojandola al suelo.

Al bebe no le pasó nada de nada, se levantó y llorando empezó a caminar por la calle ocasionando un gran caos en el tráfico.

Pero Ana quedó inconsciente en el suelo. Javier sujetó al bebe mientras Sara socorría a su hija.
—¡Ana! — gritó con profundo terror

Llamó a Nick por su celular sin dejar de temblar. A lo lejos Adam contemplaba la escena con una siniestra sonrisa en sus labios.

— Perfecto, es hora de que los empieces a perder a todos los que amas, maldita perra — murmuró él mirando a Sara.

Sara abrazaba a Ana sintiéndose angustiada y desesperada. No entendía cómo pudo suceder eso. Él solo quería hablarle, hacerle saber lo mucho que la extrañaban y lo preocupados que estaban debido a su desaparición.

— Nick, por dios....no lo entiendo....te juro que no se qué pasó....
— Sara dime ¿dónde estás? Iré ahora mismo.

Javier tenía en sus brazos al bebé, cuando Kaspy llegaba ya que fue llamado por la gente del lugar que lo conocía.

—¡Ana! ¡Dios mío! ¡Mi amor! — apartó a Sara para sujetar a su amada esposa —¿Qué pasó?

— Ellos quisieron secuestrarla Kaspy — dijo uno de sus vencinos — Ya hemos llamado a la policía.

— ¡No somos secuestradores! —expuso Sara colocandose de pie — Somos su familia. Ana es mi hija y es menor de edad.

— Por lo tanto tú, Kaspy, eres un pedófilo y su secuestrador — prosiguió Nick que había llegado con la policía — Guardias arrestenlo — Servicios sociales se llevará al bebe.

—¡¿Qué dices?! ¡No soy pedófilo ni secuestrador! ¡Ana es mí esposa maldita sea!

Ante sus palabras todos quedaron en una pieza debido al asombro. 
—¿Cómo dijiste Kaspy? — preguntó Nick

— Ana es mi esposa y lleva mí apellido. Además ella tiene 17 años. Eso la vuelve libre para elegir a quién amar.

 




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