Las Chicas Perfectas

SETENTA

Ana fue hospitalizada y pasó dos días internada recibiendo tratamientos, hasta que se hubo recuperado para darle el alta y poder volver a casa.

Pero Anthony no se quedó de brazos cruzados, fue a ver a Misa para exigirle explicaciones. Sin embargo, no la encontró en la supuesta mansión donde el rubio había creído que vivía.

Tampoco estaba en la facultad ni en ningún sitio donde Anthony sabía que frecuentaba. Era como si se la hubiese tragado la tierra. Aquello despertaba en el rubio una desagradable sospecha.

Misa era una chica perfecta en apariencias,  que conoció en la facultad y en verdad le hubo caído bien. Jamás pensó que pudiese ser alguien de poco fiar. ¿Cómo era posible que se haya equivocado tanto?

Pero en su mente rondaba ya la sospecha, de que en realidad se trataba de una enviada de Adam. Ese maldito hombre que solo sabía causar problemas.

Cuando Ana volvió a casa, Anthony la recibió con un fuerte abrazo ya que se sentía culpable por su padecer de esos últimos días.

- Hermano, habla con Sindy por favor - le pidió una vez más Ana, ya que sabía lo mucho que esa pelinegra amaba a su gemelo.

Pero sus padres le habían advertido que solo no presentarían cargos contra Sindy, si su padre cumplía su palabra de encerrarla en el convento.

Por más que Anthony gritó y protestó, en esta ocasión ni siquiera Sara lo apoyó. Aquello lo decepcionó, debido a que imaginó que su mamá lo entendería y apoyaría. Pero nada de eso ocurrió.

Y para colmo de males Sindy nada quería saber con el rubio debido al intenso dolor que padecía. Ahora, dos días después, Anthony se encontraba en su habitación sentado en uno de los sillones sin vida alguna.

Ana, al verlo, se preocupó debido a que parecía alguien vacío. Un muñeco roto y dejado de lado. Anthony sentía que sin su amada Sindy la vida carecía de sentido, pero sus padres no estaban dispuestos a hacer el menor intento por entenderlo.

Pero lo que más lo descorazonaba era saber que la misma Sindy creía que le hubo sido infiel y no estaba dispuesta a nada. Entonces ¿para qué seguir luchando?

Ana intentó hacer que su hermano, al menos, salga al jardín a tomar aire fresco sin lograrlo.

- Padre ¿podemos hablar? - Ana entraba al despacho de Nick esa fría tarde se invierno
- Por supuesto hija ¿qué deseas?
- Es sobre Anthony.

Nick suspiró hondo, ya que sabía lo que Ana le diría por lo que dijo.
- Nada puedo hacer por tu hermano. Él debe salir a flote por sí solo.

- Necesita a Sindy padre
- Eso no podrá suceder jamás. Sindy ya fue encerrada en el convento por su padre.

- Padre por dios, se razonable.
- Hijo, ella te secuestró y te dañó. Debería estar presa, agradeceme que no presenté cargos. Soy muy benébolo.

- No padre, no lo eres. No te mientas.
- Ana fuiste secuestrada
- Pero nada pasó, y Sindy tuvo sus motivos. Además Anthony ahora parece un muerto viviente ¿acaso no piensas hacer nada?

- No hija, la justicia debe cumplirse. Ahora vete que estoy ocupado. 
- Es evidente que la familia para tí no cuenta en nada padre.

-¡Lo hago por tí Ana! ¿Cómo puedes decirme algo así? 
- No padre, no lo haces por mí, sino por tí mismo.

Diciendo aquello salió del despacho ofuscada, además se sentía culpable por el dolor que Anthony estaba padeciendo en esos momentos.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.