Las chicas que nadie elige

4

Quizás podamos encontrar un refugio en chicas invisibles o quizás nosotras somos un refugio para ellas

Desde aquel día en la biblioteca, las cosas empezaron a cambiar. Al principio, nuestras conversaciones eran escasas, casi tímidas. Nos sentábamos juntas en la misma mesa, pero cada una se perdía en su libro, como si las palabras en las páginas fueran una barrera contra el mundo exterior.

Sin embargo, poco a poco, esa barrera comenzó a desmoronarse.

—¿Qué estás leyendo? —preguntó Nia, señalando el libro que tenía entre mis manos.

—Es una novela de fantasía. Me gusta cómo el protagonista enfrenta todo lo que le pasa, aunque siente que nunca es suficiente.

—¿Puedo verlo? —dijo Bella, extendiendo la mano. Se lo pasé y empezó a hojearlo con cuidado—. Se ve interesante. A mí me encantan las historias de personajes que no encajan, pero encuentran su lugar al final.

—Yo prefiero los misterios —añadió Hope, empujando sus gafas hacia arriba—. Resolverlos me hace sentir que tengo control sobre algo, aunque sea solo en la ficción.

Esa conversación fue la primera de muchas. Cada día, cuando el último timbre sonaba, nos dirigíamos juntas a la biblioteca. Se convirtió en nuestro lugar sagrado, un refugio donde podíamos ser nosotras mismas.

Empezamos a compartir nuestros libros favoritos, intercambiándonos novelas que resonaban con nuestras propias historias. Cada título traía consigo una discusión apasionada, nuestras opiniones mezclándose con risas y confesiones.

—¿Sabían que esta autora escribió el libro mientras lidiaba con una depresión? —dijo Bella un día, sosteniendo un ejemplar lleno de post-its que había usado para marcar sus frases favoritas—. Es como si entendiera lo que sentimos.

—Es impresionante cómo las palabras pueden hacer eso —dije, sonriendo—. Como si de alguna manera nos dieran permiso para sentirnos menos solas.

Una tarde, mientras hojeábamos libros en silencio, Bella rompió la calma con una idea.

—¿Por qué no formamos un grupo oficial? Algo solo nuestro.

—¿Un club de lectura? —preguntó Nia, curiosa.

—Más que eso —respondió Bella—. Un grupo para nosotras, donde podamos ser exactamente quienes somos, sin tener que disculparnos por ello.

—¿Qué nombre le pondríamos? —pregunté, intrigada.

Hope se quedó pensativa, jugueteando con el borde de su libro.

—¿Qué tal 'Las chicas que nadie elige'?

Hubo un silencio breve mientras las palabras flotaban en el aire.

—Es perfecto —dijo Bella, sonriendo—. Porque, ¿saben qué? Tal vez nadie más nos elija, pero nosotras sí podemos elegirnos unas a otras.

Desde ese momento, nos llamamos así: Las chicas que nadie elige.

Creíamos que ese nombre nos definía, pero también nos hacía sentir poderosas. Porque ser invisibles no era lo mismo que ser insignificantes, y juntas estábamos creando un lugar donde por fin éramos vistas.

Ahora, nuestra mesa en la biblioteca tenía un letrero improvisado que Hope había dibujado en un papel reciclado: "Prohibido interrumpir: reunión de Las chicas que nadie elige".

Nadie más se acercaba, pero no importaba. Nosotras teníamos algo que antes parecía imposible: amistad.

Y juntas, empezábamos a pensar que tal vez no necesitábamos que alguien nos eligiera. Porque ya nos teníamos las unas a las otras.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.