Nunca confíes solo en una máscara, porque puede tener varias.
Las máscaras esconden mucho más de lo que muestran. Nunca confíes en ellas, porque detrás de una, siempre puede haber otra.
Habíamos decidido encontrarnos con el famoso Austin. Su invitación llegó un día después de que Bella comentara sobre él: "Es diferente, no como los demás". Por alguna razón, eso nos intrigó lo suficiente para aceptar.
El plan era sencillo: una cafetería cerca de la escuela, un lugar público, rodeado de testigos. Nada podía salir mal. Al menos, eso creíamos.
—¿Están seguras de esto? —preguntó Hope por quinta vez mientras caminábamos hacia el lugar. Su tono estaba cargado de preocupación, y el temblor en su voz era evidente.
Nia giró la cabeza hacia ella con una sonrisa tranquila.
—¿Qué es lo peor que puede pasar? —respondió con un aire despreocupado—. ¿Que nos secuestre y nos lleve a Corea del Sur?
Bella soltó una risa corta, pero Hope no parecía compartir la broma.
—Esto no es un juego, chicas —insistió, abrazándose a sí misma mientras ajustaba sus gafas—. No sabemos quién es realmente. Podría ser un psicópata.
—O podría ser solo un chico intentando ser amable —intervino Bella, colocándole un brazo alrededor de los hombros—. Además, no te preocupes, traigo spray de pimienta.
Hope sonrió apenas, pero su inquietud seguía reflejada en sus ojos. Ninguna de nosotras la juzgaba por sus miedos; sabíamos que su mente siempre iba a los peores escenarios. Desde que Hope nos contó sobre cómo sus padres la habían sobreprotegido toda su vida, entendimos mejor por qué siempre estaba alerta.
Sin embargo, mientras nos acercábamos a la cafetería, una sensación de opresión comenzó a crecer en mi pecho. ¿Y si Hope tenía razón? ¿Y si Austin no era quien decía ser? ¿Y si esto era una trampa más, un nuevo intento de humillarnos?
—Debe ser él —dijo Nia, señalando a través del cristal de la cafetería.
Un chico de cabello castaño estaba sentado de espaldas a nosotras, con una postura relajada.
—No se ve nada mal desde atrás —murmuró Hope, cruzando los brazos.
—Por delante se verá mejor entonces —respondió Bella con una sonrisa.
Me llevé una mano a la boca, ahogando una risa.
—Bella, eso sonó terrible.
—Bueno, ¿qué querías que dijera? —replicó, divertida—. Además, ¿quién sabe? Tal vez por primera vez tengamos suerte.
—Vale, chicas. Es hora —dije, ajustando la correa de mi mochila—. Por esta vez, vamos a dejar nuestros pensamientos intrusivos en la puerta.
—¿Y si vuelven? —preguntó Hope, mordiéndose el labio inferior.
—Les cerramos la puerta en la cara —respondió Bella con determinación, extendiendo una mano hacia nosotras.
Nia, Hope y yo la tomamos al mismo tiempo. Era un gesto simple, pero en ese momento significaba todo. Nuestras inseguridades eran más fuertes que nuestras propias voces, pero juntas, podíamos callarlas al menos por un rato.
Con los dedos entrelazados, cruzamos la puerta de la cafetería.
Al acercarnos, el chico levantó la cabeza, como si sintiera nuestra presencia. En cuanto nuestras miradas se cruzaron, se puso de pie. Sus ojos, de un tono avellana cálido, recorrieron nuestras caras con interés.
—¿Son ustedes? —preguntó. Había algo en su tono, una mezcla de curiosidad y emoción que me dejó dudando si realmente estaba feliz de vernos o simplemente jugaba con nosotras.
—Sí, somos nosotras —respondí, tratando de que mi voz sonara firme.
—Las chicas que nadie elige —murmuró para sí mismo, aunque lo suficiente alto como para que lo escucháramos. Luego, una sonrisa se extendió por su rostro—. No entiendo por qué. Son muy bonitas.
—¿Qué? ¿En serio? —Hope lo miró con los ojos entrecerrados, claramente desconfiada.
Él asintió, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Claro. Son chicas únicas.
Entrecerré los ojos, evaluándolo. Había algo en su sonrisa que no terminaba de convencerme, algo demasiado perfecto, como si supiera exactamente qué decir.
—¿Estás bromeando con nosotras? —pregunté con cautela, cruzándome de brazos.
—No, claro que no —respondió, levantando ambas manos en señal de inocencia.
Por un instante, consideré darme la vuelta e irme, pero entonces él señaló las sillas con un gesto amable.
—¿Quieren sentarse? —dijo, inclinando la cabeza.
Nos miramos entre nosotras, intercambiando dudas silenciosas. Finalmente, Bella dio el primer paso, sentándose con una sonrisa tranquila. Nia y Hope la siguieron. Yo fui la última en hacerlo, todavía con cierta reticencia.
Austin esperó a que nos acomodáramos antes de hablar nuevamente, apoyando los codos en la mesa mientras nos observaba con esa misma sonrisa desarmante.
—Bueno, ahora que están aquí, hablemos. Quiero conocerlas mejor.
Mi pecho se oprimió ligeramente. No estaba segura de qué esperaba de este encuentro, pero algo en su actitud me ponía en alerta.
¿Sería sincero o solo es otra máscara más?
Austin apoyó los codos sobre la mesa, mirándonos con una mezcla de admiración y curiosidad.
—Tengo que decirlo: su blog me voló la cabeza.
Nia parpadeó, sorprendida.
—¿Nuestro blog?
—Sí, Invisibles y poco entendidas. Es increíble.
Hope, que hasta ese momento había estado jugando nerviosamente con la manga de su suéter, levantó la vista.
—¿En serio lo lees?
—No solo lo leo, lo devoro —respondió Austin, con una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor—. Cada entrada es como si pusieran en palabras cosas que yo he sentido pero nunca pude explicar.
El silencio que siguió estuvo lleno de incredulidad. Hope apartó la mirada, ajustándose las gafas, mientras Bella dejó escapar una risa corta, claramente encantada.
—Eso es... inesperado —dijo Nia, todavía tratando de procesar sus palabras.
—¿Tienes alguna entrada favorita? —preguntó Bella con entusiasmo.