Las chicas que nadie elige

12

No puedes arriesgar tu cielo, por el infierno de otro

El cielo estaba nublado ese día cuando llegué a la cafetería para encontrarme con las chicas. Sentía una presión extraña en el aire, como si estuviera a punto de llover, pero no importaba el clima. Al llegar, las vi sentadas en una mesa cerca de la ventana. Parecían relajadas, hablando de algún tema trivial, pero lo que me llamó la atención fue la figura de Hope. Estaba sentada con los ojos rojos, con rastros evidentes de que había estado llorando.

Mi corazón se detuvo por un momento. Algo no estaba bien.

—¿Qué le pasó a Hope? —pregunté de inmediato, con la voz preocupada.

Las chicas me miraron, y fue Bella quien respondió en un tono suave:

—No lo sé... Creo que algo le pasó con Austin.

No tuve tiempo para preguntar más. Hope levantó la cabeza justo en ese momento, y pude ver cómo sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas que seguían cayendo. Mis manos temblaron al verla así.

Se levantó de un salto, tambaleándose, y comenzó a caminar hacia nosotras, con una expresión que me partió el corazón: una mezcla de dolor, tristeza y enojo.

—Chicas... —susurró, casi entre sollozos. Se detuvo un momento, tragando aire—. No puedo más...

No me dio tiempo a reaccionar. Hope se acercó más, y en ese instante, las lágrimas empezaron a salir de nuevo de sus ojos.

—Le pregunté... le pregunté qué quería conmigo... y no me dijo nada claro. Nada. Solo evasivas. No sé qué pensar. Me hace sentir tan insegura, tan pequeña... —su voz tembló y la vi hundirse en sus propios sollozos.

Nos quedamos todas calladas un momento. Mis amigas parecían igual de afectadas. No éramos extrañas a las incertidumbres y temores que nacían de las relaciones confusas, pero ver a Hope así, vulnerable y rota, era como un golpe directo en el pecho.

—Lo intenté, chicas. Lo intenté. Pero siempre termino aquí, esperando... esperando por algo que nunca llega. Me siento tan perdida. —las lágrimas la hicieron quebrarse aún más—. Austin solo me hace llorar.

Bella y Nia se acercaron para abrazarla de inmediato. No importaba cuánto tratara de mantener la calma, el sonido de su angustia era imposible de ignorar. Nosotras la rodeamos, la abrazamos con fuerza, deseando que nuestras palabras y presencia fueran suficientes para aliviar su dolor.

—Shh, tranquila, Hope... —susurró Bella, acariciando su cabello—. No estás sola en esto. Estamos contigo.

—Te entendemos, Hope. No estás sola. —Nia la abrazó con firmeza—. Esto es solo un momento. Va a mejorar, lo prometemos.

Yo me uní al abrazo, sintiendo cómo el peso de su tristeza me envolvía también. Me sentí incapaz de decir algo, porque, en ese momento, las palabras no eran suficientes. A veces, lo único que podía hacer era estar ahí, aunque no tuviera respuestas.

Hope siguió llorando un rato más en nuestros brazos. Se sentía como si estuviera liberando todas las emociones que había estado acumulando desde hacía semanas, tal vez incluso meses. Nosotras solo permanecimos ahí, en silencio, permitiéndole ese espacio, permitiéndole el consuelo que necesitaba.

Finalmente, después de un rato, Hope se apartó un poco. Sus mejillas seguían mojadas, pero sus respiraciones se sentían menos entrecortadas.

—Gracias, chicas... —murmuró, con una voz apenas audible.

Ninguna de nosotras respondió de inmediato. No hacía falta. Sabíamos lo importante que era que ella sintiera ese apoyo, que no estuviera sola.

—¿Sabes qué? —dijo Nia, tratando de cambiar un poco el ambiente con un tono suave—. A veces, las personas no saben lo que sienten o cómo expresarse. Austin no merece que te sientas así. No te merece si solo te causa incertidumbre y tristeza.

Hope nos miró con los ojos aún húmedos.

—¿Y si yo me equivoqué? —preguntó, casi temerosa de la respuesta.

—No lo hiciste —respondió Bella con seguridad—. No tienes que pasar por esto para tratar de entender algo que debería ser sencillo. No eres una experta en relaciones, Hope, pero eso no significa que estés equivocada. A veces, las personas no saben lo que quieren, pero tú no estás obligada a quedarte ahí, esperando.

Nos quedamos en silencio un momento. Era cierto: las relaciones podían ser complicadas, pero nadie debía sacrificarse a sí mismo solo para resolver el caos de otro. Espero que Hope pueda escuchar nuestras palabras, y encontrar el consuelo en nuestras voces.

Finalmente, Hope suspiró y trató de recomponerse. Se limpió las lágrimas y asintió débilmente.

—Gracias... en serio. Gracias.

Y aunque sus palabras eran suaves, sabíamos que la batalla no había terminado. Pero por ahora, solo teníamos que mantenernos juntas, como siempre lo habíamos hecho.

Nos sentamos nuevamente en la mesa, cada una con sus propios pensamientos, pero con un único objetivo: estar ahí para Hope, recordarle que no estaba sola.

En el amor y las relaciones, no siempre tenemos control, pero el apoyo de las amigas puede ser el refugio que necesitamos cuando todo parece derrumbarse.

El día había avanzado con una mezcla de aburrimiento y preocupación. Estaba caminando hacia la clase de matemáticas cuando sentí que alguien se acercaba rápidamente detrás de mí. Antes de que pudiera reaccionar, una voz conocida me alcanzó en el pasillo.

—¡Berenice! —dijo una voz masculina con ese tono suave y educado que siempre me descolocaba.

Me giré de inmediato y lo vi: Matteo. Estaba sosteniendo algunos folletos en sus manos. Me sentí un poco nerviosa. Mis piernas se detuvieron en seco, y el corazón me empezó a latir con más fuerza.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, con el ceño fruncido. Mi voz salió firme, pero dentro de mí sentía un nudo de tensión.

Matteo extendió los folletos hacia mí, con una sonrisa que intentaba ser amistosa pero que me resultó incómoda.

—Esto... —dijo con calma—. Vi que pareces estar pasando por momentos difíciles, y me preocupé. Esto es una organización que ayuda a las personas en situaciones complicadas. Tienen servicios de orientación y apoyo, y pensé que podrías necesitarlos.




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