A un corazón tan roto, no le queda más que rogar amor

Cuando me quise dar cuenta, ya estaba enamorada, no sirvió esconder mis sentimientos, no sirvió reprimirlos, no sirvió absolutamente nada, pensé que el tiempo los curaría, pero tan poco fue así, era la primera vez que sentía algo así y con la misma intensidad de mi primer amor, pero ahora sin estar cegada, mi cuerpo nunca había reaccionado de esa manera ante otros chicos, solo con su presencia bastaba para ser un mar de emociones, cada célula se ponía en alerta, y me aterrorizaba la capacidad mental que tenía para destruirme, yo solo podía orar y rogar amor en silencio, no solo a él, a mis amigos, a todo aquel que fuera importante para mí, porque por primera vez, el que mi madre no me lo haya mostrado de pequeña, estaba cobrando factura, nunca me había sentido amada, ni siquiera de ese amor paterno que los padres le dan a los bebés y la falta de amor -de cualquier manera- me hacía anhelarlo, pero siempre lo busqué en las personas incorrectas, o quizás era yo la del problema, como no se me había mostrado nunca el amor de manera cariñosa, no sabía como darlo cuando lo sentía, anhelaba amor pero no sabía como expresar el mío, eso era lo peor de todo, que exigía silenciosamente algo que yo no sabía como dar, nunca pude dar el primer paso, me limité a observarlo en otras parejas, amigos y familias, tratando de aprender y creo que voy por buen camino, al menos en las dos últimas. Si, aunque parezca patético, todo mi ser ruega amor, mi corazón espera débilmente a que recojan los ciento de fragmentos partidos y los unan, pero lastimosamente él logró una nueva manera de partirlos aún más, convirtiendo los cientos de pedazos en miles, haciendo aún más difícil el trabajo de unir pedazo por pedazo y dejando a mi corazón más triste, viendo cada vez más lejos la posibilidad de estar completo y ser uno de nuevo.