Las Claves Del Indio

LX. TIERRA DEL FUEGO

Si bien lo de mi suegro no pasó de un susto, Graciela me hizo quedar un día entero en el departamento para vigilar que cumpliera la dieta prescripta, mientras ella iba a trabajar. El día siguiente lo ocupé deambulando por talleres mecánicos, en busca de un presupuesto medianamente asequible, porque el problema del auto resultó más grave de lo que pensaba, producto del recalentamiento del motor. Terminé recalando en lo de un conocido de un conocido, que prometió hacerme precio. Como me pidió un adelanto para repuestos, no sólo me distraje con los mil prestados, sino que logré que mi suegro me facilitara otro fajo, explotando el silencio ante la hija sobre sus excesos gastronómicos. Le cargamos la culpa al estado del mondongo, pero le bajamos énfasis al argumento cuando Graciela insinuó la posibilidad de iniciar demanda contra el bar de Alberdi, acción que indefectiblemente se perdería por culpa de la víctima. Calculo que los fondos en mi haber, descontado el adelanto al mecánico, van a ser suficientes para el arreglo y para la dos de Andanzas, si es que la consigo o en los dos días que me quedan antes de viajar a Mar del Plata. Viaje que depende, claro, de que el auto esté listo para esa fecha.

Pareciera que el mal tiempo comienza a disiparse, de modo que me largo temprano en tren a Capital, con la esperanza que los puestos del Parque abran a la tarde. Me queda, de todos modos, la Librería Antigua. También estaría la posibilidad de localizar a Orestein. No vale la pena llegarme a la Bond Street porque ahí no tenía material antiguo, así que tendría que ir a probar suerte en el depósito de Flores. Aunque no es de descartar que esté cerrado o se haya mudado. Han pasado años de la última vez que lo visité, que si mal no recuerdo, fue cuando me hizo la fotocopia de la dos de Andanzas.

Se me ocurrió que quizá "30 años en Tierra del Fuego", el libro que me impusiera el finado Chiquito Cabello, tenga después de todo algún valor. Si fuera así, la Librería Antigua es el lugar ideal para ubicarlo, ya que comercian volúmenes raros. Lo cargué en el portafolio, con la remota esperanza de poder achicar la diferencia con la número dos del Indio, y no llegar a gastarme inconscientemente los mil que guardo en el bolsillo. No hay certeza que con lo que me quedó pueda cubrir la reparación del auto, y además, en algún momento, mi suegro va a terminar reclamando la deuda.

Saco el grueso ejemplar encuadernado. Es curioso que yo haya leído tanto de joven y que de adulto, fuera de las historietas y de lo que necesito como información para el trabajo, no lea nada. La prueba es que ni siquiera ojeé el libro desde que cayera en mis manos. Esta culpa de ex – lector, me lleva ahora a abrirlo.

El prólogo, luego de reseñar brevemente la biografía del autor, el padre De Agostini, prosigue textualmente: Edificó un valioso memorial de las últimas tribus Tehuelches mientras exploraba montañas, lagos y glaciares entre Chile y Argentina. De aquellas experiencias resultaron tres libros que hoy son considerados biblias por los montañistas: 'Mis viajes a la Tierra del Fuego' (1923), 'Andes Patagónicos' (1932) y 'Esfinges de hielo' (1939). La presente edición del primero de ellos, corregida y aumentada por el mismo autor décadas después, incluye fotos del documental 'Terre Magellaniche', lamentablemente hoy perdido.

Si OQUEDA no estuviese en Uruguay, podría ofrecerle el libro a él, tan interesado de pronto en ahondar en vida y costumbres de los verdaderos Tehuelches.

Aunque mis esperanzas que me lo tomen en la Librería Antigua se acrecientan cuando reparo que la tirada ha sido reducida (cien ejemplares) y numerada. Curiosamente el que tengo en mis manos es el cero cero dos. Este descubrimiento no sólo le otorga valor al volumen, sino que también parece otro guiño del destino: la dos por la dos. Pero considerando que el destino no se ha portado muy bien conmigo últimamente, decido no darme manija y continuar la inspección.

En el inicio del libro se cita a Pigaffeta, el cartógrafo de Magallanes, cuyas reseñas sobre los Patagones yo había descubierto hace tiempo, relacionándola con la creación del Viejo.

Me vuelve a la memoria el chateo con OQUEDA y su petulante corrección sobre la denominación correcta de la tribu. Calza mejor patagón con la pata enorme –dedo gordo y uña, más bien- repetida en la familia: Indio, Hermano, Hermana, Nodriza, inclusive.

Las páginas siguientes tampoco me revelan mucho más de lo que ya sabía y me gana el adormecimiento, ayudado por el traqueteo del tren y el sonido de la lluvia, que ha retornado. Hago un esfuerzo por mantenerme despierto, en la consideración que llegue a vender el libro, y perderme algún dato interesante

Según De Agostini el nombre de Tehuelche, que prefiere OQUEDA, significa hombres fuertes. Sigo con la lectura y me entero que la presencia de la tribu en la Patagonia está registrada desde hace seis mil años. Que eran nómades, expertos cazadores de guanacos, pumas y ñandúes. Que para ello, utilizaban arcos, flechas y boleadoras (arma predilecta del Indio). Que sus viviendas estaban construidas con pieles de guanaco y que conocían los secretos para la fabricación de cerámicas y telas. Que el gobierno era ejercido por caciques, cuyo cargo era hereditario (correcto, el Indio hereda el cacicazgo). Que la muerte era rodeada de complejas ceremonias y, en las primeras épocas, la tumba se ubicaba en un lugar secreto, en curiosa similitud con la cultura egipcia...



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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