Las Claves Del Indio

LXVIII. CRUCES

Estoy a punto de entrar en la estación de servicio, y siento el impulso de regresar al Club del Cómic. No sea cosa que termine rematando la colección en cien mangos. Con lo de Orestein y lo de Federica, ya tendría que haberme curado de espanto. ElTony notó las dudas que me asaltaban, porque saliendo del local, me propuso que si quería le dejara algunas revistas en garantía por el adelanto y que me llevara el resto, pero sabía de antemano que no me iba a animar a hacerlo, evidenciando así mi desconfianza. Además, en la calle seguía sin haber un puto lugar. No iba a volver a cargar las cajas tres cuadras... Orestein no quería ni oír hablar de ElTony. Claro que el judío, al final, me terminó embromando... No. No creo que ElTony me cague. Está en esto de hace muchos años. Aunque Orestein, también, y mirá...

Lleno el tanque y termino enfilando para La Plata. ¿Qué pasaría si Graciela no me deja entrar o tiró la fotocopia a la basura? Perderé algún ejemplar, supongo, por los cien adelantados. Eso, siempre y cuando ElTony me devuelva los otros. No. Peor. Me pierdo diez lucas. ¿Dónde me van pagar así la colección? Me llama la atención una cotización tan elevada. Superó ampliamente mis expectativas, al punto que me dejó sin argumentos para pelearla un poco más. Y la insistencia con la fotocopia... Al punto de ponerla como condición para cerrar el trato... Parece un capricho. Porque la historia del candidato que estaba por llegar, no me la trago. Tampoco que no tenía la chequera. Se avivó que estaba tratando de sacarle lo más posible de adelanto, por si no conseguía la copia. Se emperró con eso, porque no vale nada... Debe tratarse de una interna entre mercaderes, relacionada con el robo a la caja fuerte de ALLIPAC. Orestein remarcó el bendito detalle de las crucecitas en la tapa, que también le quedó grabado a ElTony. Lo que no sé es si realmente se lo mencioné yo, o me asocia, de algún modo con ELCOVE. La verdad que conseguir la fotocopia no solo sería el pasaporte a las diez lucas, sino también la forma de que me dejen de joder con esa historia. A ver si todavía, después de despedirme del Indio, tengo que volver a dar explicaciones.

No es momento de perderse en disquisiciones propias de Vélez. Hay que encarar el problema que se presenta. Estoy frente a la puerta de mi ex edificio y me pregunto quién voy encontrar en el departamento. Tampoco sé quién es mejor o peor. Graciela debe seguir hecha una furia. Mi ex suegro me va a frenar con el tema de la deuda. El peor de los escenarios sería encontrar a los dos. Graciela, a esta hora, debería hacer Tribunales... No, cierto que estamos en Feria... Que sea lo que Kóoch quiera.

Si toco el portero y bajan a abrir, tendría que rogar penosamente en plena calle. Tengo más chances delante de la puerta misma del departamento. Puedo apelar al viejo truco de apretar varios timbres a la vez. Prefiero no armar revuelo y apostarme en la entrada. Algún vecino me hará pasar. Espero que no esté al tanto de la ruptura. Voy preparando el tono de que cabeza la mía, para el bocadillo...

-Me olvidé la llave.

La que me permite el acceso es una venerable anciana, que otrora me saludaba cordialmente, y hasta cambiaba conmigo impresiones sobre el tiempo, cada vez que nos cruzábamos en este mismo ascensor, donde ahora me observa con desconfianza.

-Oí gritos ayer. Parecía la voz de Graciela... ¿Se encuentra bien ella?

-Sí. Perfecto. Estábamos en una reunión de amigos...

Por supuesto no me cree, pero ya estoy despidiéndome. Toco el timbre del departamento.

-¿Quién es? –la voz de mi ex suegro.

-¿Está Graciela?

-Ah, sos vos. No está.

-¿Me abre? Tengo que retirar algo que me olvidé...

-No puedo.

-No sea rencoroso. Hoy mismo cobro unos pesos que me deben y le pago a usted...

-No es por eso. Graciela me dejó encerrado.

-¿Por qué?

-No quiere que salga a comer por ahí...

-Si me permite entrar, le digo donde guarda una copia de la llave.

-Trato hecho.

-Vaya al tercer cajón del placard y busque en un alhajero.

Vuelve más rápido de lo que pensaba. Entreabre la puerta, dejándola trabada con la cadena, y se asoma.

-¿Trajiste el auto?

-Sí...

-Llevame a Saladillo. A Mar del Plata al final no vamos y yo no aguanto más acá, Graciela me tiene a arroz todo el día, me muero de hambre...

-No puedo. Tengo cosas que hacer en Capital.

-No te dejo entrar, entonces.

-No sea tramposo.



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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