Las Claves Del Indio

LXIX. BIBLIOTECA PERSONAL

Mi ex suegro no había desempacado desde el frustrado viaje a Mar del Plata, de modo que arrancar para Saladillo solo le llevó el tiempo de dejarle una nota a Graciela. Pero a las pocas cuadras se me empaca.

-¡Pará!, pará acá...

-No tengo tiempo de parar.

-Pará o me tiro del auto.

Freno, porque sé que es tan loco como la hija.

-¿Qué se olvidó? Si volvemos, por ahí está Graciela y...

-No. Quiero comprar unas masas para el viaje. Estoy cagado de hambre...

-Después se va a cagar, pero en serio. Su hija...

-Vos ya no tenés que cuidarme –concluye taxativo, bajándose.

Recién ahí reparo en que lo que había detectado mi ex suegro era el local de El Rey del Dulce.

¿Qué significa este derrotero, que estoy siguiendo a ciegas? ¿Mero producto de la casualidad? ¿O está fijado de antemano por alguien? ¿Por qué me dirijo ahora a Saladillo, aún a riesgo que el auto se quede a mitad de camino? Descarto que me guíe un tardío reflejo compulsivo por la dos de Andanzas. Los acontecimientos que acabaron con esa búsqueda, si bien son recientes, parecen haber sucedido hace un siglo. Tal la dimensión del cambio de circunstancias. Resulta paradójico pensar que si la aparición del peón de los Quinteros se hubiera dado apenas unos días antes, todo hubiera sido distinto. Quizá estaría yo ahora en Mar del Plata, tomando un café en la Boston con JUANO y mostrándole el ejemplar de las crucecitas, igual al que le mandé por mail. Supongo que es justamente por esas crucecitas que voy a Saladillo, antes que por el negocio en sí. De lo contrario, sería más sensato pasar primero por el Club, darle a Tony la fotocopia, y asegurarme las diez lucas. ¿Cómo fue a parar la dos robada a ALLIPAC, propiedad de Orestein, a la estancia de la familia del Viejo? Y en manos de un peón que seguramente la rescató, antes del remate, de algún mueble donde estaba olvidada junto a otras revistas... ¿Se tratará del mismo ejemplar? Apenas si llegué a ver el original de Orestein en su momento. Después, cuando reparé en las crucecitas rojas que aparecen en la copia, las atribuí al lápiz de un pibe aburrido en una siesta de hacía más de cuarenta años. Por primera vez se me ocurre que quizá no se deban a eso, sino a un defecto de impresión. Es sabido que no todos los ejemplares de una tirada son idénticos. A menudo salían a la venta algunos imperfectos, como el deshojado de “Puente al otro mundo” de Correrías, que compré en la distribuidora de Zárate. O sucedía que el color se desfasaba del dibujo. O el corte entre las revistas era desparejo, de modo que en el borde de abajo se colaba un pedazo de la siguiente. Sin duda, las crucecitas no responden al diseño de tapa original. Lo terminé de comprobar con la de Ezra, donde no aparecían. Es posible que un defecto de la matriz, después corregido, haya dejado impronta en unos cuantos ejemplares. Pueden ser justamente los más codiciados, dado que el delirio de los coleccionistas no tiene límites. He oído de casos parecidos, donde las pocas ediciones imperfectas de una tirada, son cotizadas muy por encima de las normales, como en la filatelia. Eso explicaría la mención al detalle de las crucecitas en Orestein, ALLIPAC y ElTony mismo. La insistencia de éste último en que le llevara, aunque sea, la fotocopia, hace augurar que si le ofreciera el original marcado, puedo sacarle unos dos mil adicionales, al menos, teniendo en cuenta la cotización que hacía Ezra de uno sin crucecitas. Pero antes de negociar con él, tengo que comprobar mis teorías en Saladillo.

Mi ex suegro vuelve del Rey del Dulce, cargado de paquetes grasientos. Mientras sube al auto me comenta:

-Decime... Esa que va ahí... ¿No es la piba que te culiaste?

Miro en la dirección que me señala y, en efecto, alcanzo a ver, entrando en el local de LOLO, a Federica. Va acompañada de dos muchachos: un flaco alto, de unos treinta años, y un morocho petiso, que me parece conocer de algún lado.

-La verdad... –prosigue mi ex suegro- aunque no tendría que decirlo, te entiendo. La pendeja tiene flor de ojete... Arrancá, che. Yo ya estoy equipado.

Por suerte, en el resto del viaje, mantiene la boca ocupada en las masas, facturas y variedad de sándwiches de miga. El silencio me ayuda para tratar de dilucidar interrogantes. El rol de Ricardo (a) LOLO en los acontecimientos recientes, por ejemplo. El accionar de Federica obedeció a su propia naturaleza, no cabe duda. Tanto la espuria oferta que me hizo como el robo. Los ejemplares de Correrías, la siete “Trampas gitanas” y la setenta y uno “Del cielo cayó una tía", siguieron en mi poder y, al parecer, al momento, no me han sido reclamados. De lo contrario, mi ex suegro me lo hubiera dicho. ¿Pero por qué LOLO se los confió a su hija para que me los llevase? ¿No la conoce lo suficiente? Toda pregunta que intento responder me conduce a una nueva.



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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