Las Claves Del Indio

LXXI. LARGA CHARLA CON ELCOVE

Tengo que reconocer que ELCOVE es un excelente conductor. Cada vez que el auto rojo se vuelve a divisar detrás de nosotros, con una hábil maniobra logra despistarlo por varias cuadras. Ahora hace un buen rato que no aparece y, para estar más seguros, nos internamos en las laberínticas sinuosidades de Parque Chas. Observo que la aguja de la temperatura llega al punto crítico y pienso que el arreglo provisorio duró bastante más de lo que el mismo mecánico esperaba. Del capot surge un humo inquietante. Por fin, cerca de una bocacalle, al amparo de las sombras, Vélez detiene el coche. Abre la ventanilla y me convida un cigarrillo. Sacudiéndose una serpentina, que le había quedado enganchada en el hombro, comienza...

-Te hiciste preguntas correctas. Y te diste respuestas inteligentes. Pero todavía no las podés unir, porque no terminás de confiar en ellas... Además, te faltan algunas...

-No debe haber mucho más. El relato del arquitecto...

-¿Ah, sí...? ¿Le creés a Moreno?

-Suena coherente. Aun cuando no haya terminado la historia...

-Que resultaría, en resumen, un bluff armado entre el Viejo y él, con la cooperación voluntaria o involuntaria del Chiquito, para escarmentar mercaderes judíos. Con soporte en el cretinismo de los coleccionistas. Un bluff que creció mucho más allá de la intención de los que lo urdieron... –recapitula ELCOVE, con tono escéptico.

-Más o menos eso, supongo...

ELCOVE arroja una bocanada de humo al aire frío de la noche. Veo como se funde con el del motor y la bruma. Por un momento, el silencio es absoluto.

-¿Y cómo se habría armado el bluff, según vos?- me pone a prueba.

Me esfuerzo en ser claro:

-Si bien el arquitecto no dio fechas, podríamos suponer, por los datos que tiró, que la reunión en la editorial fue a fines de los '60

-¿De qué lo deducís? –me interrumpe ELCOVE.

- Poco antes que se mudaran, dijo Moreno. La editorial funcionó en Lambaré 1012 hasta mediados del '69. Lo tengo muy asociado a que poco antes habían empezado a cambiar los logos y a abreviarse las leyendas –solo Andanzas, solo Correrías- en función del último lanzamiento, que había sido Locuras. Y en pocos años más comenzaría la decadencia con Selección de las Mejores. El Viejo ya estaba dejando todo en manos de sus hijos, aburrido de su criatura. Pero tuvo un último rapto genial: ingresarla en una dimensión mítica, que operara, además, en la realidad.

-Otra manera de explicarlo... –me interrumpe.

-Sí, pero no. Escuchame... El libro del fraile amigo del Viejo habla de los Tehuelches reales. Tuvo dos ediciones. Esto es comprobable. Lo de sus simpatías fascistas y sus dotes proféticas, no. También se puede concluir, yo mismo lo verifiqué, que el Viejo abrevó en el libro del cura, que citaba a Pigaffeta para dibujar y guionar los primeros tiempos del Indio, correlativos a la primer edición en italiano y al encuentro con su autor. Es lógico pensar que esto le haya generado una deuda de gratitud hacia él. De Agostini trabajó, poco antes de su muerte, en una revisión del texto y es posible que haya acudido al Viejo para la edición en castellano. Llegaba el momento de pagar la deuda, el creador del Indio se sintió obligado, y lo contactó con Peuser. Pero como ya había echado hace tiempo a rodar la leyenda de su viaje a la Patagonia para estudiar las costumbres de los Tehuelches, no le convenía –por mala consciencia- que el libro se difundiese. Alguien con un ojo aguzado como el mío podía comparar las descripciones de Pigaffeta citadas por el cura con el Indio primigenio, y descubrir así, junto con la fuente, una de las tantas imposturas del Viejo. Es entonces cuando decide comprar en secreto toda la edición. O mejor aún... fue él mismo quien financió de su propio bolsillo, con el sello de Peuser, una tirada limitada para quedársela. Le mandó unos pocos ejemplares al cura a Italia, y listo el pollo. Eso explica que la mayoría terminaran arrumbados en la editorial. También habían quedado dando vueltas tres impresiones defectuosas de la dos de Andanzas, los de las crucecitas en tapa, que de casualidad, no fueron a parar a la estancia de Saladillo. Cuando llegó el momento de dar batalla a Isaac y a Orestein, al Viejo se le ocurrió vincular ambos factores. Bastaba con reemplazar –eso es fácil en una editorial- la última hoja de "30 años en Tierra del Fuego" y echar a rodar el rumor de los poderes adivinatorios del padre Alberto María De Agostini, para que la mistificación se pusiera en marcha. Los párrafos finales, escritos seguramente por el Viejo en una impostada jerga profética, aludían a los tres ejemplares con crucecitas en la tapa de la dos de Andanzas, y no –como creí en su momento- a los del mismo libro. Cuando se reúnan los tres Tomos perdidos del Segundo... decía, sugiriendo que de esa manera se completaría la cifra de un secreto.



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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