Las Claves Del Indio

XIX. SELECCIÓN DE LAS MEJORES

El inicio de mi segunda colección es producto, curiosamente, de Selección de las Mejores.

Y del aburrimiento con Cristina, mi segunda ex - mujer, y con el negocio que ambos habíamos montado (y que, por supuesto, quedó para ella). A la vuelta había un kiosco, al que usaba para escaparme varias veces en el día, con el pretexto de la compra de facturas, cigarrillos, gaseosas, golosinas o, cuando ya no quedaba nada por comprar, de pedir cambio. Entonces, merced a la bonhomía de su dueño, el gordo Aloy, que me permitía leer revistas allí mismo, haciendo tiempo para no volver al negocio, redescubrí las maravillosas historias de la infancia a través de las bastardas Selección de las Mejores, eufemismo usado por la editorial en todas las de la familia.

Sin embargo, esa lectura me producía una sensación angustiosa, al no lograr ubicar del todo los originales en mi memoria. Sabía sí que a la mayoría los había conocido antes, y que esas aventuras se encontraban ahora adaptadas y mutiladas, lo cual era fácil de advertir por algunos saltos narrativos y cambios en el dibujo, hechos con criterio de modernización y para que quepan en las pocas páginas actuales. Pero me costaba encontrar las correspondencias con los antiguos títulos, tapas, argumentos. Había otras en cambio, que no recordaba en absoluto, que no había conocido nunca. De a poco, pasé de leerlas de ojito a comprarlas y guardarlas, de modo que terminé con más de un centenar de esas revistas publicadas a lo largo de los '90. Después, fui recolectando muchas más de los '80, que pululaban por todos lados. Y finalmente, vino la decisión de ir por los originales, adentrándome en las vicisitudes de las extensas búsquedas por parques y cuevas.

Al principio, con cada antiguo ejemplar conseguido, hacía el ejercicio de confrontación con la correspondiente versión en Selección de las Mejores y así empecé a explicarme la dificultad de ubicarlas en mi memoria, porque la carnicería era mayor de la que suponía.

Los adaptadores, impunemente, habían recortado secuencias enteras, cambiado personajes, alterado los diálogos. En el primer ciclo de reediciones se había decidido eliminar al Padrino del lado del Indio, confinándolo a las Locuras. Pero cuando su presencia se hacía imprescindible para el desarrollo de la acción, se lo redibujaba, disfrazándolo de algún inverosímil personaje. Después, advirtiendo que esta tarea era prácticamente imposible y generadora de absurdos, se optó por iniciar la aventura con leyendas como "Una vez más, el Padrino, acosado por los acreedores, se refugia en el departamento de su ahijado". Se pretendía así conciliar la vida paralela que llevaba con su tío en las Locuras.

Lo curioso es que esta supuesta coherencia no era demandada por nadie. Más bien parecía una preocupación personal de los hijos del Viejo, que recién llegados a la editorial cuando todavía se editaban aventuras originales, iniciados los '70, pretendieron ordenar las creaciones de su padre desde una lógica que no habían tenido ni siquiera en su origen, ya que la disociación entre las dos circunstancias de vida y vivienda del Padrino provenía de las antiguas Semanales. Una vez que, por el '39, hiciera allí su primera aparición “El irascible Coronel” (reeditada en el '58, en la trece de Andanzas y adaptada para la uno de Locuras, “¡Vivan los novios!”, en el '68), comienzan a publicarse las tiras cómicas donde convive con su sobrino, que a su vez continúa conviviendo con su ahijado.

El Viejo nunca había creído necesario explicar esta dicotomía, dado que si bien el Indio fue ganando protagonismo casi de inmediato, los primeros tutores suyos, lo preexistieron con vidas independientes.

Pero siguiendo la línea de razonamiento de los advenedizos, tendrían que haber incluido por ejemplo, en alguna aventura, el dato que el Indio y el Padrino tuvieron sendos ataques de amnesia en su juventud, justificando, de esta manera, que se hayan reencontrado de adultos sin reconocerse.

Claro que, como aquello había quedado en la prehistoria de los personajes, y era mejor dedicarse a eliminar todo rastro de ésta, los herederos, más pragmáticamente, ordenaban hacer desaparecer de un plumazo en la primera época de reediciones –donde las "desapariciones" era pan cotidiano-, al Gurí, al Capataz, a la Nodriza, al villano francés, y también a la inusual aparición del Coronel en “Misión secreta”, la cincuenta y nueve Andanzas, ya que su sitio de privilegio eran las Correrías y luego las Locuras.

Otro dato curioso y revelador de la poca preocupación por la coherencia que existía entonces: apenas cuatro números antes de aquélla, en la cincuenta y cinco, “La extraña herencia” (la primera sin versitos), muere un tío abuelo del Padrino; en el castillo escocés que lega, está colgado un retrato, cuya imagen se corresponde exactamente a la del Coronel. Por supuesto que en la reedición de esta aventura, el susodicho cuadro se encuentra totalmente modificado. La otra aparición, la primera, del Coronel en Andanzas, nunca se repitió, y la trama, como quedó dicho, sirvió de base a la Locuras inaugural.



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En el texto hay: comic, coleccionista, historietas

Editado: 24.07.2019

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