Cuando mi tercera mudanza pasó, llegué a una escuela un poco acabada siendo las únicas paredes la de los baños. Me sentía asustada de conocer gente nueva, algo había cambiado en mi, ya no era la persona que solo le importaba ser una persona ejemplar y juiciosa. Me había convertido en una niña temblorosa que pensaba en las miradas de los demás como demonios intentandose llevar su alma. La llamada "Ansiedad" Si, eso era. Conocí a una niña, no estaba preparada para tener de nuevo una amistad pero ella se metió en mi vida y no pude sacarla, era energética y extrovertida. Algo muy diferente a mi. Lo que me gustaba de ella era su cabello, lo tenía largo y resaltaba por todos lados.
Para ese entonces estaban preparando una presentación entre alumnos de diferentes grados, a pesar de haber pocos estudiantes. Fui elegida como representante, el temor que sentía hacia sus miradas fue opacado por la mirada de expectación y de asombro.
El sentimiento que tuve por primera vez con la palabra "gracias" volvió de nuevo haciendo que el temor se convirtiera en arrogancia. Eso me hacía sentir feliz. Al terminar la presentación los aplausos de los espectadores me hacían sentir viva y tranquila. Cuando salía de ahí, un niño más pequeño que yo me entregó una carta. Una carta de "amor" según él provenía de su amigo. No la recibí y se la devolví. Poco a poco lo que comenzó con una carta terminó con muchas más.
Me sentía nerviosa de saber quien era el niño que las mandaba. Hasta que un día el niño que traía las cartas lo señaló.
Era un grado más alto que el mío.
Un día mi amiga vio una de las cartas y junto con mi intento de esconderla fallido y mi nerviosismo. Lo siguiente que dijo fue que él le enviaba cartas a todas las niñas que eran nuevas. De nuevo estaba esa mirada, la misma mirada de la niña que me golpeaba y descubrí que era la mirada de la "envidia" no poco después descubrí que ella estaba "enamorada" de él.
No me importó, no me importaba nada que tuviera que ver con él pero para mi amiga no era así. La distancia entre las dos poco se iba formando en una brecha más grande, mientras que las cartas seguían y seguían llegando. No quería que sucediera los mismo de mi escuela anterior, así que un día dije que lo vería. Saqué la valentía que tenía y lo encaré.
En la salida caminando por un pasillo algo angosto, ahí estaba, la persona de las cartas. Mi nerviosismo se notaba a lenguas así como mis manos sudorosas. Tenía una de las últimas cartas que había enviado en mi bolsillo con la intención de devolvérsela. Mientras le decía que dejara de mandarme cartas, el tenía una sonrisa de lado a la lado y no prestaba atención a mis palabras, pensaba que si no hacía eso perdería a otra amiga. Así que le grité que me dejara en paz.
Fue el primer error que cometí. Cuando me daba la vuelta enfadada el niño me agarró y me dio un beso en una de mis comisuras demasiado cerca de mis labios, me sentí impotente. Sabía claramente lo que era un beso, sabía que él no tenía que hacerlo. Sabía muchas cosas menos que debí haberlo rechazado antes de haber perdido a una amiga junto con mi primer beso.
Por supuesto, ella lo había visto todo.