Y no he dejado de pensar en él.
Soy como esa niña pequeña que se encapricha con una golosina u oso de peluche.
Probé sus labios y tengo más necesidad de ellos… que bailen una suave danza con los míos.
Probé su cuello y tengo más necesidad de enterrar mis dientes en esa zona suave.
Acaricié su ancha espalda y pude descubrir que puedo pintar sobre ella miles de figuras sin sentido.
Deslicé mis dedos sobre su barba incipiente y me pareció estar acostada en un jardín recién cortado.
Yo no he dejado de pensar en esa noche. La noche en que nos desvelamos mientras reíamos, hablábamos y nos acercábamos para acortar esa distancia que separaba a dos cuerpos amigos.
Puede que sea estúpido añorarlo, pero pude sentir como el tiempo en que he gustado de él se estrelló en mi pecho dejándome sin respiración.
Ahora puedo comprobarlo…
Pero no tengo miedo. No tengo miedo porque por fin pude sentir eso que llaman amor… aunque aún no sé bien el significado de una manera lógica.
No tengo miedo de que no me hable más.
Y si él no siente la necesidad de querer más de mí como yo quiero más de él, no importa.
Soy feliz porque como mujer logré sentir.
Y los días pasan.
Y no he dejado de pensar en él.