Las nubes grises opacaron el cielo aquella mañana.
El aroma de café recién hecho inundó el apartamento.
El canto de un pájaro se coló por la ventana.
Tus dedos dibujaban letras sobre mi pecho.
Me miraste intensamente y me sonreíste...
“¿Jugamos?”, preguntaste. Asentí perezosamente.
Cerré mis ojos y me enfoqué en sentir cada letra hasta que lo descubrí
“Te quiero”, susurré.
“Sí, te quiero”, susurró.
Quise congelar este momento.