Las Cosas que Nunca Fui

Capítulo 9: Lo quiero Todo

Voy de camino a casa y me suena el móvil. Pienso que ojalá no sea Rubén para anular nuestra cita, pero no, es Max.
-    Por fin me coges el teléfono…
-    Yo también me alegro de oírte- me dice.- ¿Dónde estás?
-    Camino de casa.
-    ¿Te pasas por aquí y vemos una peli?
-    Es que he quedado … lo siento
No quiero ser de esas que de repente no tienen tiempo para sus amigos. Después del plantón de anoche no quiero volver a hacerle ningún feo porque me arriesgo a que se enfade de verdad. Pero por otro lado estoy segura de que Max entenderá la situación después de haberme soportado durante tanto tiempo hablando de Rubén sin parar.
-    Creía que habías pasado todo el día con la chicas.
-    Si, bueno… no he quedado con ellas…he quedado con ¡Rubén!
-    ¿Qué? ¿He oido bien?
-    ¿¡No es increíble?!
-    ¿Puedo saber cómo has pasado de hablar ecuaciones ha pedirle una cita?
-    Nos vimos en la fiesta de anoche y … nos besamos un poco- hago unos ruidos ridículos fruto de la emoción – Hoy nos hemos mandado algunos mensajes y hemos quedado para esta noche.
Silencio al otro lado de la línea. Miro la pantalla de mi móvil por si se hubiese cortado la llamada y estoy hablando sola. No sería la primera vez… Pero no, Max seguía al otro lado.
-    ¿Hola?
-    Si, si… estoy aquí. Em… bueno,  pues no sé, no te molesto más que te vaya bien en tu… cita.
-    Nos vemos mañana sin falta, ¿vale?
-    Claro. Chao.
Lo noto un poco tirante pero me parece normal porque sigue un poco molesto conmigo. Me prometo a mi misma que mañana lo compensaré y me doy cuenta de que acabo de llegar a mi casa. Rubén está sentado en su porche y me saluda al verme. El corazón me da un vuelco. Está tan guapo…
-    Hola – saludo con timidez.
-    ¿Qué tal rubia?- me pregunta mientras me da un beso en la mejilla.
Su olor es tan brutal que me tiene hipnotizada. Se ha puesto un polo rojo y me doy cuenta de que ese color le queda de fábula. Quizás sea una tonta enamorada porque, de repente, todo en él me parece perfecto.
-    ¿Lista para pasar una noche de ensueño?
-    Uuhhh, espero no defraudarme.
No sé por qué he dicho eso pero cuando me pongo tonta digo muchas gilipolleces. Nada, absolutamente nada, podría defraudarme de esta noche.
Rubén lleva un mando en la mano, lo aprieta y unas luces se encienden en la cochera. 
-    ¿Y esto?
-    Regalo de graduación.
-    ¿En serio? A ver…
Es un mini rojo con el techo blanco y descapotable. El interior es de cuero blanco y huele a nuevo. 
-    Es un coche precioso.
-    Será mejor aun contigo dentro. ¿Vamos?
Las cosas que Rubén me dice me dejan totalmente fuera de cobertura. Por lo normal soy una persona de pocas palabras pero en este caso directamente nunca sé qué decir. Es un poco frustrante la verdad.
-    ¿Te gustan los parques de atracciones?
-    Me encantan.
-    Me alegro porque ya tengo las entradas- dice mientras las muestra en su mano.
-    ¿En serio? Estupendo me apetece mucho.- contesto con más entusiasmo de lo normal.
Mi naturaleza infantil me hace adorar los parques de atracciones. Si pudiera haría un tour por el mundo solo para ir a visitarlos todos. Hasta ese punto soy fan.
Rubén parece enternecerse por momentos con mis  genialidades y yo no puedo estar más encantada.
 
- ¿Puedo elegir la primera atracción?
- Mmm… no sé… ¡venga vale!
Me coge de la mano y me dirige hacia el abismo. Pero no hacía un precipicio de gran profundidad, que también, si no hacía una montaña rusa de cuarenta y nueve metros de altura que es única en el mundo.
- ¿Aquí? – pregunto un poco angustiada.
- Es mi favorita.
- Creo que no me atrevo, ¿eh? Es demasiado para mí. Esto debe ir al menos a ochenta kilómetros por hora.
- ¿Ochenta? Que va… esto va a cien. ¡Vamos!- exclama tirando de mi con más fuerza.
Ver su recorrido desde abajo no ayuda para nada. Aquella cosa dibuja un montón de figuras que quitan el hipo. Tirabuzones, inversiones, colinas… qué se yo. Para un final apoteósico sube hasta lo alto del todo y se deja caer de espaldas a toda velocidad.  
Estoy blanca y siento un sudor frío cayendo por mi espalda.  No es miedo, es pánico. Vaya comienzo de cita más poco adecuado. De repente recuerdo que pensaba que nada podría estropear esta noche pero empiezo a arrepentirme.
- Nos toca- escucha que dice Rubén- Venga que no pasa nada. Yo cuido de ti.
Sonrío bobalicona pero no vayáis a pensar que me ha convencido demasiado. En estos casos, en los que siento pavor, prefiero cuidar de mi misma quedándome en tierra firme, no sé si me entendéis.
Nos sentamos en nuestros vagones, para más inri nos ha tocado el primero de todos, así experimentaremos de primera mano lo que es caer al vacío, y el cacharro de seguridad comienza a bajar lentamente.  Al principio siento que aprieta demasiado pero no estoy segura de si soy yo que llevo diez minutos sin respirar. Rubén me coge de la mano y me la aprieta un poquito. Supongo que es su manera de decir que no pasa nada y que deje de comportarme como una cría pero, lo cierto, es que he perdido la autonomía de mi cuerpo y el miedo manda.
Empezamos a subir lentamente pero la tranquilad dura poco porque en seguida el vagón va cogiendo velocidad.
Voy chichando desde el minuto uno hasta que creo que me he quedado sin conocimiento.  Rubén tiene que ayudarme a bajar porque he perdido totalmente la sensibilidad en las piernas.
- ¿No te ha encantado?
- Creo que no- contesto a duras penas.
- Creía que fliparías cuando te montaras por primera vez, la verdad.
- No soy muy de sensaciones extremas. – siento un rugido en mis tripas- ¡Creo que voy a vomitar!
Salgo corriendo a esconderme detrás de unas atracciones maldiciéndome por ser capaz de vomitar en mi primera cita con un chico. Decidme si alguien sería capaz de besarme después de esto. Aunque pensándolo bien sería una buena demostración de amor… ¡Buaj! Y un asco total.
Llevo casi diez minutos en mi escondite, no he vomitado por cierto, y mi salvador no aparece por ninguna parte. Debo de haberle espantado porque es un corte total que te monten este espectáculo tan ridículo. Bueno, a lo hecho pecho, ya me disculparé cuando tenga fuerzas de mandarle un mensaje.
- Toma Rubia
Me ha traido una botella de agua fría. Ohhhhh estoy impresionada. No me lo imaginaba tan detallista para nada pero me estoy asombrando por momentos de lo perfecto que es.
- Gracias
- Perdona pero he tenido que ir a Mordor a buscarla.
Reímos.  El agua me ha sentado bastante bien y cinco minutos después me veo capaz de seguir la ruta por el parque.
- Prométeme que no habrán más mociones fuertes. Creo que no podría soportarlo.
- Tranquila, ahora elijes tú.
 
No más emociones fuertes, como he dicho, por mi me montaba en el tiovivo pero como tampoco me quería pasar decido elegir algo más intermedio que no haga que se duerma.
- ¿Qué te parece en el aserradero?
- Genial.
Nos montamos en los típicos troncos que se dejan caer y te salpican entero de agua.  No coge demasiada altura y la velocidad es moderada. Es perfecto para nosotros. Me hace sentarme delante y siento como se agarra a mi cintura, aunque no es necesario, acelerando el rimo de mi corazón. Todo es precioso hasta que un hombre, un tanto peculiar, se sienta en el asiento que sobra en nuestro tronco rompiendo toda la magia del momento. Cuando el chico viene a revisar que nos hemos amarrado bien el desconocido le pregunta si la atracción moja demasiado a lo que este le responde que no y que no se preocupe.
- ¿Crees que deberíamos decirle que saldrá chorreando de aquí?-pregunto.
- Es más divertido si dejamos que lo descubra él- Contesta riendo.
Disfruto mucho más de esta atracción porque al menos es más refrescante pero resulta un tanto molesto que el señor de atrás no pare de gritar y de insultar a todo el parque temático. Claro, se ha puesto empapado, y amenaza con denunciar a la atracción, al parque y hasta al pobre chico cuyo trabajo solo es accionar la palanca. Un show importante.
Ha sido molesto, sí, pero cuando nos bajamos no podemos parar de reír imitando al pobre hombre que parecía una sopa.
Nos hemos montado en el zepelín y hemos disfrutado de unas vistas maravillosas. El parque, iluminado por la noche, está precioso y yo me quedaría allí subida para siempre. Pero con la buena compañía por supuesto.
Nos hemos metido en una especie de Sacape Room, la temática era The Walking Dead asi que imaginaros el grado de ansiedad, antes de cenar. Al final la noche no ha ido tan mal como empezó y estoy bastante contenta con los resultados. Rubén ha sido muy atento y muy cariñoso pero yo me sigo preguntando qué seré para él. ¿Seré un amor de verano? ¿Seré un capricho pasajero? Martina piensa que quizás esté más enganchado de lo esperado y por eso se comporta tan bien conmigo. Pero yo no sé qué pensar. La persona más entendida en chicos que conozco es Casandra y ya sé lo que me va a decir. Siente una aversión hacía Rubén  que no es normal. Yo creo que es por eso de que tuvieron un rollito hace años cuando empezábamos la secundaria. Yo acaba de conocerla y aún no me había fijado en mi vecino que, para entonces, ni si quiera había pegado el estirón.
- ¿Quieres subir al tiovivo?
- ¿En serio?
- Está vacío si quieres es todo nuestro.
Dios este chico mejora por momentos. El tiovivo es mi tracción favorita y si no quise subir antes fue por vergüenza. Empiezo a sentir unas cosquillitas en el estómago que me asuntan. ¿Me estaré enamorando? Quizás no y solo es el miedo a lo desconocido, a las primeras veces… el vértigo que sientes cuando te subes a un tren que no sabes hacía donde te llevará pero aún así sabes que no te arrepentirás pase lo que pase.
El cielo está estrellado, la noche está preciosa y mi corazón está desbocado y fuera de control.
 Estamos montados en el tiovivo. Yo subid a un caballito blanco, mi preferido desde niña, y el a mi lado con su mano apoyada en mi espalda. Todo es perfecto, es una película, y solo deseo que me bese. No he podido dejar de pensar en el calor de sus labios desde que me he subido a su coche así que me quedo mirándole fijamente. Casandra siempre dice que cuando quieres que un chico te bese basta con mirarle y se dará por aludido. Es como una manera sutil de perderlo, supongo. La cuestión es que le estoy mirando fijamente y logro llamar su atención. Me devuelve la mirada y me sonríe. Tiene unos dientes perfectamente blancos y soy incapaz de encontrarle ningún fallo. Al menos físico, porque ya os he hablado de su cerebro alguna vez.
Siento que se acerca poco a poco. Me preparo. Me coloco un poco más erguida sobre mi caballo , más digna, y trago un poco de saliva deseando que mi aliento no huela.  Me besa y es igual de insuperable que la primera vez.
-    Te oigo los latidos del corazón – dice apartándose un poco de mi.
-    Lo siento- me ruborizo- estoy un poco nerviosa.
-    Yo también . Ven aquí…
Me besa de nuevo. Pero esta vez su lengua busca mi boca. Al principio me mantengo un poco cautelosa. Siento vergüenza y miedo por no hacerlo bien y no estar a la altura pero pronto mi lengua se une a la suya. Intento seguir su ritmo e imitar sus movimientos. Si el lo hace debe ser que le gusta así que… La atracción ha parado pero nosotros no somos conscientes de ello hasta el encargado nos llama la atención.
-    Eh tortolitos que hay gente esperando.
-    Disculpe – dice Ruben ayudándome a bajar.
Es mentira, nadie espera ya para subirse a la tracción. Seguramente todos los niños se han marchado ya con sus padres o están disfrutando de algún espectáculo antes del cierre del parque. Pero decidimos que ya hemos tenido suficiente y que lo mejor es marcharnos. Volvemos a casa casi en silencio. Solo se oye la música que tiene conectada mediante bluetooth. Reconozco muchas canciones de su lista, son las típicas que están ahora mismo de moda sonando en todas las cadenas de radio, pero hay una que me vuelve loca , Todo Contigo de Macaco.
-    ¿Puedo darle voz?- pregunto.
-    Adelante .
La empiezo a cantar , nada mas sonar la primera estrofa, y él se me une en el estribillo. Repite las frases “Lo quiero todo contigo” mientras me mira pícaramente. Sé que me está cantando a mi y eso me pone muy tonta pero me pregunto si , además, sentirá lo que dice. 
Cuando me deja en casa, más enamorada aun que el día anterior, tengo dos cosas claras. Una es que ya no quiero irme de campamento y la otra es que , yo, si que lo quiero todo con él.




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