Las Cosas que Nunca Fui

Capítulo 11: Creo que no voy a pasarlo mal

- ¿Y tú quién eres?- pregunto mirando a la desconocida que tengo delante.

- ¿Eres la nueva?

- Supongo- contesto sin entender.

- ¿Supones? O lo eres o no lo eres.

La miro con el ceño fruncido, sin contestar, no entiendo muy bien qué hace en la puerta de mi cabaña ni lo que quiere de mí.

- A ver- añade- te lo voy a explicar. Si es la primera vez que vienes eres nueva. ¿Entiendes?

- Pues seré la nueva entonces- contesto de malas formas.

Es fácil encenderme la mecha, lo reconozco, pero nunca he podido con la chulería es mi punto débil. La desconocida me mira desde la puerta, haciendo pompas con su goma de mascar, mientras me repasa de abajo arriba y de arriba abajo. A mí también me da tiempo a estudiarla con detenimiento. Debe ser algo mayor que yo, o eso es lo que aparenta por su físico, tiene el pelo castaño, recogido en una cola de caballo, y va maquillada con cuidado y esmero. A simple vista me recuerda algo a Casandra pero mucho más repelente que ella sin lugar a dudas.

- Uh novata tranquilita que vengo en son de paz. – añade dibujando una molesta sonrisa en su cara- Me mandan a decirte que tu compañera de habitación no va a venir. Enhorabuena princesa te acabas de convertir en la reina del castillo.

- ¿Cómo que no va a venir…? ¿Y no mandan a nadie para sustituirla?- pregunto descolocada.

- Todo el mundo ha ocupado ya su lugar. Los que eligieron habitación compartida están emparejados y los que no en el edificio común. Todo está perfectamente organizado.  Pero alegra esa cara que son buenas noticias. Tener tu propia habitación es todo un privilegio.

Me había hecho a la idea de tener una compañera de cuarto. Era la única manera de que hiciera alguna amiga porque soy bastante mala socializando pero, pensándolo bien, puede que no fuera tan malo después de todo. Estaríamos aquí dos meses y eso supone que necesitaré momentos de soledad y un refugio.

- ¿Eres monitora?- le pregunto.

- ¿Monitora?- ríe- ¿Tengo pinta yo de pertenecer al servicio?

- ¿Y por qué te mandan a darme el aviso?

- Porque llevo tantos años aquí que me confunden con uno de ellos.

- ¿Tan estupendo es que repites todos los años?- pregunto sorprendida.

La desconocida apoya un brazo en el quicio de la puerta y se acerca hasta mi cara para susurrarme.

- Mejor…- puedo sentir su aliento en mi cara y me sorprendo porque lejos de resultarme repugnante un escalofrío me ha recorrido la espalda- Ven conmigo te lo enseñaré todo.

Dudo, pero para ser sinceros es la mejor opción que voy a tener. Me coloco una de las sudaderas que han dejado sobre mi cama y cojo las llaves de la cabaña. Fuera sigue apreciándose el bullicio de los que aun no se terminaron de instalar. Siento algo de envidia al ver a todos con sus compañeros. Sonríen, charlan, se cuentan cómo les ha ido el año… Justo enfrente está el chico con el que tuve el pequeño incidente. Con el que perdí los nervios para ser más exactos.

- Ese al que estás mirando es Charly. Al que le gritaste como una loca en la entrada.

Es un chico bastante alto. A un paso entre el castaño y el rubio pero lleva el pelo más bien corto. Lleva un polo blanco y unasbermudas a rayas. Sus mocasines marrones delatan que pertenece a este ambiente. Yo también debería pertenecer pero he pasado tanto tiempo rodeada de imbéciles, superficiales, que me considero distinta a ellos.

- Detrás de las cabañas está el círculo de fraternidad.

- ¿El qué?

- El circulo de fraternidad dónde, cada noche, nos reunimos todos los campestres después de cenar para fraternizar y unir lazos. Parece una chorrada pero va a ser el único momento del día en el que te juntes con ciertas personas. – la miro con cara de estreñida así que decide explicarse mejor- Vamos a ver, el color de tu ropa indica en qué grupo estás. Con las personas de tu grupo será con quienes realices las actividades diarias, los talleres, los concursos y las excursiones. A los demás a penas los verás. Hay turnos para comer y para cenar porque, obviamente somos demasiados, el círculo es el único momento del día donde estaremos todos juntos.

- Suena un poco sectario.

- A veces lo es pero acabas acostumbrándote y al final lo amas. Yo llevo viniendo seis años seguidos.

- No puedo imaginarme seis años seguidos aquí.

- Eso me lo dirás cuando llegue el momento de irte.

Hemos llegado al final del camino que separa las cabañas del edificio principal. Lejos de parecer un campamento se asemeja más a un hotel de cinco estrellas última generación. La entrada está completamente cubierta de un césped verde y reluciente que no pega demasiado junto a la playa pero que le da un aire campestre al complejo.

- La última parte son los dormitorios. Allí se alojarán quienes no seleccionaron la opción compartida. En la segunda planta hay aulas entre ellas la de informática o el laboratorio, por ejemplo, y en la planta baja están las salas comunes, el comedor y el salón de actos.

- Es enorme …

- Pues aun no lo has visto todo. En el sótano hay una biblioteca gigantesca y justo detrás del edificio principal están las pistas deportivas. Sígueme.

Atravesamos el hall para alcanzar la puerta trasera del edificio. Es una cristalera de doble puerta que da directamente a lo que parece un enorme jardín, el mejor cuidado que he podido ver en mi vida, y desde allí se ven las pistas de pádel, tenis, baloncesto y futbol.  Una vez pasas esta zona llegas a una piscina cristalina que no tiene nada que envidiar a las olímpicas. No tiene forma definida sino que va haciendo pequeñas curvas en casi todo su lateral.

- ¿Son jacuzzis? – pregunto sorprendida.

- Sí, todos los semicírculos que ves son pequeños jacuzzis y allí- dice señalando a un puente que cruza toda la superficie- el agua se comunica con el mar.

- Alucinante…

- Los fines de semana convierten la piscina en un parque acuático. Los más pequeños lo pasan teta pero admito que los mayores también- añade guiñándome un ojo.




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