Durante unos días no fuiste a la escuela porque tuviste que competir en un torneo.
Mentiría si dijera que no te extrañé, incluso puedo asegurar que mis ánimos no eran los mismos.
Y ese poder que estabas comenzando a ganar en mí no me gustaba en absoluto.
El día que regresabas la emoción dentro de mí era gigante.
Cuando llegué, creo que jamás había subido las escaleras hacia el salón tan rápido como esa vez. Sin embargo, no llegabas y creí que no te vería.
Te quedaste dormido, y en el instante que abriste la puerta del salón ocultar la sonrisa que se formó en mis rostro fue en vano.
Porque mi felicidad era tanta que no se podía ocultar ni aunque lo intentara con todas mis fuerzas.