Lamentablemente tu lugar había sido ocupado por otro compañero durante tu falta, y en ese momento tenía ganas de lanzarlo al suelo y cederte el asiento.
Te fuiste a un banco en la otra punta del salón, cerca de “tus amigas” a las cuales les encantaba tener tu atención.
Decepcionada cada tanto te lanzaba miradas que nunca correspondías porque estabas muy ocupado con tu grupo.
Hasta que en una clase, el chico que había tratado de sustituirte se fue y cuando creí que no regresarías a causa de que te veía cómodo en tu nuevo sitio sentí como un banco era arrastrado por el suelo.
Te posicionaste a mi lado, literalmente pegado a mí.
Me dijiste “hola” y me sonreíste.
Si cuando te vi mi felicidad fue enorme…
Mejor ni te cuento que sucedió con esa dos pequeñas acciones.