Llegó tu cumpleaños.
A las doce en punto comencé a dar vueltas por mi pieza pensando en si mandarte el mensaje o no.
No quería que pienses de más el hecho de que bien podría ser una de las primeras personas en saludarte.
Así que esperé.
A los diez minutos simplemente no aguanté más y lo mandé.
Una de las cosas que me gustaba de ti es que respondías apenas te llegaba el mensaje.
Y eso hiciste.
Y no solo me agradeciste, sino que fue la primera vez que leí un te quiero de tu parte.
Mi emoción fue tanta que respondí que yo también lo hacía.
Aunque no nos hayamos encontrado en la misma sintonía.