¿Viste cuando uno siente y se propone algo, pero llega la vida para darte una patada en la cara y decirte “te la creíste”?
Bueno, ese fue mi caso.
Todo comenzó cuando nuestros compañeros simplemente no maduraron y por esa razón debieron cambiarnos de lugar, otra vez.
Para ese entonces yo me encontraba disfrutando de mi soledad en un banco solo para mí.
En el instante en que los ojos de la preceptora y la tutora cayeron en mí dirección, supe que mi momento de gloria había terminado.
Pero, ¡ole! No fuiste vos el elegido, sino otro.
Sin embargo, claramente muy lejos de mí no te podían ver, ya que no compartíamos banco, pero si estabas en otro…
Justo a mi otro lado.