Todo siguió cuando de vez en cuando te peleabas con mi compañero para llamar mi atención.
No era divertido, para nada.
Un día en el que ambos se habían puesto a mover mi silla de un lado a otro por ver de qué lado me quedaba, me cansé y los mandé a tomar paseo a ambos.
Desde entonces las cosas siguieron un curso calmo, tan calmo que mi compañero se aburrió de mí y de a poco se iba mudando cada tanto con otro compañero.
Vos aprovechabas esas veces para venir a sentarte a mi lado.
Y así pasaron los días hasta que un día los profesores decidieron dejarte definitivamente conmigo.
Otra vez.
Por eso, con esa acción, mi plan de tratar de controlar mis sentimientos y mantenerme alejada de vos se fueron al caño.
Y mucho.